El juez de los tiranos
Ten¨ªa menos de cinco a?os cuando su abuelo, un luchador contra el r¨¦gimen colonial brit¨¢nico en Corea, fue encarcelado y torturado por los ingleses hasta dejarle impotente. A la edad de nueve, tuvo que vivir con su familia en un b¨²nker subterr¨¢neo en Se¨²l, tras la invasi¨®n de su pa¨ªs por sus vecinos comunistas de Corea del Norte. Los recuerdos de esos d¨ªas de sufrimiento llevaron a Sang-Hyun Song a buscar justicia y emprender la carrera de derecho. Hoy, con 69 a?os, es el presidente de la Corte Penal Internacional, una instituci¨®n creada en 2002, de la que forman parte 114 pa¨ªses de todo el mundo y que tiene como principal objetivo "luchar contra la impunidad de los genocidios, los cr¨ªmenes de lesa humanidad y los cr¨ªmenes de guerra", seg¨²n explica el juez Song en su despacho de La Haya. Al frente de un equipo de 18 jueces y cerca de 700 funcionarios de 90 pa¨ªses, el juez de los tiranos conf¨ªa en que la corte dicte su primera sentencia el pr¨®ximo a?o.
"Espero que pronto se unan las potencias que, como EE UU, est¨¢n fuera"
"La independencia es crucial para nuestra propia integridad"
"De peque?o fui testigo personal de la opresi¨®n del colonialismo"
"Por primera vez, en 2010 se ha detenido a varias personas por genocidio"
Sang-Hyun Song irradia paz y tranquilidad. Es un hombre paciente que habla despacio, pensando cada palabra. No cambia el tono de su voz ni cuando el periodista le recuerda la actitud hostil que ha tenido Estados Unidos ante la corte, ni cuando habla de las cinco investigaciones en curso contra genocidios en ?frica (Uganda, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Rep¨²blica Centroafricana, Sud¨¢n y Kenia).
S¨ª se emociona, aunque intenta contenerse, cuando recuerda su infancia en Corea o cuando cuenta c¨®mo abraz¨® a las v¨ªctimas en un reciente viaje a Uganda: "Cuando me baj¨¦ del helic¨®ptero de Naciones Unidas y me encontr¨¦ con las familias de las personas asesinadas o violadas, me emocion¨¦ tanto que no sab¨ªa qu¨¦ hacer; as¨ª que fui abrazando, uno a uno, a todos los que me esperaban en el poblado, intentando contener las l¨¢grimas y darles un poco de esperanza. Recuerdo que les dec¨ªa al o¨ªdo que no perdieran la esperanza, que podemos trabajar juntos para hacer justicia y recuperar la dignidad perdida".
El juez Song cree en lo que hace. Entr¨® en la Corte Penal Internacional (CPI) el 11 de marzo de 2003, junto con otros 17 magistrados de otros tantos pa¨ªses, rigurosamente seleccionados, para ocuparse de la Sala de Apelaciones. Seis a?os despu¨¦s era elegido presidente de la corte.
?Cu¨¢les son sus principales objetivos al frente de la CPI? Los objetivos est¨¢n claramente enunciados en los propios estatutos de la corte, fijados en Roma en 1998. Se trata de luchar contra la impunidad de los cr¨ªmenes de lesa humanidad y contribuir a la prevenci¨®n de atrocidades. Para ello, estamos desarrollando el Estatuto de Roma, intentando el mayor grado de profesionalidad y eficacia, adem¨¢s de asegurar que se cumplan escrupulosamente los derechos de todas las partes, incluidas las v¨ªctimas.
?Y cu¨¢l es el papel del presidente? Adem¨¢s de cumplir esos objetivos generales, mis funciones est¨¢n muy vinculadas a tres ¨¢reas de actuaci¨®n muy definidas: administrar la corte, desarrollar las materias jur¨ªdicas y judiciales y representar a la CPI. Aunque, adem¨¢s de esas funciones sigo siendo juez de la corte, dentro de la Sala de Apelaciones y tengo que actuar en determinadas vistas.
