Maltratadores ?Pueden cambiar?
Yo no sab¨ªa que era una persona violenta. Y lo era. Gracias a que me detuvieron, entend¨ª que hay muchas otras formas de violencia que ejercemos y no nos damos cuenta. Tuvimos una discusi¨®n. En la calle. Con testigos. Mi mujer nunca me habr¨ªa denunciado, pero hab¨ªa testigos, que fueron a la polic¨ªa, normal. Fue por una cuesti¨®n de celos, la discusi¨®n fue subiendo de tono, la insult¨¦, y en un momento de arrebato le di un cabezazo, empez¨® a llorar y a sangrar. Se sent¨® en la acera. Lleg¨® la polic¨ªa y una persona para atender a mujeres maltratadas. Y a m¨ª se me encendi¨® una luz, como si te quitaran un velo, sobre qu¨¦ vida estaba llevando. Tambi¨¦n creo que le sirvi¨® a mi pareja. Porque yo creo que ella estaba metida en un proceso de entender toda esa violencia como algo normal, asumible dentro del matrimonio".
"Te metes en una rueda. Vuelves a perdonarte. Te enga?as a ti mismo. Y vas cayendo en una espiral"
"Cuando sal¨ª de la c¨¢rcel y volv¨ª a casa, la gente me trataba como si la v¨ªctima fuera yo"
Pablo, madrile?o de 43 a?os, con dos hijos de la mujer a la que agredi¨® y que le llev¨® ante el juez. Es uno de los hombres que, por sentencia, han acudido a las sesiones de terapia que organiza la Asociaci¨®n para la Convivencia Aspacia, que lleva el nombre de una excepcional disc¨ªpula de S¨®crates y que tiene como finalidad eliminar la violencia, proteger a las v¨ªctimas y promover la igualdad en las relaciones (www.asociacion-aspacia.org).
"Las personas que somos violentas tenemos que asumir que no hay excusas para la violencia, que te pasas meses intentando justificarte, y no, no, no, eso no es. Nada que ver ni con el comportamiento de mi mujer, ni con antecedentes en mi familia. Nada de eso. Yo era una persona que, cuando me pon¨ªa a discutir con mi mujer, daba incluso pu?etazos en la pared. No lo ve¨ªa como violencia, y ahora me doy cuenta de que lo era, que era el paso anterior a la violencia f¨ªsica, que te quedas ah¨ª porque la otra persona se rebaja, no te hace frente... Y yo creo que se llega ah¨ª por miedo... Es como un virus que se va infiltrando en tu manera de ser, poco a poco te vas acostumbrando a comportarte de esa manera violenta, o miedosa. Te vas metiendo en una rueda, vuelves a perdonarte, te enga?as a ti mismo y vas cayendo en una espiral, y cada vez es m¨¢s peque?o el c¨ªrculo entre un episodio de violencia y de perd¨®n".
El caso de Pablo rompe con t¨®picos que a¨²n perviven en torno a la violencia de g¨¦nero: alcohol, incultura, inmigrantes, clases bajas, entornos degradados... No. La violencia de g¨¦nero parte de un caldo de cultivo de excesiva tolerancia con dos pautas de comportamiento: la violencia en general (a¨²n se ve como algo atractivo en un hombre, algo valiente, varonil) y la desigualdad hombre-mujer. Son dos actitudes que, a poco que se profundice, siguen a¨²n muy vivas entre muchos y muchas. Porque, insisten los expertos, esto no es una lucha, un enfrentamiento, entre g¨¦neros, sino un trabajo de todos y todas. Y cuyas puntas de iceberg son las que, a menudo, nos impactan en forma de asesinatos. El a?o pasado, 73 mujeres murieron por violencia machista. En 2009 fueron 55; 76, en 2008; 71, en 2007; 69, en 2006. O sea, 344 mujeres muertas en los ¨²ltimos cinco a?os a manos de sus novios, compa?eros, maridos, exmaridos, excompa?eros, exnovios... Doce en los dos primeros meses de 2011. Demasiadas para no intentarlo todo. El testimonio de Pablo, recogido en una serie de grabaciones de Jos¨¦ Antonio Rodr¨ªguez Amado para un trabajo de Aspacia, resulta revelador. Contin¨²a as¨ª:
