Nacionalismo patente
El registro europeo de invenciones deja fuera el espa?ol frente al ingl¨¦s, el alem¨¢n y el franc¨¦s
Espa?a ha perdido la larga batalla emprendida hace m¨¢s de una d¨¦cada para lograr una patente europea m¨¢s barata y ¨¢gil que facilite la innovaci¨®n en el continente. Esta semana, los ministros de Educaci¨®n de la UE y el Parlamento Europeo han consagrado el ingl¨¦s, el alem¨¢n y el franc¨¦s como las tres lenguas oficiales para registrar una patente a nivel comunitario en contra de la aspiraci¨®n de Espa?a de introducir en el sistema el idioma espa?ol. Europa en su conjunto ha logrado con este acuerdo una victoria al conseguir desatascar un asunto que est¨¢ lastrando la innovaci¨®n europea, pero es una victoria menor al no haber podido optar por la m¨¢s pragm¨¢tica y barata soluci¨®n de imponer como ¨²nica lengua el ingl¨¦s en un terreno, el tecnol¨®gico, donde su preeminencia es aplastante.
El desencuentro que ha provocado durante tantos a?os el proyecto de patente europea ha escenificado crudamente el choque de nacionalismos que en tantas ocasiones ha impedido avances europeos. Los Gobiernos de Aznar y Zapatero han peleado por incorporar al espa?ol al sistema de patentes europeas bas¨¢ndose en la importancia de la lengua de Cervantes (la tercera m¨¢s hablada del mundo tras el ingl¨¦s y el chino) y a su peso relativo a nivel continental. Su tal¨®n de Aquiles es su escaso nivel innovador. Solo el 1,26% de las patentes europeas pertenecen a empresas espa?olas frente al 41% de las alemanas. La cerraz¨®n espa?ola (que bloqueaba el acuerdo hasta ahora) puede ser tachada de nacionalista, pero en justa correspondencia tambi¨¦n la de Francia y Alemania, que con lenguas de menor peso rechazaron la propuesta a la desesperada de Madrid de adoptar el English only impidiendo una patente verdaderamente competitiva a escala mundial.
El acuerdo lo ha facilitado el Tratado de Lisboa, que acab¨® con la unanimidad a la que estaban obligados Los Veintisiete para adoptar ciertas pol¨ªticas. Pero el logro abre una brecha peligrosa. Los pa¨ªses que suscriban el acuerdo pueden avanzar en el terreno que abre la nueva patente y dejar descolgados a los disconformes como Espa?a, que ha anunciado que recurrir¨¢ ante el Tribunal de Luxemburgo. Quiz¨¢ habr¨ªa que sopesar en fr¨ªo la idoneidad de suscribir un acuerdo que era mejorable pero que hoy por hoy se vislumbra como la ¨²nica salida posible y razonable en el terreno de la innovaci¨®n, donde no se puede perder m¨¢s tiempo.
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