La CPI cumple en julio nueve a?os de actividad efectiva y sus dirigentes quieren olvidar lo duros que fueron los primeros a?os, con una hostilidad abierta por parte de algunas de las grandes superpotencias mundiales; especialmente Estados Unidos, que se opuso frontalmente a su creaci¨®n e intent¨® boicotearlo. En la actualidad, el Gobierno norteamericano sigue sin haber ratificado el Estatuto de Roma, igual que Rusia, China, India, Israel, Cuba, Irak y otras decenas de pa¨ªses del mundo.
En la corte intentan quitarle hierro al asunto y aseguran que funcionan y seguir¨¢n funcionando con o sin Estados Unidos y otras potencias. "El Estatuto de Roma", afirma Sang-Hyun Song, "ha sido ratificado hasta la fecha por 114 Estados de todo el mundo y espero que pronto tenga m¨¢s adhesiones. Esto es un logro incre¨ªble y la demostraci¨®n de que la CPI est¨¢ ganando prestigio e importancia. La corte necesita la cooperaci¨®n de los pa¨ªses para poder desarrollar su mandato y para luchar contra la impunidad de los criminales del mundo. Este es el objetivo com¨²n de toda la comunidad internacional".
Si se le insiste un poco, el juez Song reconoce que los primeros a?os fueron muy dif¨ªciles y que la Administraci¨®n de Bush les hizo la vida imposible (aunque no lo diga con esas palabras). "Es verdad que Estados Unidos y otras potencias nos acogieron con hostilidad", asegura. "Pero desde que el presidente Obama lleg¨® a la Casa Blanca las cosas han cambiado de forma radical y Estados Unidos colabora con nosotros en ciertos asuntos. Espero que, alg¨²n d¨ªa, las grandes potencias que todav¨ªa est¨¢n fuera se unan a nuestro proyecto".
En el fondo, esas potencias no quieren renunciar a parte de su soberan¨ªa y, sobre todo, se niegan a que una corte internacional pueda juzgar a sus mandos militares por posibles actuaciones ilegales.
El presidente de la corte es un hombre luchador y no tiene intenci¨®n de rendirse en sus relaciones con Estados Unidos o con Naciones Unidas, con quien tambi¨¦n ha tenido algunos conflictos. Song se muestra contemporizador ante las preguntas.
?Qu¨¦ pedir¨ªa a Naciones Unidas, Estados Unidos y a otros pa¨ªses 'no amigos' para mejorar la eficacia de la CPI? En primer lugar, me gustar¨ªa dejar claro que la CPI y Naciones Unidas comparten los mismos valores: paz, justicia y legalidad. Naciones Unidas tiene una gran potencia y capacidad para luchar contra la impunidad de las grandes violaciones de los derechos humanos en el mundo, especialmente ayudando a fortalecer las jurisdicciones nacionales para que luchen contra esos cr¨ªmenes. Yo he pedido a la ONU que focalice sus esfuerzos en hacer que se cumplan las leyes y en sus programas de desarrollo. Cuando visit¨¦ sus oficinas en Nueva York a finales de 2010, me qued¨¦ muy satisfecho al escuchar que se hab¨ªan dado pasos muy importantes en esa v¨ªa, bajo el liderazgo de Ban Ki-moon.
?Y respecto a Estados Unidos? No puedo negar que, hasta la fecha, Estados Unidos y otras potencias no han querido ratificar el Estatuto de Roma. Pero insisto en que en los ¨²ltimos a?os, desde que el presidente Obama lleg¨® al poder, la actitud estadounidense hacia la corte ha cambiado de forma considerable. Ahora reconocen la importancia de nuestro trabajo y no se muestran hostiles. Espero que en alg¨²n momento cambien de opini¨®n y se adhieran a la CPI. Nosotros seguimos trabajando sin esas potencias. No nos queda m¨¢s remedio.
Mientras tanto, los 18 jueces de los tiranos, junto al fiscal, Luis Moreno-Ocampo, la secretaria, Silvana Arbia, y los casi 700 j¨®venes funcionarios de 90 pa¨ªses trabajan con ilusi¨®n en la ciudad holandesa de La Haya, intentando que no se convierta en una torre de Babel. Aunque los idiomas oficiales sean ingl¨¦s, franc¨¦s, ¨¢rabe, chino, ruso y espa?ol, se trabaja en ingl¨¦s y franc¨¦s. En las vistas, los acusados y sus abogados pueden hablar en sus lenguas maternas, todas ellas africanas.