"Mi mujer es una persona muy independiente, periodista, y yo intentaba imponer mis decisiones. Y llega un momento, en el primer a?o del matrimonio, que tengo miedo a perderla, a que el negocio no fuera bien, a no tener dinero, a no ser suficiente hombre, a todos esos estereotipos que nos meten en la cabeza. Las discusiones cada vez eran m¨¢s habituales. Como si estuvi¨¦ramos luchando por parcelas de poder. Me molestaba incluso que me preguntara. Yo respond¨ªa de manera violenta, no se me ocurr¨ªa otro camino que no fuera el enfrentamiento. Ella intent¨® en muchas ocasiones que habl¨¢ramos. Pero yo me encerraba, ?le negaba a mi pareja el derecho a hablar! Era tan cobarde, que ve¨ªa todo como una agresi¨®n hacia m¨ª... Es que yo creo que ten¨ªa complejos: a quedarme calvo, a no ganar tanto dinero como otros, a no ser lo suficientemente bueno en la cama. Ella ten¨ªa mucho ¨¦xito en su trabajo. Y s¨ª, ahora entiendo que me molestaba. Por parte de ella hab¨ªa reproches, pero l¨®gicos, eran reproches para motivarme, y yo los ve¨ªa como un ataque. Era tan ego¨ªsta que solo me dec¨ªa: ?por qu¨¦ me habr¨¢ tocado a m¨ª esta mujer?".
"El altercado se produjo en la v¨ªa p¨²blica. Me detuvieron y llevaron a comisar¨ªa. Pas¨¦ una noche en el calabozo y al d¨ªa siguiente se celebr¨® el juicio r¨¢pido. Esa noche me di cuenta de que ten¨ªa que cambiar. El juez me impuso orden de alejamiento, condena de seis meses de c¨¢rcel, reparaci¨®n de da?os m¨ªnima (100 euros), porque ella tuvo una hemorragia en la nariz. Y hacer esta rehabilitaci¨®n psicol¨®gica. Cuando sal¨ª de la c¨¢rcel y llegu¨¦ a casa, la gente me trataba como si la v¨ªctima fuera yo. Dici¨¦ndome: la ley est¨¢ fatal, esto es una verg¨¹enza... Pero ?c¨®mo es posible? Incluso mis amigos dec¨ªan: es que las mujeres te buscan... Tambi¨¦n me di cuenta de que ser buena persona cuesta; ser malo, tonto, miedoso es muy f¨¢cil. Ser buena persona cuesta mucho trabajo diario, diario. Antes de esa noche me ment¨ªa a m¨ª mismo, te dices: 'Qu¨¦ pesada mi mujer, me est¨¢ haciendo la vida imposible'; te enga?as a ti mismo tanto, que ves la vida al rev¨¦s. Hasta su madre le dijo: 'Es que eres muy pesada con tu marido'. Tremendo".
"Ahora me siento mejor. Lo m¨¢s importante ha sido aprender a recibir cr¨ªticas. Antes saltaba, era como si me vieran desnudo. Es lo que m¨¢s cuesta: aprender a recibir cr¨ªticas. Incluso ahora mismo, un a?o despu¨¦s de la terapia, el 50% de las personas con las que comparto la terapia siguen excus¨¢ndose por lo que hicieron. ?El 50%! Imag¨ªnate... Cambiar es una cosa de mucho trabajo, mucho tiempo, mucho esfuerzo. No hay nada m¨¢gico que te haga cambiar y decir: ya, ya no soy violento. Antes estaba en un constante sem¨¢foro rojo, en un constante estado de alerta. He aprendido mecanismos para estar en verde. Hago deporte todos los d¨ªas, leo mucho todas las noches, que te da una relajaci¨®n incre¨ªble, llevo un diario. Pero eso es lo superficial. El cambio es m¨¢s profundo, no permitirme en ning¨²n momento ninguna excusa. No, no. Este cambio requiere mucho trabajo, no bajar la guardia ni un momento. Es la putada de la violencia de g¨¦nero de, por decirlo de alguna manera, de baja intensidad, que ellas tienen menos apoyo, que la sociedad asume que el hombre sea violento...".
