El cuento de la buena pipa
El s¨¦ptimo aniversario de la matanza de Atocha ha resucitado las coloristas teor¨ªas que atribuyen -contra cualquier indicio- la responsabilidad del crimen a una conjura contra el Gobierno del PP formada por ETA, los servicios del reino de Marruecos, los socialistas espa?oles y un heterog¨¦neo grup¨²sculo de fan¨¢ticos religiosos, traficantes de drogas y delincuentes comunes. Los fundamentalistas isl¨¢micos que depositaron en los trenes de la muerte las mochilas cargadas con dinamita robada de una mina asturiana solo ser¨ªan los autores materiales de un atentado cuyo autor intelectual -al estilo del Viejo de la Monta?a- no ha sido castigado por culpa de la obstrucci¨®n a la justicia maquinada desde altas instancias gubernamentales. Sin embargo, ?ngel Acebes, ministro del Interior en funciones, declar¨® el 3 de abril de 2004 que el n¨²cleo central del atentado estaba desarticulado, para remachar el 17 de mayo que no hab¨ªa encontrado ninguna pista que condujese hasta ETA.
El s¨¦ptimo aniversario del atentado del 11-M resucita las estrafalarias teor¨ªas sobre su autor¨ªa
El cementerio de Praga (Lumen, 2010), la reciente novela de Umberto Eco ambientada en la Italia garibaldina y la III Rep¨²blica Francesa, cuenta las falsificaciones realizadas por el capit¨¢n Simonini para inventar todo tipo de conspiraciones carbonarias, anarquistas, mas¨®nicas y jud¨ªas, fabricadas no tanto por una calenturienta imaginaci¨®n paranoide como por la frialdad calculadora de un redomado brib¨®n. En el caso del 11-M, la prueba concluyente de la conjura fabulada por los aplicados disc¨ªpulos del capit¨¢n Simonini ser¨ªa su propio ¨¦xito: la victoria electoral obtenida tres d¨ªas despu¨¦s -el 14-M- por los socialistas. Al igual que los g¨¢nsteres se reparten el dinero robado despu¨¦s de dar el golpe, los conjurados del 11-M tambi¨¦n habr¨ªan partido peras tras el atentado. Los socialistas ocupar¨ªan el poder manchados por la sangre de los 191 muertos y se apresurar¨ªan a cumplir los compromisos adquiridos con sus socios. ETA conseguir¨ªa dos a?os mas tarde que el presidente Zapatero abriera las negociaciones para la rendici¨®n del Estado de derecho. El reino de Marruecos se librar¨ªa de un vecino tan inc¨®modo como el Gobierno presidido por Aznar y seguramente obtendr¨ªa concesiones de Espa?a que todav¨ªa permanecen secretas.
Ocurre, sin embargo, que la hip¨®tesis carece de cimientos y ofende al sentido com¨²n: lejos de beneficiar a los socialistas, las consecuencias del atentado hubiesen favorecido electoralmente al PP si el presidente Aznar no hubiera cometido la maliciosa deslealtad de atribu¨ªrselo a ETA en la equivocada creencia de que esa versi¨®n les permitir¨ªa arrollar en las urnas. Aunque el descubrimiento el mismo 11-M a mediod¨ªa de una furgoneta aparcada cerca de la estaci¨®n de Alcal¨¢ con claros indicios de haber sido utilizada por terroristas fundamentalistas ech¨® por tierra esa teor¨ªa, el Gobierno la mantuvo contra viento y marea. Seg¨²n cuenta en sus Memorias Javier Rup¨¦rez, entonces embajador en Estados Unidos, el presidente Bush le informa el viernes 12-M de que posiblemente "sean otros los autores y que no cabe descartar la conexi¨®n isl¨¢mica"; Televisi¨®n Espa?ola censur¨® un mensaje en el mismo sentido de las declaraciones dadas a rengl¨®n seguido por el presidente norteamericano. Una vez celebradas ya las elecciones pero antes de la investidura de Zapatero como nuevo presidente.
La Audiencia Nacional y el Supremo condenaron a los fundamentalistas detenidos por la polic¨ªa bajo el mandato del Gobierno en funciones del PP. Sin embargo, ni Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, ni un significativo sector de dirigentes populares, coreados o azuzados por periodistas y tertulianos del diario El Mundo y de la Cope, abandonaron la delirante teor¨ªa de la conjura. La escuela del revisionismo perpetuo del 11-M mantiene que el juez instructor, los fiscales, los magistrados y el Gobierno de Zapatero habr¨ªan mirado hacia otro lado o ayudado de forma activa a la destrucci¨®n, falseamiento u ocultaci¨®n de pruebas.
Mochilas con bombas sin explosionar que caminan solas, furgonetas cuyo contenido aparece y desaparece milagrosamente, programadores de lavadoras convertidos en temporizadores de explosivos, ¨¢cido b¨®rico transmutado en los polvos de la madre Celestina de ETA, supuestos suicidas ajusticiados en realidad por la polic¨ªa en un piso de Legan¨¦s y un largo etc¨¦tera de prodigios del mismo calibre forman el inventario de esas pruebas escamoteadas. En nombre de un supuesto periodismo de investigaci¨®n, esta pe?a de pelmazos dedicados una y otra vez a repetir el cuento de la buena pipa seguir¨¢ con su tabarra infinita, sean cuales sean las respuestas que reciba su pregunta, a la espera de la verdad revelada.
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