Riquelme y los equilibrios
Boca se reforz¨® este semestre pensando en volver a ser campe¨®n, pero en su debut en La Bombonera perdi¨® por goleada contra Godoy Cruz de Mendoza. Luego, sin la presencia de Riquelme, lesionado, gan¨® en la segunda fecha a Racing en su visita a Avellaneda. Los resultados se ataron directamente a la participaci¨®n del jugador y al efecto de su gravitaci¨®n en el equilibrio colectivo. Se habl¨® mucho de ese equilibrio estos d¨ªas en Boca. La discusi¨®n gir¨® en torno al viejo clich¨¦ de talento vs. orden y el ¨ªdolo de la hinchada qued¨® en medio de las balas.
El s¨¢bado pasado, para enfrentarse al reci¨¦n ascendido All Boys, Julio C¨¦sar Falcioni, el flamante entrenador de Boca, dej¨® fuera de su lista a Riquelme y envi¨® al banquillo a Erviti, los dos jugadores m¨¢s creativos del equipo. Las razones de la exclusi¨®n de Riquelme parecen mezclar la desconfianza sobre su estado atl¨¦tico con un principio de cautela t¨¢ctica.
La paradoja es persistente: si se arriesga, se puede perder; si no se arriesga, hay cosas que no se aprenden nunca
El f¨²tbol moderno es cruel con los espacios regalados al adversario y casi nadie parece estar dispuesto a dar la m¨¢s m¨ªnima ventaja defensiva. Ante las inclemencias, los entrenadores -primeras v¨ªctimas de la crueldad- se parapetan detr¨¢s de dos ordenadas l¨ªneas de cuatro y esperan a que escampe.
Cuando debatimos sobre buscar el equilibrio, parecer¨ªa que una imposici¨®n conceptual se hubiera colado en el lenguaje futbolero. La referencia es indefectiblemente sobre no quedar demasiado expuestos en la defensa. Nunca son desequilibrados, en los an¨¢lisis, los equipos que carecen de creaci¨®n o no logran llegar al ¨¢rea contraria. Esta deformaci¨®n en la manera de percibir y juzgar apoya sus razones en otra m¨¢xima de larga data que reza: los equipos se construyen desde atr¨¢s hacia adelante.
La creaci¨®n es infinitamente m¨¢s compleja que la destrucci¨®n y en el futbol, como en cualquier otra actividad cuando se tienen pretensiones creativas, no hay posibilidad de llegar a resultados satisfactorios sin asumir ciertos riesgos.
La paradoja es persistente: si se arriesga, se puede perder; si no se arriesga, hay cosas que no se aprenden nunca. Afrontar este dilema y contar con el tiempo necesario para resolverlo es uno de los principales desaf¨ªos que encaran los entrenadores que intentan con sus equipos un juego con sentido de la elaboraci¨®n.
Menos ardua y peligrosa es la tarea de encerrarse ordenadamente y esperar el error ajeno. En un mundo ideal, donde los entrenadores tuvieran m¨¢rgenes temporales razonables, donde el aficionado fuera m¨¢s tolerante, donde el periodista no emitiera juicios definitivos en tres partidos, los equipos contar¨ªan con ese margen esencial para la repetici¨®n del error, un camino inevitable en el aprendizaje de tareas de acoplamiento colectivo. La realidad, en cambio, es despiadada y los entrenadores apelan al instinto de supervivencia.
Falcioni opt¨® por la exclusi¨®n total en las primeras fechas. Mientras espera que su 10 se recupere, corre el riesgo de que el juego de Boca resulte desesperantemente equilibrado.
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