La derecha libertaria
Pertenezco a una generaci¨®n en la que entrar en pol¨ªtica no solo no te ofrec¨ªa ning¨²n tipo de prebendas, sino que te privaba de tus medios de vida m¨¢s elementales. Perd¨ªas el trabajo, la beca de estudios y si pertenec¨ªas a una familia conservadora, te encontrabas de pronto en la calle, sin m¨¢s amparo que tus amigos ni m¨¢s consuelo que la generosidad de los extra?os que te ofrec¨ªan gratis su refugio. Miles de j¨®venes, con diecis¨¦is o dieciocho a?os, emprendimos ese exilio familiar. Nos march¨¢bamos de casa en busca de la libertad con unos cuantos discos y libros bajo el brazo, mientras nuestras madres se enjugaban las l¨¢grimas al escuchar a Serrat cantar esa balada del desamparo: "Nena, ?qu¨¦ va a ser de ti?"
Y eso teniendo suerte. Mucha suerte. La de haber conocido solamente los coletazos del antiguo r¨¦gimen porque tan solo unos cuantos a?os antes de esa masiva traslaci¨®n de las conciencias, los j¨®venes que se atrev¨ªan a enarbolar banderas de libertad, eran apaleados, torturados en las comisar¨ªas o condenados por el Tribunal de Orden P¨²blico por distribuir propaganda ilegal, en las que la palabra "libertad" destacaba con grandes letras. Mientras, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar participaba en un sindicato de inspiraci¨®n falangista y Mariano Rajoy comenzaba su prol¨ªfica carrera de mirar hacia otro lado, ajeno a las ansias de libertad de su generaci¨®n.
Hac¨ªamos pol¨ªtica con nuestro cuerpo, con nuestras vidas, con nuestros gustos musicales, con nuestra forma de vestir. Convert¨ªamos cada gesto cotidiano en el campo de batalla de una sublevaci¨®n contra la tiran¨ªa de la uniformidad y de la dictadura. Nos ahog¨¢bamos en un aire viciado de prohibiciones, de l¨ªmites, de censuras y de imposiciones. Am¨¢bamos la libertad y odi¨¢bamos la injusticia, all¨¢ donde se produjera.
La derecha espa?ola era pura prohibici¨®n, excepto en el ¨¢mbito de lo privado, donde afirmaban la suprema libertad -del var¨®n, claro est¨¢- de hacer lo que quisiera con su hacienda o con las vidas de las mujeres o de sus hijos. La violencia de g¨¦nero, el castigo a los hijos, el capricho de las decisiones dom¨¦sticas, era el sagrado refugio de un reino individual en el que ning¨²n poder pol¨ªtico ten¨ªa derecho a regular.
Sin embargo, la derecha se ha vuelto bruscamente libertaria. Aznar lo proclam¨®, melena al viento: "D¨¦jenme que conduzca como quiera o que beba lo que quiera". Lo ratifica Rajoy: "Menos prohibiciones, menos regulaciones, menos leyes". ?De qu¨¦ habla la derecha cuando se refiere a la libertad? ?la de consumir sin freno los recursos naturales? ?la de pagar con el dinero p¨²blico la escuela religiosa? ?la que garantiza a grandes empresas y bancos mover sus capitales sin regulaci¨®n alguna? ?la de reducir los impuestos a los poderosos? La derecha espa?ola no tiene inconvenientes en combinar su canto a la libertad con la sumisi¨®n a la jerarqu¨ªa cat¨®lica, la incomodidad ante los nuevos derechos de las mujeres, la oposici¨®n al matrimonio homosexual o la petici¨®n de m¨¢s regulaciones contra los inmigrantes. No es gratuito que Rajoy exalte el 8 de marzo, como m¨¢xima libertad de las mujeres la de dedicarse en cuerpo y alma a su hogar. Voluntariamente, claro.
Su demanda de libertad no es tal sino una nueva forma de llamar al individualismo feroz que no acepta el derecho a la igualdad de los seres humanos, que no consentir¨¢ regulaci¨®n ninguna de los mercados aunque nos lleven al borde del abismo y que no est¨¢ dispuesto a cambiar los h¨¢bitos de consumo que ponen en peligro la existencia de nuestro planeta.
No es un fen¨®meno t¨ªpicamente espa?ol. La derecha internacional se niega a regular los mercados, a aprobar protocolos medioambientales o a dar a las personas igual libertad que a las mercanc¨ªas. "Fuera regulaciones, normativas y leyes" exclaman. No es un c¨¢ntico a la libertad, sino al mercado y una granada lanzada contra el poder equilibrador de las democracias.
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