Este hombre quiso parar el Holocausto.
Yo inform¨¦ de lo que vi". Lo dec¨ªa, con rostro grave, el hombre que intent¨® detener el Holocausto, el polaco Jan Karski, en una de las escenas de la devastadora pel¨ªcula Shoah, de Claude Lanzmann. "Dios me ha permitido ver y decir lo que he visto, me ha permitido dar testimonio", dec¨ªa. ?l fue testigo del horror, de la caza al jud¨ªo, pero no fue escuchado.
Jan Karski, el hombre que se deshizo en l¨¢grimas ante Lanzmann, vivi¨® unos a?os fren¨¦ticos como emisario del horror durante la Segunda Guerra Mundial. Jan Kozielevski, su nombre real (Lodz, Polonia, 1914-Washington, 2000), proced¨ªa de una familia cat¨®lica de clase media. En 1931, su pa¨ªs y su juventud fueron arrasados por Hitler, aunque sus excepcionales cualidades para el an¨¢lisis y la memorizaci¨®n lo convirtieron en un mirlo blanco para el Gobierno polaco -en la clandestinidad tras ser invadidos por Hitler-, que no dud¨® en reclutarlo para la Resistencia. "Soy un disco de gram¨®fono que se graba, se transmite, se escucha", dec¨ªa de s¨ª mismo un l¨²cido Karski.
La humanidad ha cometido un segundo pecado original por insensibilidad, ignorancia o hipocres¨ªa"
"Los jud¨ªos fueron abandonados por todos. Ahora muchos Gobiernos y la Iglesia dicen: 'Intentamos ayudarlos'. Pero nadie hizo nada"
"Roosevelt me pidi¨® que le confirmase lo que se contaba sobre las pr¨¢cticas alemanas con los jud¨ªos"
Tenaz y tozudo, Karski se empe?¨® en revelar al mundo la verdad sobre el exterminio nazi. En 1944 escribi¨® un libro, Historia de un Estado clandestino (ahora se edita por primera vez en Espa?a por la editorial Acantilado), donde contaba su lucha por la libertad de Polonia y el estremecedor testimonio de los jud¨ªos del gueto de Varsovia y los campos de exterminio. Fue un ¨¦xito. Vendi¨® m¨¢s de medio mill¨®n de ejemplares en pocos meses en Estados Unidos. Cuando se convirti¨® en un personaje inc¨®modo para Stalin y los aliados, enmudeci¨®. En 1981, Jan Karski rompi¨® su silencio de cuarenta a?os dando p¨²blico testimonio de lo que hab¨ªa visto: "Al terminar la guerra supe que ni los Gobiernos ni los l¨ªderes, ni los eruditos, ni los escritores declaraban haber estado al corriente de lo acaecido a los jud¨ªos. Se mostraban sorprendidos. La muerte de seis millones de seres inocentes era un aterrador secreto. Aquel d¨ªa me convert¨ª en jud¨ªo. Soy polaco, norteamericano, jud¨ªo cristiano, cat¨®lico practicante. Y aunque no soy un hereje, declaro que la humanidad ha cometido un segundo pecado original: por obediencia o por negligencia, por ignorancia autoimpuesta o por insensibilidad, por ego¨ªsmo o por hiprocres¨ªa, o incluso por fr¨ªo c¨¢lculo. Ese pecado atormentar¨¢ a la humanidad hasta el fin del mundo".
Movilizado en 1939, escap¨® de los alemanes sin siquiera combatir y se enrol¨® en la Resistencia. "No sent¨ªa m¨¢s que odio por los alemanes, odio por los bolcheviques... Por aquel entonces, yo era una conciencia enferma". Witold Kuckarski, el teniente Witold, su primer nombre de guerra, fue destinado en 1940 al servicio de enlaces con otros pa¨ªses. Los nazis lo apresaron en Eslovaquia, lo entregaron a la Gestapo y lo torturaron salvajemente. Intent¨® quitarse la vida cort¨¢ndose las venas y consigui¨® escapar. En el verano de 1942, el delegado del Gobierno de Varsovia decidi¨® enviarlo a Londres en calidad de "emisario pol¨ªtico de la resistencia civil". Hab¨ªa nacido Jan Karski. Antes de partir, el Gobierno le pidi¨® que se reuniera con otros ciudadanos polacos, los jud¨ªos. Fue testigo de la "gran acci¨®n" contra el gueto de Varsovia y la verdad inconfesable sobre los campos de exterminio.
Siempre record¨® c¨®mo, vestido con un traje andrajoso, se adentr¨® un d¨ªa en la ciudad de la muerte, el gueto de Varsovia, donde los nazis hab¨ªan confinado a miles de jud¨ªos. "No era un cementerio porque los cuerpos se mov¨ªan, aunque aparte de la piel, los ojos, la voz, no exist¨ªa nada de humano en esas palpitantes figuras. Por todas partes hab¨ªa hambre, miseria, la atroz pestilencia de cuerpos en descomposici¨®n, los lastimeros gemidos de los ni?os agonizantes, los gritos desesperados de un pueblo que manten¨ªa una espantosa y desigual lucha por la vida". Un infierno creado por el hombre. Los l¨ªderes jud¨ªos lo dejaron claro: "Los alemanes no intentan esclavizarnos como hacen con otros pueblos, estamos sistem¨¢ticamente exterminados. Esa es la diferencia... Creen que exageramos, que somos unos hist¨¦ricos, pero millones de jud¨ªos est¨¢n condenados al exterminio. Toda la responsabilidad gravita sobre las potencias aliadas". Aquel era el mensaje que deb¨ªa transmitir al mundo: "La victoria de los aliados en un a?o, en dos, en tres, no nos servir¨¢ de nada porque ya no existiremos". Un grito desesperado.
