Todo esto puede ser comercial
Arzuaga y Torretta aportan sensatez a la pasarela en una jornada de excesos
Si un extraterrestre hubiera elegido el 19 de febrero para aterrizar en Espa?a pensar¨ªa que en este pa¨ªs interesa mucho la moda. Especialmente, la de los dise?adores nacionales. Las redes sociales bullen en actualizaciones (?Hannibal Laguna abre con un traje negro!), los telediarios dedican minutos a la principal cita de la moda espa?ola y los peri¨®dicos dejamos que trapos y revueltas compartan espacio en nuestras p¨¢ginas.
El estruendo medi¨¢tico que consigue Cibeles Madrid Fashion Week no es directamente proporcional -ni siquiera, remotamente parecido- al impacto que sus dise?adores alcanzan en el mercado. Nacional o internacional. "Este eco tan potente resulta un poco irreal", admite Amaya Arzuaga. Se debe, en parte, al engrasado funcionamiento de este certamen. El pabell¨®n 14 de la Feria de Madrid (Ifema) encierra los desfiles para oto?o/invierno 2011 de los 45 participantes de esta edici¨®n. Funciona como un gigantesco buf¨¦ libre de contenidos para periodistas -m¨¢s de 1.000 acreditados- y curiosos. Modelos a medio vestir, famosos tomando c¨®cteles, espont¨¢neos llamativamente ataviados... ?a qui¨¦n le amarga un surtido de estampas tan dulces en la voraz era de la informaci¨®n instant¨¢nea?
Su impacto medi¨¢tico no es proporcional al que tiene en el mercado
Esta singular realidad hace que en la pasarela madrile?a proliferen propuestas de alto voltaje circense. Entre otras cosas, ayer se vieron luces de ledes en las medias y en la cabeza (Agatha Ruiz de la Prada), una sobrecargada revisi¨®n de la elegancia cinematogr¨¢fica de los 50 (Hannibal Laguna) y vestidos hechos a partir de pinturas y acompa?ados de una escolan¨ªa (Francis Montesinos). ?Tendr¨¢ todo ello alg¨²n efecto en las vidas de las chicas que se peleaban por entrar en esos desfiles?
En el bullicio de las gradas atestadas por el p¨²blico no especializado resulta f¨¢cil olvidar que la moda es un oficio sutil. M¨¢s all¨¢ de la intachable forma en que Agatha Ruiz de la Prada transforma sus excentricidades estil¨ªsticas en un imperio de libretas o perfumes desde hace 30 a?os, solo dos de las colecciones de ayer -Amaya Arzuaga y Roberto Torretta- parec¨ªan recordar cu¨¢l es el sentido principal de que este evento reciba una importante subvenci¨®n p¨²blica. En teor¨ªa, se trata de mostrar propuestas de moda capaces de cimentar una industria de producci¨®n textil de autor en serie. Que, con suerte, construya empleo adem¨¢s de ego.
En busca de la proyecci¨®n internacional, Amaya Arzuaga desfila en Par¨ªs desde la pasada temporada con su colecci¨®n m¨¢s conceptual. Lo har¨¢ de nuevo el 4 de marzo, en un d¨ªa y localizaci¨®n (el Grand Palais) mucho m¨¢s favorable. En Madrid se ha quedado su segunda l¨ªnea, que se llama AA y no se averg¨¹enza de su car¨¢cter comercial. Sus vol¨²menes y drapeados est¨¢n sujetados por las bridas del realismo. "He dejado de hacer ropa de hombre porque no se vende y no concibo hacer algo para no venderlo", explicaba Arzuaga.
Una m¨¢xima que seguramente suscribir¨ªa Roberto Torretta. El pragmatismo del dise?ador argentino funcion¨® como enjuague bucal al cierre de una jornada de excesos. "No hay una profesi¨®n en la que importe tanto un cent¨ªmetro como en esta", defend¨ªa. Apreciar los cambios en la proporci¨®n de su silueta -ajustada y futurista o levemente ancha y masculina- es cuesti¨®n de matices. "Se trata de un minimalismo evolucionado. Esa es mi identidad. Cada vez que he intentado dejarme influenciar por las tendencias, he metido la pata", argumentaba.
Mantenerse fiel a lo que uno es o aventurarse por un camino nuevo no es nunca una decisi¨®n f¨¢cil. Ayer, por ejemplo, parte de la audiencia no entendi¨® que Victorio&Lucchino aparcara el color y el estampado en favor de una oscura y poco folcl¨®rica visi¨®n del flamenco. Pero, bueno, al menos estaba Pitingo en primera fila. Y eso ya llena 140 caracteres.
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