Un olvido inesperado
Las bodas de plata de cualquier acontecimiento importante en nuestras vidas acostumbran a ser motivo de celebraci¨®n. Sin embargo, el veinticinco aniversario de la adhesi¨®n de Espa?a a la UE, el 1 de enero pasado, ha pasado con m¨¢s pena que gloria.
En todo caso, nada comparable con la celebraci¨®n hace cinco a?os del veinte aniversario. En aquella ocasi¨®n, Gobierno, organismos econ¨®micos, Universidades, entidades de la sociedad y medios de comunicaci¨®n rememoraron por todo lo alto el ingreso. Ahora, sin embargo, en el veinticinco aniversario de la integraci¨®n muy pocos se han atrevido a celebrarlo.
?Cu¨¢les son las causas de este olvido inesperado? ?Qu¨¦ significado puede tener de cara a la evoluci¨®n del esp¨ªritu europe¨ªsta de los espa?oles? Podemos ensayar dos respuestas, una optimista y otra no tanto.
El objetivo espa?ol debe ser un modelo basado en exportaciones, empleo de calidad y salarios elevados
La optimista vendr¨ªa a decir que el olvido tiene su raz¨®n de ser en el hecho de que la integraci¨®n es ya un hecho rutinario de nuestras vidas. La generaci¨®n que hoy est¨¢ en la universidad naci¨® ya europea. Quiz¨¢ sea por esto. Pero cabe tambi¨¦n otra interpretaci¨®n. Quiz¨¢ ese olvido est¨¦ vinculado a frustraciones sobrevenidas en el fervor europe¨ªsta inicial y a una percepci¨®n social creciente de que a partir de ahora la pertenencia a la zona euro puede acarrear situaciones poco confortables para Espa?a.
El fiasco del refer¨¦ndum sobre la nueva constituci¨®n europea fue el punto de arranque. Los espa?oles se anticiparon a votar y lo hicieron de forma entusiasta, aunque sin conocer lo que votaban, ni importarles. Pero el posterior "no" franc¨¦s y dan¨¦s puso a cada uno en su sitio. Josep Ramoneda ha afirmado que el inter¨¦s de los espa?oles por Europa comenz¨® a cambiar ese d¨ªa.
Aun as¨ª, hay que reconocer que ese fervor europe¨ªsta irreflexivo ten¨ªa su raz¨®n de ser. La historia de los veinte primeros a?os de integraci¨®n fue una historia de ¨¦xito. No apareci¨® lo que la literatura especializada y la experiencia hist¨®rica de uniones monetarias nacionales del siglo XIX se?alan como uno de los riesgos m¨¢s probables de una integraci¨®n: la agudizaci¨®n de desequilibrios regionales. Al contrario, en nuestro caso se produjo una convergencia en renta, tanto entre las regiones espa?olas como de Espa?a respecto a la media de los pa¨ªses de la UE. El resultado fue un "win-win", todos ganadores.
Hab¨ªa, sin embargo, algunas se?ales de peligro: fuerte endeudamiento privado, intenso desequilibrio comercial externo, baja productividad, tejido productivo con demasiado peso de sectores de baja productividad, mala calidad de empleo o salarios bajos. Pero esas fallas en la modernizaci¨®n econ¨®mica eran vistas, en el mejor de los casos, como se?ales de una enfermedad que no daba s¨ªntomas visibles de gravedad, y con la que se pod¨ªa convivir.
Pero a partir de la crisis de 2008, esa enfermedad asintom¨¢tica se ha manifestado con toda su virulencia y gravedad.
Quiz¨¢ sea esta realidad la que ha creado una percepci¨®n menos ben¨¦fica de los efectos de la integraci¨®n. Y de ah¨ª el "olvido" de la efem¨¦rides de las bodas de plata.
Pero alguien tiene que contar a la sociedad espa?ola que esas fallas en nuestra modernizaci¨®n econ¨®mica no tienen que ver con la adhesi¨®n en s¨ª misma, sino con una mala estrategia pol¨ªtica a la hora de combinar los dos grandes objetivos econ¨®micos de una integraci¨®n. Primero, el control interno de precios y salarios para que las empresas no vean comprometida su competitividad con la integraci¨®n. Segundo, la apertura exterior de la econom¨ªa y la liberalizaci¨®n de los mercados de capitales. Era fundamental que el primero precediese al segundo. Era como vacunarse antes de salir de viaje por el mundo.
La huelga general de 1988 rompi¨® esa secuencia. El ¨¦xito de la huelga debilit¨® la capacidad pol¨ªtica del Gobierno. Salarios y precios se dispararon. En ese escenario, el Gobierno cay¨® en la tentaci¨®n de adelantar la integraci¨®n total para buscar en la disciplina financiera externa lo que no era capaz de conseguir con su pol¨ªtica interna. Acord¨® la liberalizaci¨®n total de los flujos de capitales antes de la fecha que exig¨ªan los acuerdos de integraci¨®n; e incorpor¨® la peseta al Sistema Monetario Europeo, con un tipo de cambio sobrevalorado.
Este sesgo financiero de la integraci¨®n perjudic¨® de forma sensible la posibilidad de asentar un nuevo modelo de crecimiento basado en las exportaciones. El tipo de cambio sobrevaluado y los incrementos de costes internos debilitaron la capacidad competitiva de las empresas espa?olas. El resultado fue la aparici¨®n de fuertes desequilibrios comerciales y una orientaci¨®n de la inversi¨®n hacia sectores econ¨®micos muy poco productivos y de salarios bajos, como el sector inmobiliario.
Las fallas que hoy observamos en el modelo de crecimiento tienen su origen en esa estrategia err¨®nea de pol¨ªtica econ¨®mica para la integraci¨®n. Lo ocurrido desde 1999, con la entrada en el euro, no hizo sino multiplicar ese mismo error.
Los espa?oles han de saberlo, porque si no pueden atribuir a la integraci¨®n econ¨®mica y monetaria europea unas consecuencias que son, en realidad, el resultado de una mala pol¨ªtica econ¨®mica interna.
Ahora que desde Alemania se propone un nuevo plan de competitividad para la econom¨ªa de la zona euro, el objetivo de Espa?a tiene que ser el fomentar por todos los medios a nuestro alcance un modelo de crecimiento basado en las exportaciones y en la creaci¨®n de empleo de calidad y con salarios elevados. Y hay mimbres, como muestran los buenos datos de exportaci¨®n logrados en los ¨²ltimos a?os. Pero hace falta buena pol¨ªtica. ?O acaso hay a¨²n quien cree que el poder econ¨®mico de las naciones es el resultado de la din¨¢mica darwiniana de la econom¨ªa?
Ant¨®n Costas Comesa?a es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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