No lo hab¨ªa visto todo. D¨ªas despu¨¦s, Karski viaj¨® hasta Izbica, una peque?a ciudad cercana a Varsovia. Vestido con el uniforme de los guardias ucranios que custodiaban el campo de exterminio de Belzec, recorri¨® los barracones y presenci¨® la llegada de cientos de deportados. Oli¨® la carne quemada y vio c¨®mo hombres uniformados met¨ªan a presi¨®n a los jud¨ªos en coches abarrotados que descargaban su carga humana en c¨¢maras de gas. "Recuerde esto, recu¨¦rdelo siempre", musitaba a su o¨ªdo el gu¨ªa.
Karski ten¨ªa una misi¨®n. Como testigo del horror deb¨ªa tratar de movilizar ayudas. Llevaba pruebas en un microfilme escondido en una llave. A principios de febrero de 1943, Karski se entrevist¨® con Anthony Eden, ministro de Exteriores brit¨¢nico, con miembros del Partido Conservador, del Laborista. No consigui¨® llegar hasta Churchill. "Continu¨¦ con mi ronda de visitas a otros ingleses prominentes. Se parec¨ªa mucho a lo que hac¨ªa en Polonia, correr de un punto de contacto a otro. Aunque aqu¨ª hab¨ªa limusinas y buena comida; all¨ª, terror y hambre". Tambi¨¦n se present¨® ante la comisi¨®n de cr¨ªmenes de guerra de las Naciones Unidas. "Ante ellos relat¨¦ cuanto hab¨ªa visto en el gueto de Varsovia y en el campo de exterminio de Belzec. Pronto me di cuenta de que no comprend¨ªan ni el exterminio ni a la Resistencia polaca". A?os despu¨¦s, Karski dir¨ªa sobre "la soluci¨®n final": "Fue muy sencillo para los nazis matar a los jud¨ªos. Fueron abandonados por todos. Ahora muchos Gobiernos y la Iglesia dicen: 'Intentamos ayudarlos'. Pero nadie hizo nada. La estrategia de guerra era la derrota de Alemania, el aplastamiento militar del Tercer Reich".
El gobierno polaco decidi¨® abrir una nueva v¨ªa y enviar a Karski a Estados Unidos, donde denunci¨® los cr¨ªmenes ante la Administraci¨®n estadounidense -el juez del Tribunal Supremo Felix Frankfurter-, la Iglesia -el cardenal Cicognani, el arzobispo Spelman-. La respuesta fue el escepticismo. El 28 de julio de 1943 se entrevist¨® con Roosevelt durante una hora. "El coraz¨®n me lati¨® con rapidez cuando entr¨¦ en la Casa Blanca", escribi¨®. "Iba a reunirme con el hombre m¨¢s poderoso, en la naci¨®n m¨¢s poderosa del mundo... Estaba sorprendentemente bien informado sobre Polonia. Me pidi¨® que le confirmase las historias que se contaban sobre las pr¨¢cticas alemanas contra los jud¨ªos". Al finalizar el encuentro, cuando Karski le pregunt¨® qu¨¦ mensaje deb¨ªa transmitir a su pueblo, el presidente respondi¨®: "D¨ªgales que vamos a ganar esta guerra y que en la Casa Blanca tienen a un amigo".
Polonia era ya por entonces una peque?a pieza en el engranaje de los aliados. En febrero de 1944, Karski regres¨® a Estados Unidos. Ten¨ªa un proyecto, realizar "una buena pel¨ªcula". No lo logr¨®, "Hollywood estaba mal dispuesto a cualquier tema polaco". Al mes siguiente, Karski escribi¨® a sus superiores: "La firma Emery Reves quiere editar una obra sobre la Resistencia a partir de mi experiencia. Piensan que el libro causar¨¢ sensaci¨®n". El editor impuso condiciones muy estrictas: rapidez y ninguna menci¨®n antisovi¨¦tica -"qu¨¦ necesidad tenemos nosotros de sus disputas con Stalin"-. Karski escribi¨® acerca de sus intentos de parar el Holocausto."Cuanto m¨¢s tiempo pasa desde que me encuentro fuera de los horrores del pa¨ªs y cuanto m¨¢s alejado estoy del frente, m¨¢s experimento el horror de la tragedia de los jud¨ªos".
El 5 de julio de 1945, Estados Unidos y Gran Breta?a retiraron su reconocimiento al Gobierno polaco en el exilio para entablar relaciones oficiales con el de Varsovia, copado por los protegidos de Stalin. Karski, acus¨®: "Churchill fue m¨¢s culpable, pero Roosevelt, m¨¢s perjudicial". No volvi¨® a Polonia. Se instal¨® en Estados Unidos y dio clases de ciencias pol¨ªticas en la Universidad de Georgetown durante 30 a?os -Bill Clinton fue uno de sus alumnos-. Karski, el hombre que gritaba "vi cosas horribles", muri¨® en Washington en 2000, a los 86 a?os.
La sordera de los aliados
Jan Karski se lamentaba de que los pocos minutos -de las ocho horas rodadas con ¨¦l- elegidos por Claude Lanzmann para su intervenci¨®n en la pel¨ªcula Shoah no se centraran en "lo que solo ¨¦l pod¨ªa testimoniar", la sordera de Occidente ante la llamada de angustia de los jud¨ªos del gueto de Varsovia. Cuando en 2009 apareci¨® en Francia su vida novelada con suma ligereza por Yannick Haenel, el director franc¨¦s quiso rescatar el testimonio in¨¦dito de Karski en un documental que acaba de estrenar la cadena de televisi¨®n Arte.
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