Tambi¨¦n han abierto oficinas sobre el terreno en Kinshasa y Bunia (Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo), Kampala (Uganda), Bangui (Rep¨²blica Centroafricana), N'Djamena y Abache (Chad) y quieren hacerlo en Darfur (Sud¨¢n), aunque las condiciones de seguridad se lo han impedido hasta ahora.
?Cu¨¢l es el balance de los primeros a?os de vida de la corte? La corte se cre¨® hace casi nueve a?os y cuando los 18 jueces nos incorporamos al trabajo en 2003 no sab¨ªamos si este nuevo beb¨¦ llamado Corte Penal Internacional iba a sobrevivir, teniendo en cuenta la dura oposici¨®n que recibimos de esas potencias mundiales a las que hemos aludido. Pero est¨¢bamos decididos a sacar adelante al beb¨¦ y hacerlo crecer. As¨ª que, los primeros a?os, mientras esper¨¢bamos que llegaran los primeros casos para juzgar, estuvimos muy ocupados desarrollando la administraci¨®n y el funcionamiento de la corte, promulgando reglamentaciones y formando equipos.
Fueron a?os dif¨ªciles. ?Pens¨® alguna vez en dimitir por los problemas surgidos? Por supuesto que no. Eso es totalmente impensable. Para m¨ª es un inmenso honor hacer una peque?a contribuci¨®n a la justicia internacional sirviendo a la corte penal. Como en cualquier otro puesto de responsabilidad en instituciones, hay retos y dificultades, pero eso forma parte de la responsabilidad que uno tiene que aceptar cuando asume el cargo.
Y, al final, lo sacaron adelante... Sin duda. Como cre¨ªamos en el proyecto, la instituci¨®n se fue desarrollando muy r¨¢pidamente y ahora estamos empezando a ver los frutos de la actividad judicial. Tenemos cinco investigaciones en marcha, todas ellas en ?frica, el fiscal est¨¢ monitorizando otros muchos casos en todo el mundo y hay tres juicios avanzando a un ritmo r¨¢pido. Desde mi punto de vista, todo ello refleja una credibilidad creciente en nuestra habilidad y eficacia en la lucha contra la injusticia. Creo que eso nos hace confirmar nuestro compromiso con el proyecto.
El balance de la actividad de la CPI empieza a arrojar resultados positivos, con un presupuesto bastante limitado para el nivel de actividad: 103,6 millones de euros para 2011. La fiscal¨ªa est¨¢ realizando investigaciones sobre situaciones en cinco pa¨ªses: Uganda, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, Rep¨²blica Centroafricana, Darfur (Sud¨¢n) y Kenia. Adem¨¢s, se han iniciado an¨¢lisis preliminares en situaciones ocurridas en Afganist¨¢n, Colombia, Costa de Marfil, Georgia, Guinea, Palestina, Honduras, Nigeria y la Rep¨²blica de Corea. A lo que hay que a?adir los pasos dados en las ¨²ltimas semanas en Libia. Al cierre de este n¨²mero, se inform¨® de que Dolores Delgado, fiscal de la Audiencia Nacional de Espa?a, participar¨¢ en la CPI para preparar la orden de arresto contra el l¨ªder libio, Muamar el Gadafi, por posibles cr¨ªmenes contra la humanidad y cr¨ªmenes de guerra.
Hasta la fecha se han dictado 15 ¨®rdenes de detenci¨®n y tres ¨®rdenes de comparecencia. Se encuentran detenidos en una prisi¨®n cercana a La Haya, custodiados por la polic¨ªa holandesa, Thomas Lubanga Dyilo, Germain Katanga, Mathieu Ngudjolo y Callixte Mbarushimana, en relaci¨®n con los sucesos de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo que se est¨¢n juzgando; adem¨¢s de Jean-Pierre Bemba Gombo, respecto a las matanzas en la Rep¨²blica Centroafricana.
