Espa?a en la coalici¨®n
La intervenci¨®n extranjera no debe deslegitimar a las fuerzas rebeldes que luchan contra Gadafi
Todos los grupos parlamentarios, con la excepci¨®n de Izquierda Unida y BNG, respaldaron ayer la decisi¨®n del Gobierno de participar en la coalici¨®n internacional que, en cumplimiento de la resoluci¨®n 1973 del Consejo de Seguridad, se propone proteger a la poblaci¨®n civil libia de los ataques del coronel Gadafi. Aunque esperado, el resultado de la votaci¨®n demuestra que la pol¨ªtica mediterr¨¢nea es percibida por el conjunto de las fuerzas pol¨ªticas, y tambi¨¦n por la mayor¨ªa de los ciudadanos, como una prioridad de la diplomacia espa?ola. Hubiera resultado inexplicable quedar al margen de una operaci¨®n en la que el imperativo moral de impedir al r¨¦gimen libio cometer nuevas atrocidades coincide con la imprescindible autorizaci¨®n de Naciones Unidas. Por razones no f¨¢ciles de entender, el Gobierno decidi¨® limitar a un mes la autorizaci¨®n solicitada a la C¨¢mara, aunque se?al¨® que se trata de un plazo prorrogable.
La misi¨®n a la que se ha incorporado Espa?a se enfrenta, con todo, a problemas derivados de la urgencia con la que tuvo que ponerse en pr¨¢ctica, apenas horas despu¨¦s de que el Consejo de Seguridad aprobase la resoluci¨®n que le ha servido de base. Razones de operatividad aconsejaron que Estados Unidos asumiera inicialmente el mando, pero el presidente Obama ha expresado su deseo de cederlo cuanto antes. Francia, que fue el primer pa¨ªs en intervenir, aspira a tomar el relevo en un intento de corregir los recientes errores de su pol¨ªtica en T¨²nez. Italia, cuyas bases son esenciales para el desarrollo de la misi¨®n, prefiere, por su parte, que sea la OTAN quien ocupe el lugar de Estados Unidos, limitando el protagonismo franc¨¦s. Pero esta alternativa choca con los recelos de algunos aliados, como Turqu¨ªa. La f¨®rmula propuesta para encajar el rompecabezas es la de establecer un mando pol¨ªtico que ejecute sus decisiones a trav¨¦s de la Alianza. Estados Unidos ve con buenos ojos esta soluci¨®n anunciada por el ministro de Exteriores franc¨¦s, Alain Jupp¨¦, aunque falta por conocer la reacci¨®n del resto de los miembros de la OTAN.
Junto a los problemas relacionados con el mando, tambi¨¦n han surgido dudas sobre el objetivo de la misi¨®n. Pese a la amplitud de los t¨¦rminos en los que est¨¢ redactada, la resoluci¨®n 1973 no ampara el derrocamiento de Gadafi. Ir m¨¢s all¨¢ de las operaciones dirigidas a proteger a la poblaci¨®n civil no solo podr¨ªa desbordar el marco jur¨ªdico fijado por Naciones Unidas; adem¨¢s, comprometer¨ªa gravemente el futuro pol¨ªtico de Libia. Los propios rebeldes que combaten a Gadafi han reiterado su oposici¨®n a que las fuerzas internacionales vayan m¨¢s all¨¢ del objetivo fijado por la resoluci¨®n, en la convicci¨®n de que su legitimidad no debe quedar en entredicho si finalmente logran derrocar la dictadura.
La rapidez con que la coalici¨®n liderada por Francia, Reino Unido y Estados Unidos ejecut¨® la misi¨®n autorizada por la resoluci¨®n 1973 ha hecho que caigan en el olvido otros aspectos sustanciales de este texto que inspira la estrategia internacional frente a Libia. En concreto, la necesidad de bloquear los activos financieros de los que dispone Gadafi, incluyendo el fondo soberano libio, para financiar la maquinaria militar que ha lanzado contra sus propios compatriotas. Si su intenci¨®n es plantear una guerra de desgaste en la que los miembros de la coalici¨®n se vean tarde o temprano presionados por sus opiniones p¨²blicas, la necesidad de privar a Gadafi de recursos se vuelve m¨¢s imperiosa.
Naciones Unidas ha dado pie para hacerlo, con el mismo ¨¦nfasis con el que ha establecido el embargo de armas y ha autorizado las acciones dirigidas a proteger a la poblaci¨®n civil. El componente militar de la estrategia de la coalici¨®n no deber¨ªa arrinconar el papel de la diplomacia, que sigue siendo imprescindible para un desenlace favorable de la misi¨®n.
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