Tr¨ªpoli, una ciudad a la espera
Los habitantes de la capital aguardan la llegada de los rebeldes entre la escasez de gasolina y de v¨ªveres
Para bien o para mal, seg¨²n el amor o el odio que se le profese al coronel Gadafi, Tr¨ªpoli espera la llegada de las tropas rebeldes del este del pa¨ªs. Los opositores armados est¨¢n a¨²n muy lejos de la capital, pero los bombardeos de la coalici¨®n de fuerzas extranjeras han extendido la idea entre los tripolitanos de que pronto habr¨¢ batalla en las calles. La ciudad empieza a prepararse para ese momento.
Las colas para repostar eran ayer kilom¨¦tricas en algunas estaciones de servicio. Hab¨ªa comenzado el racionamiento. Un centenar de conductores aguardaba bajo el sol durante horas para alimentar sus veh¨ªculos con un m¨¢ximo de cinco dinares (unos tres euros), suficiente para llenar unos 30 litros de combustible. "Estos son los problemas que nos quieren causar, quieren que este pa¨ªs, que tiene petr¨®leo, se quede sin ¨¦l. Pero no podr¨¢n con nosotros ni los americanos, ni los ingleses ni los franceses", dijo un taxista golpe¨¢ndose el ment¨®n con el dorso de la mano en se?al de desprecio.
"Si el pueblo sale a la calle no puede fallar esta vez", advierte un opositor
Tampoco hay pescado fresco. Los que faenaban en las costas libias eran egipcios y la mayor¨ªa huyeron en los primeros d¨ªas del conflicto. El ¨²nico pescado que llega es congelado, pero a pesar de ello, los partidarios de Gadafi que pasan por los puestos aseguran que no es as¨ª. "?Es fresco?". "S¨ª", contestan, "mia, mia", expresi¨®n libia que puede traducirse como "al ciento por ciento" y que muchos usan para convencer de que en Tr¨ªpoli no pasa absolutamente nada.
Pero nada de "mia, mia". Las obras en algunos edificios que aspiraban a convertirse en los nuevos rascacielos de la ciudad se han parado y gran parte de los comercios est¨¢n cerrados. Si uno da un paseo en coche por la ciudad tiene la sensaci¨®n de estar atravesando una urbanizaci¨®n de vacaciones fuera de temporada.
A un hotel de Tr¨ªpoli llega un paquistan¨ª que perdi¨® su trabajo cuando sus compatriotas abandonaron el pa¨ªs y dejaron el negocio de compraventa de oro. "Usted me prometi¨® la semana pasada que habr¨ªa trabajo para m¨ª", le dice al recepcionista en un pobre ingl¨¦s. El empleado del hotel le explica que el viernes, d¨ªa de rezo, no es el mejor momento para pedir trabajo y el paquistan¨ª se marcha con la promesa de que habr¨¢ m¨¢s suerte el s¨¢bado. "No conseguir¨¢ nada", dice el recepcionista luego, "no necesitamos tanto personal para atender a unos cuantos periodistas".
En barrios como Tajura y Soug al Jumaa, al este de Tr¨ªpoli, un ej¨¦rcito de j¨®venes, intelectuales, m¨¦dicos, abogados y otras profesiones liberales se prepara para tomar las calles en cuanto se sienta con fuerzas para afrontar a las milicias de Gadaf i. Estos se han hecho con fusiles y hacen ostentaci¨®n de su fuerza en las calles disparando al aire en cuanto ven las c¨¢maras de televisi¨®n. "Hay que tener paciencia", dice un ingeniero contrario al r¨¦gimen, "el momento est¨¢ cerca pero hay que ser muy precavidos. Si el pueblo sale a la calle no puede fallar esta vez. El golpe tiene que ser definitivo".
"Hay mujeres que celebran los bombardeos", dice otro profesional disidente. "Est¨¢n encerradas en casa por miedo, pero cuando llegan los bombardeos se ponen alegres y se habla de la libertad. Son muchos a?os de dictadura y han pasado muchas cosas horribles. Esto tiene que acabar ya".
Al caer la noche, los j¨®venes que apoyan a Gadafi vuelven a concentrarse en la plaza Verde para lanzar fuegos artificiales y retar a los aviones. La capital se ha convertido tambi¨¦n en un escenario donde el r¨¦gimen trata de representar un papel ante los medios de comunicaci¨®n. Como viene siendo habitual desde que empezaron los bombardeos, el Gobierno llev¨® ayer a un centenar de periodistas para contarles una historia que carec¨ªa de sentido.
Se trataba de una granja en Tajura que, seg¨²n la versi¨®n oficial, hab¨ªa sido bombardeada. La casa, frente a un jard¨ªn con palmeras, estaba tal y como la hab¨ªan dejado sus ocupantes cuando oyeron la sacudida. En la sala de estar, una televisi¨®n en el suelo, unos vasos de zumo volcados y unas cortinas descolgadas. Uno de los muros del porche hab¨ªa cedido unos cent¨ªmetros y se pod¨ªan observar claramente las grietas. Las paredes de la finca ten¨ªan cientos de agujeros de bala de peque?o calibre. La trayectoria de los proyectiles indicaba que los disparos hab¨ªan sido hechos desde el tejado de la casa. En el jard¨ªn hab¨ªa un peque?o agujero junto a una palmera. Alrededor, los restos de la cola de un misil. Sin embargo, no hab¨ªa nada quemado. Ni una se?al de la explosi¨®n. No se sabe a ciencia cierta lo que pas¨®, pero lo que es seguro es que la casa no presentaba evidencias de haber sido bombardeada.
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