Cada trimestre se registran en Espa?a en torno a 32.000 denuncias por violencia machista. En 2010, el 26% de ellas terminaron en condenas con suspensi¨®n, de modo que esos hombres no han de ingresar en prisi¨®n, pero est¨¢n obligados a seguir la terapia de rehabilitaci¨®n. Andr¨¦s Quinteros, responsable del ?rea de Violencia Familiar y Social de Aspacia y que ha trabajado con maltratadores y violencia familiar en Argentina, Chile, Brasil y ahora Espa?a, nos ayuda a enmarcar el problema: "El primer paso es que reconozcan la violencia que ejercen. Pegar a alguien nunca puede justificarse. Si consideras que tu mujer es una pesada, puedes responder de otra manera, nunca con violencia, nunca humillando. Las relaciones de pareja pueden ser conflictivas, pues s¨ª, claro, pero la v¨ªa para afrontar ese problema nunca puede partir desde la desigualdad ni desde la violencia. Del conflicto al dominio o maltrato hay un abismo. La violencia de g¨¦nero es transversal y tiene que ver con c¨®mo se construye la masculinidad y la feminidad. Luego hay otros factores precipitadores, agravantes, como pueden ser la crisis econ¨®mica, el alcohol, quedarse en paro... Pero esos, por s¨ª mismos, no explican la violencia; la precipitan, pero no m¨¢s. El problema es que, para sentirse hombres, no quieren una mujer a su lado; quieren una mujer por debajo de ellos".
Ana Escobar, psic¨®loga, responsable del ?rea de Violencia de G¨¦nero y de Igualdad de Aspacia (se encarga de las v¨ªctimas; frente a Andr¨¦s, que se ocupa de los agresores), ayuda a completar el cuadro: "Todos tratan de minimizar lo sucedido y de responsabilizar a las mujeres. Son disculpas de libro: les han puesto al l¨ªmite, les han provocado, les buscaban las vueltas, fue solo un empuj¨®n... Es el ¨²nico delito en el que la v¨ªctima se convierte en sospechosa... Se les traslada la responsabilidad en todos los casos. Incluso si no denuncian se les echa en cara, como a veces podemos entrever en noticias de prensa. Ellas tambi¨¦n tienen tan interiorizado su rol, que, incluso habiendo sufrido da?os muy graves, justifican al agresor; y para que haya una coherencia con esa exculpaci¨®n confiesan su amor hacia ellos... No hay un perfil de v¨ªctimas, pero s¨ª conductas que se repiten. Autoestima baja, asunci¨®n de determinados roles de sumisi¨®n. Les atrae esa relaci¨®n de dependencia. La terapia con ellas es fundamental para recomponer sus propias habilidades y capacidades. Es un trabajo clave: reforzarles la autoestima. Los casos m¨¢s complicados son los que han experimentado un proceso largo de embaucamiento al principio y muy largo de anulaci¨®n despu¨¦s".
Y contin¨²a con una cr¨ªtica al recuento obsesivo de asesinatos en los medios de comunicaci¨®n, que invisibiliza otros problemas: "?Pero si hay tantas mujeres muertas en vida...! No es justo fijarse solo en ese dato...Hay mucha tolerancia con el hombre agresivo, y en ese caldo de cultivo la mujer es vulnerable. No se trata de proteger a la mujer, sino de acabar con esos patrones machistas, de roles de desigualdad. No tenemos que ver esto como la lucha de dos bandos, sino como algo en los que debemos estar embarcados todos y todas; porque no es solo cuando llegan a matarla, es que hay mucho micromachismo, mucha violencia a¨²n aceptada".
Escuchemos a Christopher, polaco, de 29 a?os (10 en Espa?a), casado con una mujer polaca, con dos hijos, alba?il, en otra de las grabaciones de Aspacia: "No fue maltrato, maltrato. Yo estaba borracho. Era de noche. Est¨¢bamos en casa de mi cu?ado. Hablamos muy fuerte. Tuve una discusi¨®n con su hermano. Salimos. Y por la calle, discutimos. Yo con mi mujer. La empuj¨¦. Pero yo no la pegu¨¦, ni nada as¨ª. Lo vio una se?ora. Llam¨® a la polic¨ªa. Vinieron. Preguntaron a mi mujer qu¨¦ pasaba. Ella no quer¨ªa denunciar ni nada. Seguimos juntos. Yo ahora veo el mundo de otra forma. He cambiado mucho, el mundo me ha cambiado el cien por cien. Me llevaron detenido. Yo estaba borracho. No me enteraba bien de lo que pasaba. Yo ten¨ªa problemas con el alcohol. Ella no quer¨ªa que bebiera. Yo no pod¨ªa dejarlo. Y muchos problemas ven¨ªan por eso. Discut¨ªamos mucho. Nos chill¨¢bamos. Ahora ya no. Yo dej¨¦ hace dos a?os la bebida. Ya no bebo ni una gota. La vida me ha cambiado el cien por cien. No tengo problemas con el dinero. Todo se soluciona m¨¢s f¨¢cil. Mi vida ha sido una ruina".