Precisamente, el d¨ªa en que se produjo la entrevista con el juez Song, hab¨ªa vista por el juicio de Jean-Pierre Bemba, exvicepresidente congole?o y presunto comandante en jefe del Movimiento de Liberaci¨®n del Congo (MLC), imputado de dos cargos de cr¨ªmenes de lesa humanidad (violaci¨®n y asesinato) y tres cr¨ªmenes de guerra (violaci¨®n, asesinato y saqueo). Bemba prest¨® entonces ayuda al presidente de la vecina Rep¨²blica Centroafricana, Ange-F¨¦lix Patass¨¦, que le pidi¨® ayuda para sofocar un golpe liderado por el rebelde Fran?ois Boziz¨¦, que finalmente se hizo con el poder en el pa¨ªs.
Este caso fue remitido a la corte por el Gobierno de la Rep¨²blica Centroafricana en diciembre de 2004, la fiscal¨ªa abri¨® una investigaci¨®n en mayo de 2007 y el juicio se inici¨® el 22 de noviembre de 2010. Bemba fue detenido en Bruselas el 24 de mayo de 2008. El juicio est¨¢ presidido por la jueza brasile?a Sylvia Steine, que ha llamado a declarar a 40 testigos. Hubo 779 v¨ªctimas de asesinatos, violaciones y saqueos perpetrados supuestamente por el MLC que comandaba Bemba.
El exl¨ªder congole?o, de 48 a?os, comparec¨ªa en la vista, junto a cuatro de sus abogados, con una cierta desidia. Sentado, rodeado por dos polic¨ªas holandeses y vestido con un traje beige brillante, camisa azul y corbata de dibujos africanos, miraba al infinito mientras prestaba declaraci¨®n una testigo protegida por cortinas para no ser identificada. De vez en cuando cruzaba una mirada desafiante con el escaso p¨²blico que asist¨ªamos a la vista o se pon¨ªa sus gafas con montura de oro para leer documentos que guardaba en una enorme carpeta de anillas blanca.
"El juicio avanza a buen ritmo", explica el juez Song, "y es posible que tengamos la primera sentencia de la corte a lo largo de 2012". Parece satisfecho con su trabajo.
?Cu¨¢les son los nuevos retos de la CPI? La corte sigue avanzando en su trabajo ordinario y se plantea cambios para adaptarse a los nuevos tiempos. El Estatuto de Roma debe desarrollarse en algunos aspectos y fija los procedimientos para posibles enmiendas. De hecho, en la reuni¨®n de Kampala, celebrada la pasada primavera, ya hemos planteado modificaciones.
?En qu¨¦ sentido? El pr¨®ximo paso importante que deber¨ªamos dar, desde mi punto de vista, es que los pa¨ªses miembros decidan lo que debe hacer la corte respecto al crimen de agresi¨®n. Lo hemos empezado a hablar en Kampala y vamos a fijar una hoja de ruta. Adem¨¢s, hay que seguir con el trabajo judicial y seguir adaptando la corte a los nuevos tiempos, porque nadie sabe c¨®mo deber¨¢ actuar dentro de varias d¨¦cadas.
?Qu¨¦ aspectos le gustar¨ªa desarrollar durante su mandato? Me gustar¨ªa avanzar en los temas que concretamos en Kampala. Adem¨¢s del asunto del crimen de agresi¨®n, se fijaron tres l¨ªneas de actuaci¨®n preferentes: la universalizaci¨®n del Estatuto de Roma, la colaboraci¨®n de los Estados con la CPI y la complementariedad de la justicia.
?Est¨¢ feliz en su puesto? S¨ª, estoy muy feliz porque creo que se van cumpliendo nuestros objetivos. Vamos madurando d¨ªa a d¨ªa. Cada a?o se van dando pasos importantes y en 2010, por primera vez, se han detenido a varias personas por cr¨ªmenes de genocidio, lo que supone un paso significativo en el cumplimiento de nuestras funciones. Adem¨¢s, el fiscal ha abierto, por primera vez, una investigaci¨®n por iniciativa propia que es uno de los mecanismos m¨¢s sugerentes previstos en el Estatuto de Roma. Hasta ahora, las investigaciones se hab¨ªan iniciado por petici¨®n de gobiernos de pa¨ªses miembro o por solicitud de Naciones Unidas.
