'Neohippies' a orillas del Mekong

Es, sin duda, lo m¨¢s relajado dentro de lo m¨¢s relajado. Y es que si Laos es lo m¨¢s apacible que se puede encontrar en el sureste asi¨¢tico, el sur del pa¨ªs es a su vez su regi¨®n m¨¢s apacible. Se estira a lo largo del Mekong, que constituye su columna vertebral y que, contagiado por el ambiente general de adormilamiento, se vuelve ¨¦l tambi¨¦n holgaz¨¢n, fluyendo perezosamente, sin prisa, a la vez que ensancha su lecho entre orillas de vegetaci¨®n exuberante.

01 PAKSE

El viaje suele empezar en Pakse. A pesar de su ambicioso t¨ªtulo, con sus 70.000 habitantes, de segunda ciudad del pa¨ªs, Pakse se asemeja todav¨ªa a un peque?o pueblo de provincias. Sus calles rectil¨ªneas y demasiado anchas para el apacible tr¨¢fico que monopolizan las motos est¨¢n bordeadas de una extra?a mezcla de casitas de inspiraci¨®n neocolonial y de chozas de madera que parecen bambolearse permanentemente. La ¨²nica muestra de animaci¨®n se concentra a orillas del Mekong, donde, al anochecer, los j¨®venes dan vueltas incansablemente con sus motocicletas, en un ballet ruidoso y desordenado. En los peque?os quioscos de madera que parecen suspendidos sobre el r¨ªo, el viajero puede juntarse con los modernos locales para tomar una Beerlao, la omnipresente (y excelente) cerveza local, antes de bajar a cenar en uno de los barcos restaurante amarrados a lo largo de la orilla. Y los nost¨¢lgicos de la monarqu¨ªa podr¨¢n despu¨¦s, por unos 50 d¨®lares apenas, descansar por la noche en un antiguo palacio, que construy¨® en los a?os veinte el pr¨ªncipe Boum Oum, el ¨²ltimo monarca de un peque?o reino local, y que ha sido transformado en hotel.

02 CHAMPASAK

Despu¨¦s de Pakse, una incursi¨®n por la cultura: a unos 50 kil¨®metros al sur se encuentran las ruinas de Champasak, que la Unesco integr¨® en 2002 en su Patrimonio de la Humanidad. Construido a partir del siglo V, este conjunto de templos fue, hist¨®ricamente, la primera manifestaci¨®n art¨ªstica importante de este arte jemer que iba a llegar posteriormente a su apogeo en la vecina Camboya con los suntuosos templos de Angkor. Una antigua carretera real conectaba directamente el sitio de Champasak con el de Angkor, despu¨¦s de que los reyes jemeres abandonaran el primero para acabar traslad¨¢ndose al segundo.

Para llegar a Champasak hay que merecerlo: tras abandonar la carretera, hace falta, primero, cruzar el Mekong en un peque?o ferry rudimentario para desembarcar en un peque?o pueblo polvoriento con ambiente de Far West, donde hay que ir a la caza de uno de los pocos veh¨ªculos disponibles para poner rumbo a las ruinas. Pero el resultado est¨¢ a la medida del esfuerzo. El complejo religioso, llamado Wat Phu ("templo de la monta?a") y de origen hinduista (aunque se lo apropiaron despu¨¦s, en un pac¨ªfico sincretismo, los budistas), est¨¢ al pie de una monta?a sagrada con forma de lingam, el s¨ªmbolo f¨¢lico que evoca el dios Shiva. Se abre con dos peque?os palacios bien conservados, con unos frontones donde se amontonan refinadas esculturas religiosas encuadradas por unas columnas entorchadas. Una amplia avenida bordeada de mojones conduce de all¨ª a los tres tramos de escaleras que, en una subida abrupta, llevan a la terraza donde se encuentra el santuario principal. La impresionante vista se extiende hacia el Mekong, en medio de la inmensidad verde de la jungla que rompe el azul de dos estanques artificiales en torno a los templos. Y la atmosfera, en este sitio rec¨®ndito donde unas viejitas rezan con fervor tras depositar unas ofrendas, tiene algo de deliciosamente m¨ªstico.

03 SI PHAN DON

Tras el esfuerzo de descubrimiento cultural, vuelta al "derecho a la pereza" que defini¨® Paul Lafargue. Al sur de Champasak, cerca ya de Camboya, el viajero llega a Si Phan Don, es decir, "las cuatro mil islas": las que deja aflorar el Mekong, que serpentea, en una lenta y caprichosa gincana, entre ellas. Nadie sabe si son realmente 4.000, pero lo cierto es que son muchas y variadas: algunas tienen varios kil¨®metros cuadrados, otras se resumen en un ¨¢rbol. La vida aqu¨ª se concentra a orillas del r¨ªo: aqu¨ª se ven ni?os y adultos ba?¨¢ndose, all¨ª una familia se lava los dientes con los pies en el agua, mientras unos metros m¨¢s all¨¢ unos b¨²falos beben pl¨¢cidamente, en una cohabitaci¨®n entre humanos y animales dudosa para la higiene. Y no hay nada m¨¢s placentero para el viajero que dejarse deslizar en una barcaza, sin rumbo ni prisa, por este laberinto fluvial.

El turismo, por lo dem¨¢s, ha empezado a descubrirlas, conforme se iban construyendo las primeras pistas e instalando la electricidad. La m¨¢s desarrollada es Don Khong, con su principal pueblo, Muang Khong. Desarrollada es un decir: si los peque?os hoteles empiezan a crecer como hongos, respetando, eso s¨ª, la armon¨ªa est¨¦tica de tipo neocolonial del lugar, las motocicletas siguen siendo casi los ¨²nicos usuarios de las dos calles a las que se limita el pueblo. Y los gallos siguen despertando al alba al viajero, cuya principal actividad, durante el d¨ªa, ser¨¢ contemplar el magn¨ªfico amanecer sobre el Mekong saboreando una Beerlao.

04 DON DET

Unos kil¨®metros m¨¢s al sur, en la isla de Don Det, la vista sobre el r¨ªo sigue suntuosa, pero es el panorama humano el que cambia: el lugar se est¨¢ convirtiendo en un centro de turismo "alternativo" parecido a lo que fueron hace unos decenios Katmand¨² o Goa. Una larga hilera de caba?as construidas sobre pilotes abriga a una poblaci¨®n de j¨®venes procedentes de todos los sitios de la tierra que, en bermudas y en medio de los olores a marihuana, contemplan durante horas, embobados, la vida apacible del r¨ªo. Mientras, unos minibuses llenos de adolescentes rubios y bronceados convergen, cada vez m¨¢s numerosos, hacia este nuevo para¨ªso que habr¨ªa encantado a los que ayer se llamaban los hippies. Un para¨ªso que, sin embargo, debe hoy preservar su fr¨¢gil equilibrio y evitar ser v¨ªctima de su propio ¨¦xito.