"Maltratos f¨ªsicos no ha habido, pero psicol¨®gicos, s¨ª, porque yo beb¨ªa, y ella lo pasaba mal. Ahora yo le digo que lo siento, y que quiero recuperar el tiempo perdido. Yo digo que estoy viviendo mi tercera vida. La de ni?o, en el orfanato, la de cuando beb¨ªa, y la de ahora. Llevo casi un a?o de tratamiento. Me parece muy positivo. Aprendes a hablar, a escuchar, a tratar a la gente. Son cosas que la gente puede decir que son peque?as, pero yo veo que son muy importantes para la vida. Ahora tengo paciencia, escucho. No salto. Por fin he dejado atr¨¢s todo eso".
Una pregunta para Andr¨¦s Quinteros: los cr¨ªticos con la Ley de Violencia de g¨¦nero de diciembre de 2004 enarbolan las 73 v¨ªctimas del a?o pasado, cifra que supone un 30% m¨¢s que en 2009, para echar por tierra lo hecho por el Gobierno del PSOE en el ¨²ltimo lustro... ?Tienen raz¨®n? "En los ¨²ltimos 15 a?os s¨ª ha habido una evoluci¨®n en Espa?a. Sobre todo en cuanto al conocimiento del problema, a tomar conciencia de ¨¦l y en la informaci¨®n y protecci¨®n a las v¨ªctimas. Empieza a haber cambios culturales y sociales, que son los que se ven a m¨¢s largo plazo, como es el rechazo al maltratador. Pero esos cambios han de plantearse a 20 o 30 a?os. Nuestro trabajo debe enmarcarse ah¨ª. No se puede cambiar algo de siglos, algo tan arraigado como son los patrones culturales, en dos o tres a?os. En Estados Unidos, la pol¨ªtica para atajar el maltrato infantil ha comenzado a dar frutos 35 a?os despu¨¦s de iniciarse. La educaci¨®n y la prevenci¨®n son las piedras angulares".
?Y dan resultado estas terapias de rehabilitaci¨®n? "Se realiza un informe al final. Hasta ahora, el balance es m¨¢s o menos que entre el 50% y el 60% se estaban cumpliendo los objetivos; un 30% abandonaron el tratamiento, y con un 20% no se alcanz¨® ning¨²n avance". Antes, los tratamientos pod¨ªan ser en grupo o individuales, pero ahora -marcados por la falta de recursos-, el nuevo protocolo indica que van a ser tratamientos grupales de seis meses, en una sesi¨®n semanal. "Sinceramente", apunta Quinteros, "en seis meses, en psicolog¨ªa, es muy dif¨ªcil cambiar nada. En seis meses lo que se suele alcanzar es llegar a reconocer lo que ha sucedido. Creo, adem¨¢s, que se hace mucho ¨¦nfasis en lo psicoeducativo, en las habilidades sociales, la empat¨ªa, y deber¨ªamos entrar a trabajar ya en nuevas alternativas de masculinidad".
