ZP, cuesta abajo
Al final hubo el happy end, con el Congreso aprobando por pr¨¢ctica unanimidad la intervenci¨®n de Espa?a en Libia. Un peque?o respiro para el presidente, que no ha de hacernos olvidar los zigzags que llevaron a este desenlace. Mucho antes de proclamar que "Gadafi no nos enga?ar¨¢" -curiosa advertencia, porque la zafiedad del rais ofrece poco espacio para la seducci¨®n-, Zapatero se hab¨ªa inspirado en Fern¨¢n G¨®mez para apartarse de los ¨®rdagos tipo Obama o Sarkozy, al proclamar que "Gadafi ha emprendido un viaje a ninguna parte". El d¨ªa 11, un inteligente colaborador, nada dado a la improvisaci¨®n, Diego L¨®pez Garrido, secretario de Estado para la UE, firmaba en este diario un art¨ªculo con su colega alem¨¢n, Werner Hoyer, donde a las buenas intenciones respecto de las revueltas ¨¢rabes se sumaban tres criterios sobre la crisis libia: "Respeto" (sic), generosidad con los refugiados y "decidida oposici¨®n" a Gadafi. Es decir, nada. Parec¨ªamos alineados con Merkel. Todo lo contrario, al producirse las resoluciones de la ONU y de Par¨ªs. La implicaci¨®n de Espa?a cogi¨® tan de sorpresa que los noticiarios internacionales tardaron en incluir el nombre de Espa?a entre los aliados. Luego las cosas van mal, no se disparar¨¢ a tanques ni a ca?ones y al mes, a casa. Fiel a sus normas de ocultaci¨®n, Zapatero no menciona la palabra "guerra" en su discurso ante el Congreso.
La democracia espa?ola necesita un PSOE capaz de 'salvarnos' de un PP entre la reacci¨®n y G¨¹rtel
As¨ª es nuestro presidente, entregado siempre a un ejercicio donde las decisiones y el lenguaje pol¨ªtico se hallan subordinados a los intereses prioritarios de su construcci¨®n de imagen. No pod¨ªa faltar este rasgo al plantearse la legalizaci¨®n de Sortu. De cara a la galer¨ªa, Zapatero pronostica que la izquierda abertzale no ser¨¢ legalizada mientras subsista ETA. De nada vale que tal afirmaci¨®n suponga ignorar la Ley de Partidos y suene a interferencia del presidente sobre las instancias judiciales a las que ha transferido el problema.
En la b¨²squeda obsesiva del coste cero, ha preferido guardar silencio ante la sentencia de Estrasburgo donde se considera "libertad de expresi¨®n" la injuria de Otegi al Rey y al Estado espa?ol llamando al primero "jefe de torturadores". Hubiera sido ¨²til ir tomando distancias respecto de esa secci¨®n del Tribunal, tan cuestionable en sus criterios, que bien puede dar en el futuro un vuelco al tema de la legalizaci¨®n de Sortu si el Constitucional no lo remedia.
No debe, pues, extra?ar que el permanente contraste entre sus palabras y la realidad le haya acabado pasando factura de forma irreversible ante la opini¨®n p¨²blica. La derecha dispar¨® contra ¨¦l con tiro rasante, como hizo con todo l¨ªder socialista, pero la satanizaci¨®n no funcion¨®. El caso Zapatero no es el caso Su¨¢rez. El desgaste ha tenido causas end¨®genas y la ra¨ªz es que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n percibi¨® que desde la primavera de 2008, tiempo en que hablar de crisis estaba prohibido por orden superior, el encubrimiento permanente de la realidad se convirti¨® en un factor de primera importancia para agudizar una situaci¨®n econ¨®mica grave. Zapatero se equivoc¨® de pol¨ªtica -recordemos la excomuni¨®n de Fern¨¢ndez Ord¨®?ez cuando este plante¨® la reforma de las pensiones-, jug¨® a fondo con la propaganda, y solo despert¨® cuando le hicieron despertar desde Europa. Sigue adem¨¢s en sus trece calificando siempre los recortes de reformas. Balance: la gente no le cree. Como en el tango, solo puede serle reconocida "la voluntad de querer".
Confiemos en que su personalismo no siga interfiriendo en la inevitable sucesi¨®n, cuya caja de Pandora ¨¦l mismo abri¨® del peor de los modos posibles, plante¨¢ndola como una decisi¨®n por s¨ª y ante s¨ª. El partido no exist¨ªa. Ahora ser¨ªa desastroso para el PSOE que Zapatero insistiera en esa actitud, la m¨¢s c¨®moda para ¨¦l. Tirar la toalla antes de las elecciones de mayo, m¨¢s a¨²n sin perspectiva de sucesor inmediato, ser¨ªa ante todo una ceremonia de la confusi¨®n, algo que nunca quieren los electorados. En tal situaci¨®n, ha sido positivo presentarlas como una suma de batallas localizadas, con la esperanza de salvar algunas naves, para una vez cargada despu¨¦s impl¨ªcitamente sobre Zapatero la responsabilidad de la derrota, proceder a la reestructuraci¨®n del partido bajo un nuevo liderazgo, fruto del ejercicio de la democracia interna, algo de lo que el PP no puede presumir.
No faltan obst¨¢culos: el fraude de los ERE, el caso Fais¨¢n. Pero la democracia espa?ola necesita un PSOE capaz de salvarnos de un PP entre la reacci¨®n y G¨¹rtel. Zapatero debe contribuir a ello, aunque le influya "el dolor de ya no ser".
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