A pesar de su aspecto tranquilo, Sang-Hyun Song vive su trabajo con pasi¨®n. Una pasi¨®n que se refleja en las respuestas que daba en su solicitud para formar parte del equipo de jueces de la CPI en 2003. El cuestionario tipo preguntaba: "?Por qu¨¦ quiere ser juez de la CPI?". Y su respuesta era clara. Tras explicar que la solicitud no era personal, sino que hab¨ªa sido realizada por el Gobierno de Corea del Sur, afirmaba rotundamente: "Es un gran honor ser candidato".
A continuaci¨®n explicaba con detalle las razones de su candidatura: "La impunidad siempre me ha puesto furioso. Cuando era un ni?o peque?o fui testigo de la opresi¨®n del colonialismo sobre mi pa¨ªs, as¨ª como de la tragedia de la guerra de Corea. Sufr¨ª el shock de la muerte de amigos y conocidos durante la guerra y la tortura sin piedad del periodo colonial. Mi abuelo, que era un l¨ªder de la independencia de Corea en esos tiempos, fue torturado. Le desnudaron y fue atacado y mordido por un perro bien entrenado para la crueldad, que le hizo perder la posibilidad de reproducirse cuando el perro le mordi¨® los genitales. Esta experiencia fue una de las razones por las que estudi¨¦ leyes y empec¨¦ a so?ar en la paz mundial a trav¨¦s de la justicia".
Mientras el periodista lee este p¨¢rrafo del cuestionario, el juez abre sus ojos rasgados y escucha con tristeza, como si sus pensamientos volvieran a esos d¨ªas. Despu¨¦s de unos segundos de silencio, que se hacen eternos, el juez Song completa la descripci¨®n: "Mi familia particip¨® muy activamente en la resistencia contra la ocupaci¨®n de Corea durante la colonizaci¨®n. Cuando mi abuelo era l¨ªder independentista, viv¨ªamos con miedo por las detenciones y violaciones de nuestros derechos".
Otro silencio antes de seguir con su narraci¨®n: "Cuando Corea consigui¨® la independencia, en 1945, en menos de cinco a?os Corea del Norte invadi¨® Corea del Sur y mi familia no pudo huir, as¨ª que tuvimos que escondernos en un b¨²nker bajo tierra. Yo ten¨ªa nueve a?os, as¨ª que era muy joven para luchar, pero lo suficientemente mayor para entender los horrores de la guerra y tener que ayudar a sobrevivir a mi familia. Yo era el ¨²nico responsable de alimentar a una familia de nueve personas, as¨ª que ten¨ªa que salir cada d¨ªa en busca de comida para todos. No se pod¨ªa encontrar arroz, pero ten¨ªa que buscar vegetales. Andaba ocho kil¨®metros de ida y otros tantos de vuelta al b¨²nker para buscar alimentos; cuando los aviones norteamericanos o sovi¨¦ticos lanzaban sus bombas, yo ten¨ªa que tirarme al suelo y muchas veces perd¨ªa la comida que llevaba".
Los recuerdos siguen llegando a su cabeza y la mirada se hace m¨¢s triste en cada frase: "Recuerdo uno de esos viajes a por comida, en los que me encontr¨¦ con cientos de cad¨¢veres en el campo, con un olor terror¨ªfico, que me impact¨® profundamente y que todav¨ªa me impacta. Todos estos recuerdos me acompa?ar¨¢n toda mi vida y fueron muy importantes a la hora de elegir la carrera de derecho y mi trabajo contra la injusticia en la Corte Penal Internacional".
As¨ª que su camino jur¨ªdico ha estado marcado por los horrores de su infancia... Bueno, todas esas vivencias me animaron a emprender el camino de las leyes y avanzar hasta el puesto que tengo. He estado ense?ando derecho durante m¨¢s de 30 a?os y he participado en reformas judiciales en Corea, mientras segu¨ªa aprendiendo otros sistemas judiciales para aplicarlos en mi pa¨ªs. Y, finalmente, decid¨ª dar el paso de participar en la creaci¨®n de la Corte Penal Internacional.
