M¨¢s que un error
La monarqu¨ªa feudal saud¨ª toma nota de la impunidad de Gadafi al enviar tropas a Bahr¨¦in
La reuni¨®n del G-8 celebrada ayer en Par¨ªs era la ¨²ltima ocasi¨®n para que la comunidad internacional adoptase alguna decisi¨®n capaz de frenar a Muammar el Gadafi. Como todas las anteriores, tambi¨¦n esta ha sido desaprovechada. A partir de este momento, solo cabe contemplar desde el estupor y la impotencia que las tropas del s¨¢trapa libio entren en Bengasi, comenzando la represi¨®n. No es la primera vez que la comunidad internacional se limita a ser testigo de c¨®mo una causa justa es pisoteada; en consecuencia, tampoco ser¨¢ la primera en que, tarde o temprano, acabe por pagar el coste de su inacci¨®n.
Los ciudadanos que han apostado por la libertad y la democracia en las dictaduras que se extienden desde el Atl¨¢ntico al golfo P¨¦rsico ya tienen constancia de que sus temores eran fundados: nada pueden esperar de las grandes potencias. Con respecto a Libia, estas han cometido algo mucho m¨¢s grave que un error; han convalidado el nivel de brutalidad que los dictadores de la regi¨®n pueden emplear contra sus poblaciones sin esperar reacciones.
El Gobierno feudal de Arabia Saud¨ª ha entendido a la perfecci¨®n el mensaje impl¨ªcito de la comunidad internacional durante el conflicto libio, y ha enviado un contingente de militares y polic¨ªas al contiguo Bahr¨¦in -un mini-Estado cliente y monarqu¨ªa absoluta de la familia Al Khalifa- para reprimir las protestas populares que en la isla petrol¨ªfera tambi¨¦n han ido creciendo a medida que pasan las semanas. Lo ha hecho, adem¨¢s, en la convicci¨®n de que su impunidad ser¨¢ mayor que la de Gadafi, puesto que sus reservas energ¨¦ticas son imprescindibles para cubrir la cuota que, en su caso, deje de adquirirse a Libia y tambi¨¦n para atender el incremento de demanda que pueda producirse como consecuencia de un eventual par¨®n nuclear tras el devastador terremoto de Jap¨®n.
Ahora solo faltar¨ªa que se restableciera el discurso de que esta regi¨®n del mundo es incompatible con la democracia. As¨ª se volver¨ªa a cerrar el c¨ªrculo de ignominia que convierte a las v¨ªctimas en culpables de su tragedia. Las grandes potencias, con EE UU a la cabeza, han sido incapaces de favorecer la estabilidad y de conjurar los riesgos que se ciernen sobre esta parte del mundo. Antes por el contrario, los han multiplicado por el insensato procedimiento de vender su alma al diablo.
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