"Sigo aterrorizado por las r¨¦plicas"
Los supervivientes del terremoto y el tsunami intentan superar un cataclismo sin precedentes que ha dejado al menos 10.000 muertos y 600.000 evacuados
Cuando poco despu¨¦s de las once de la ma?ana (ocho horas menos en la Espa?a peninsular) de ayer, las autoridades japonesas hicieron sonar las sirenas y los altavoces junto a la costa en Sendai alertando de un inminente tsunami, el diario japon¨¦s Yomiuri tuite¨® el siguiente mensaje: "Escape verticalmente. S¨²base donde pueda, a un edificio, a un paso elevado, incluso a un coche, pero s¨²base".
Quienes se encontraban cerca del mar, echaron a correr con las im¨¢genes del terremoto y el tsunami ocurridos el pasado viernes grabadas en la retina. Poco despu¨¦s, la alerta fue cancelada. Pero la pesadilla segu¨ªa ah¨ª. El gran temblor de tierra y el colosal maremoto con olas gigantes del viernes han destrozado la costa del noreste de Jap¨®n y han sumido al pa¨ªs en el p¨¢nico, la incredulidad y el desconcierto. Los japoneses creen vivir en el peor de los sue?os.
"Solo 14 litros por veh¨ªculo", advierte un cartel en una gasolinera de Sendai
La destrucci¨®n es de dimensiones b¨ªblicas. El puerto de Sendai, coraz¨®n de la regi¨®n devastada por la cat¨¢strofe, muestra la descomunal fuerza del muro de agua que entr¨® y se retir¨® varias veces tras el se¨ªsmo. El pol¨ªgono industrial, la terminal de carga de autom¨®viles y la terminal de pasajeros est¨¢n arrasados. Cientos de coches sin estrenar arrugados como nueces gigantes, camiones patas arriba como si fueran cangrejos y tractores despanzurrados salpican el asfalto roto, sembrado de manchas espesas de petr¨®leo.
Hay ¨¢rboles y postes de la luz arrancados de cuajo, vallas plegadas como si fueran de goma, camiones insertados como obuses en las paredes de naves industriales. Un turismo est¨¢ empotrado en otro por el parabrisas delantero. Dos coches hacen el pino sobre sus ruedas delanteras, pegados como si copularan.
Nao, una profesora de Nutrici¨®n en la Universidad de Sendai, de 33 a?os, recuerda el horror que vivi¨® cuando se produjo el terremoto. "Estaba en clase con mis alumnos cuando todo comenz¨® a temblar. Nos abrazamos y me ech¨¦ a llorar. Fueron dos minutos horribles de sacudidas, que iban y ven¨ªan".
El se¨ªsmo y el maremoto han causado al menos 10.000 muertos, seg¨²n las autoridades; 2.000 cuerpos fueron recuperados en la prefectura de Miyagi, cuya capital es Sendai. La destrucci¨®n en esta ciudad costera fue causada principalmente por el tsunami. La masa de agua avanz¨® repleta de escombros, edificios de granjas ardiendo y, en el caso del puerto de Sendai, contenedores que actuaron como proyectiles. La cifra de evacuados en toda la regi¨®n ha aumentado a 600.000.
Donde no lleg¨® la ola, el desastre afect¨® tambi¨¦n a los servicios de agua y electricidad. Parte de la ciudad se ha quedado sin suministro, lo que ha lanzado a miles de personas a las tiendas en busca de agua mineral y bater¨ªas, que se han agotado no solo en Sendai sino tambi¨¦n en Yamagata, unos 50 kil¨®metros hacia el interior. Los vecinos caminan por la calle, cargados con cubos en busca de agua; una visi¨®n surrealista en esta ciudad moderna y rica de un Jap¨®n tecnol¨®gico, que se ha dado de bruces con la fuerza indomable de la naturaleza. Casi dos millones de hogares se han quedado sin electricidad en la regi¨®n y alrededor de 1,4 millones, sin agua corriente.
Tambi¨¦n escasea la comida, que se ha acabado en muchos supermercados, y el combustible. La gente hace pacientemente colas hasta de dos horas para hacer acopio. Por toda la ciudad, hay procesiones de kil¨®metros de longitud de coches a la espera de repostar gasolina. Dos empleados cuelgan un cartel a la entrada de una estaci¨®n de servicio, que dice: "Solo 2.000 yenes (17,5 euros) por veh¨ªculo". Es decir, 14 litros.
Hisayuki Ito, un cocinero de 34 a?os, se encontraba trabajando en un peque?o restaurante del centro de Sendai cuando se produjo el se¨ªsmo. "Estaba en la cocina cuando todo se puso a temblar. Levant¨¦ los brazos e intent¨¦ que no se cayeran los vasos de las estanter¨ªas. Tuve mucho miedo. Cre¨ª que iba a morir, y sigo aterrorizado por las continuas r¨¦plicas". En el restaurante, un grupo de voluntarios distribuye sopa gratis por la noche. Todo est¨¢ cerrado a su alrededor. Horas m¨¢s tarde, a las tres de la ma?ana, la tierra se vuelve a agitar durante unos segundos. Los edificios se mecen y las paredes crujen. A pesar de estar noqueados por lo sucedido y sentir p¨¢nico e incertidumbre ante la posibilidad de que se produzcan nuevos terremotos y fugas radiactivas graves en la central nuclear de Fukushima, que result¨® da?ada por el se¨ªsmo, la poblaci¨®n mantiene la calma y parece haberse tomado la situaci¨®n con estoicismo y resignaci¨®n. "Esto no es como Estados Unidos", dice un empresario, en referencia a los saqueos que se registraron durante la crisis del hurac¨¢n Katrina, en 2005.
En el puerto de Sendai, sin embargo, se han producido algunos casos aislados de pillaje. Un grupo de j¨®venes cargaba ayer una furgoneta con paquetes de fideos. En el muelle de enfrente, un barco mercante arrastrado por el tsunami yac¨ªa apoyado sobre una gran gr¨²a, vencida por el peso del buque. Al fondo, ard¨ªa una refiner¨ªa.
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