En su candidatura a la corte tambi¨¦n dec¨ªa que quer¨ªa "convertir mis sue?os de justicia en realidad". ?Se est¨¢n convirtiendo esos sue?os en realidad? S¨ª, por supuesto. Yo eleg¨ª derecho porque creo que es una actividad polifac¨¦tica que puede ser muy ¨²til para cualquier actividad y es la ¨²nica v¨ªa para asegurar la paz, la justicia y la democracia. De alguna manera, en mi propia familia yo crec¨ª con ese concepto de justicia. Y la Corte Penal Internacional est¨¢ luchando muy activamente contra la impunidad y la injusticia.
En otras declaraciones suyas, usted insist¨ªa en que un tribunal como la CPI debe conseguir la armon¨ªa en la diversidad y la independencia de la influencia pol¨ªtica. ?Es la CPI independiente y diversa? S¨ª. La corte es una instituci¨®n totalmente independiente que ni siquiera forma parte del sistema de trabajo de Naciones Unidas. La independencia es crucial e imprescindible para nuestra propia integridad. Tambi¨¦n podemos decir que mantenemos la diversidad como caracter¨ªstica propia. En la CPI trabajamos cerca de 700 personas de 90 nacionalidades diferentes de todas las partes del mundo y eso es fascinante, aunque requiere paciencia, entendimiento, generosidad e iniciativa para lograr una armon¨ªa institucional que haga posible el trabajo com¨²n de personas de distintos pa¨ªses y culturas.
El juez Song tiene una amplia experiencia internacional, que le facilita la gesti¨®n de la diversidad. Tras estudiar derecho en Se¨²l, realiz¨® estudios de posgrado en tres continentes: Cambridge (Reino Unido), Harvard y Nueva York (EE UU) y Melbourne (Australia). De todos sus viajes guarda recuerdos interesantes, aunque hay uno que le marc¨® especialmente durante su etapa de estudiante. Sang-Hyun Song vivi¨® la revoluci¨®n de mayo de 1968 en Par¨ªs, y cuenta que le supuso un trauma: "La verdad es que yo estaba muy desconcertado cuando empezaron las revueltas en Par¨ªs. Aunque yo hab¨ªa participado en 1960 en las protestas estudiantiles en Se¨²l, como uno de los l¨ªderes del movimiento de estudiantes y estaba acostumbrado a las manifestaciones, los enfrentamientos con la polic¨ªa y los gases lacrim¨®genos, estaba muy extra?ado de que en un pa¨ªs desarrollado como Francia tuviera que acudir a este tipo de acciones. Pero la infelicidad y la insatisfacci¨®n hicieron que los estudiantes salieran a la calle a expresar su enfado".
Cuenta el juez coreano que un d¨ªa, tras la entrada de una bomba de gas en la habitaci¨®n de su residencia, decidi¨® que no quer¨ªa pasar m¨¢s tiempo en Par¨ªs. "Pero no era f¨¢cil moverse", a?ade. "Lleg¨® la huelga general y el pa¨ªs se paraliz¨® por completo. Para un estudiante coreano era muy dif¨ªcil intentar salir de la ciudad, as¨ª que tras varios d¨ªas sin conseguir ni tren, ni autob¨²s, ni ning¨²n otro medio de transporte, decid¨ª salir andando de Par¨ªs, hacia el norte. Y segu¨ª andando dos o tres d¨ªas, sin rumbo fijo, hasta que llegu¨¦ a la frontera con B¨¦lgica, donde alguien me recogi¨® en su coche y me llev¨® a Bruselas. All¨ª tom¨¦ un avi¨®n de vuelta a la casa".
As¨ª ha sido su vida. Una larga caminata desde una infancia marcada por el terror y el sufrimiento hasta liderar la corte que pretende juzgar a los tiranos en todo el mundo. El juez Song no quiere que su nieto, de tres a?os, tenga que sufrir lo que ¨¦l sufri¨® de peque?o. Por eso, probablemente, no da tregua a los tiranos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.