Para aquellos que s¨ª han recibido penas de prisi¨®n el esquema es distinto. Lo explica Alfredo Ruiz, del ¨¢rea que coordina los tratamientos en prisi¨®n en la Secretar¨ªa General de Instituciones Penitenciarias: Comenzaron a trabajar con maltratadores en 2002, en una experiencia piloto. En 2005 se pusieron ya en marcha. Seg¨²n los datos del pasado oto?o de Instituciones Penitenciarias, hay 3.821 hombres cumpliendo condena por violencia de g¨¦nero como principal delito; a los que hay que sumar aquellos otros que cumplen condena por este m¨¢s otros delitos; en total, 6.517 hombres. Para quienes est¨¢n en prisi¨®n, el tratamiento es voluntario (para los que hemos visto hasta aqu¨ª, los que est¨¢n fuera, es obligatorio, pues se les conmuta la pena de c¨¢rcel a cambio de esta terapia). Son programas de un a?o, y participan en torno a 750 en cada curso; una sesi¨®n semanal de tres horas. "?Grado de satisfacci¨®n? Por las encuestas que hacemos", explica Ruiz, "el 50% opinan que les ha resultado muy positivo. Pero es muy dif¨ªcil hacer una evaluaci¨®n de los logros. Lo que nos interesa es que no reincidan; y el 10% vuelven a prisi¨®n nuevamente por delitos relacionados con violencia de g¨¦nero. Pero a¨²n no tenemos series temporales como para sacar conclusiones. Llevamos poco tiempo como para medir reincidencias". En este tipo de tratamientos, los canadienses y brit¨¢nicos fueron pioneros; pero ahora mismo Espa?a ya est¨¢ entre las posiciones m¨¢s avanzadas. Lo dice Ruiz, que tambi¨¦n coincide en el an¨¢lisis: "No hay un perfil. Cualquiera, de cualquier edad, nacionalidad, nivel cultural y laboral, puede ser un maltratador. Siempre en las primeras sesiones nos enfrentamos a la negaci¨®n, las excusas, la justificaci¨®n: fue el alcohol, fue un cortocircuito ("no s¨¦ qu¨¦ me pas¨®, no recuerdo nada"), fue solo un empuj¨®n, es que mi mujer andaba siempre busc¨¢ndome... Le quitan importancia, la culpa la tiene la ley, es una ley injusta, discriminatoria con los hombres, estoy aqu¨ª porque me toc¨® una jueza en vez de un juez... Lo que s¨ª hemos visto es que no son capaces de reconocer emociones; les pides que describan estados emocionales con sus parejas y no pueden decir m¨¢s de dos o tres, los m¨¢s b¨¢sicos: el enfado, la felicidad de cuando se enamoraron... Poco m¨¢s...".
Jos¨¦ Mar¨ªa, de 32 a?os, encofrador, puede representar bien esa falta de expresividad. Cuenta su caso as¨ª: "Est¨¢bamos discutiendo. La enganch¨¦ del pelo, con tan mala suerte, que estaba por all¨ª la polic¨ªa, me vieron y me detuvieron. Ocurri¨® hace cinco a?os. Luego seguimos juntos un tiempo, incluso tuvimos una ni?a. Est¨¢bamos como a escondidas. Intentamos llevarlo bien por la ni?a. Nos vemos casi todos los domingos. Pero hay cosas que no se olvidan". "La conoc¨ª en un garito, a las tres de la ma?ana. La relaci¨®n iba m¨¢s o menos bien. Problemas por ah¨ª, a ra¨ªz de ah¨ª, estuvimos mosqueados un tiempo y eso. Ella dijo que me iba a matar, empezamos con el tira y afloja, y pas¨® todo el tema. Antes hubo insultos y eso, pero no pas¨® nada. Mala suerte ese d¨ªa. Estuve detenido desde el domingo por la tarde hasta el martes por la ma?ana. Me obligaron a seguir esta terapia". "Yo no s¨¦, yo no me he portado mal como para estar aqu¨ª, pero luego viniendo y eso, s¨ª te das cuenta de que hay cosas que no est¨¢s haciendo bien, y eso. Llevo dos a?os de tratamiento. Al principio me parec¨ªa un rollo todo esto, al principio te da corte contarle tu vida a desconocidos, pero luego ya te vas acostumbrando. Luego he visto que no est¨¢ tan mal. Te ayuda a ver cosas que tienes dentro. Antes saltaba a la tremenda. Ahora pienso m¨¢s las cosas". "No me gusta que me vean como un cabr¨®n, pero tampoco, no s¨¦, como un mariconazo. Cada uno tiene su momento". "Fue ese d¨ªa. Se me cruzaron los cables y ya est¨¢".
"Debemos partir siempre de algo claro: de la voluntariedad; de que estos hombres son perfectamente conscientes de lo que han hecho. No hay un perfil del agresor. Pero yo digo que todos tienen tres caracter¨ªsticas: son hombres, varones y de sexo masculino, con una referencia cultural basada en la imposici¨®n, en el "porque lo digo yo". Quien habla ahora es Miguel Lorente Acosta, delegado del Gobierno para la Violencia de G¨¦nero. "El maltratador tipo, en la inmensa mayor¨ªa de los casos, solo maltrata a su mujer. No son gente violenta ni problem¨¢tica en el trabajo o en la sociedad; aunque s¨ª tienen comportamientos comunes; por ejemplo, son gente embaucadora al comienzo con sus parejas, y con una conducta de hipermasculinidad, y que una vez cometido el delito tienden a minimizarlo. Minimizan la intensidad de la agresi¨®n o responsabilizan a la mujer. No lo ven como violencia, consideran que son cosas familiares, de casa... Tienen una relaci¨®n de desigualdad con su pareja; que les lleven la contraria lo ven como un ataque a su posici¨®n. Saben perfectamente lo que est¨¢n haciendo". "Yo creo que es muy importante la presi¨®n social; que ellos se vean cuestionados socialmente, no bajar la alerta. Esto no es un ejercicio de c¨®mo controlar la ira; no es aplicar una serie de trucos para controlarse. Son cuestiones basadas en la desigualdad de g¨¦nero. El maltratador nunca parte de una relaci¨®n de t¨² a t¨²; no se trata de que las relaciones hayan de ser rosas, de plena felicidad, sino de saber c¨®mo afrontar los conflictos sin atacar. El maltratador muchas veces provoca ¨¦l el conflicto, lo busca, para poder descargar". "Es una estrategia larga en el tiempo. Van cosificando; la mujer es un objeto que les pertenece; desarrollan esa posesi¨®n durante muchos a?os; y las dos partes llegan a padecer una distorsi¨®n cognitiva de la realidad; las mujeres sometidas desarrollan procesos ps¨ªquicos curiosos para sobrevivir, procesos que se han visto en los campos de concentraci¨®n; se enganchan a rutinas; sus d¨ªas pasan sin emociones, viven autom¨¢ticamente, para no pararse a pensar".
V¨ªctor, madrile?o, de 23 a?os, trabaja en artes gr¨¢ficas como ayudante de taller. Es uno de esos casos, a¨²n poco frecuentes, de hombres que acuden voluntariamente a la terapia, no por sentencia judicial, sino buscando poner freno a algo que les crece dentro. Tenerle delante produce cierta inquietud: "Vengo aqu¨ª por los nervios, me veo bastante acelerado, he tenido una racha bastante mala... Salto muy f¨¢cil, una mala palabra y... salto. Tengo novia, empezamos hace cuatro a?os. Y con ella he tenido muchas discusiones tambi¨¦n, muchos problemas. Y he notado que con ella tambi¨¦n pod¨ªa pasar a m¨¢s. Antes de que ocurra algo malo, mejor poner medidas. Llevo un mes y algo. Vengo un d¨ªa a la semana. Vendr¨¦ el tiempo que haga falta. Noto que me viene bien, s¨ª. No tengo ning¨²n amigo con qui¨¦n compartir lo que me pasa, por eso me viene bien hablar con el psic¨®logo. Mi novia me dijo: es mejor poner soluci¨®n, porque, a lo mejor, un d¨ªa discutes con alguien, ocurre una desgracia y te arruinas la vida. Antes no era as¨ª, ha sido por las circunstancias de las cosas, han fallecido varios amigos en poco tiempo, por drogas y accidentes, y eso me ha alterado. Yo, drogas, no; fumo porros, pero quiero dejarlo...".
"La ¨²ltima vez me pegu¨¦ con gente que no me dice las cosas a la cara... Van hablando mal a mis espaldas... Fue hace dos d¨ªas... Me pegu¨¦. La anterior fue hace una semana. No son cosas graves. Son peleas de cuatro pu?etazos, no pasan a mayores. Con 14, 15 a?os yo no era as¨ª, era tranquilito, pero a medida que creces te encuentras con nuevos problemas. Tengo claro que quiero pasar con mi novia el resto de mi vida. Me gustar¨ªa vivir juntos, pero antes me gustar¨ªa aprender a canalizar la ira de otra manera, los pensamientos. A m¨ª, lo que me pasa es que cuando me salta aqu¨ª, me salta, en un segundo. Ahora mismo estoy bien, pero como me pase una mala contestaci¨®n o cualquier cosa, me salta el clic, y ya est¨¢, y no hay m¨¢s".
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