Los otros 100 d¨ªas
La pr¨®xima semana el Gobierno de Artur Mas cumple 100 d¨ªas, a lo largo de los cuales ha exhibido serios problemas de comunicaci¨®n -?cu¨¢nto se echa de menos a David Mad¨ª!-, ha cometido importantes errores t¨¢cticos y, en general, ha tenido que sufrir el duro contraste entre la expectativa autogenerada del Govern dels millors y la realidad de unas penurias financieras y unos recortes presupuestarios abordados -a mi modesto juicio- sin una buena pedagog¨ªa social y con un liderazgo presidencial algo desva¨ªdo.
Pero, puesto que los primeros 100 d¨ªas de Mas ya est¨¢n siendo y van a ser objeto de incontables balances tanto pol¨ªticos como period¨ªsticos, perm¨ªtanme que, girando el visor 180 grados, dedique hoy estos p¨¢rrafos a ponderar la actuaci¨®n, durante ese mismo periodo de tiempo, del v¨¦rtice de la oposici¨®n, es decir, del v¨¦rtice del PSC.
Ser¨ªa una l¨¢stima que la figura de Montilla empeque?eciese por las servidumbres del pimpampum entre partidos
Formalmente, la composici¨®n de este no es f¨¢cil de discernir. Desde la misma noche electoral del 28 de noviembre, Jos¨¦ Montilla anunci¨® su doble decisi¨®n de no incorporarse al Parlamento reci¨¦n salido de las urnas y de renunciar a un nuevo mandato en la primera secretar¨ªa del partido. Lo primero se resolvi¨® de forma n¨ªtida con la designaci¨®n de Joaquim Nadal como presidente del grupo parlamentario del PSC y la ratificaci¨®n de Miquel Iceta como portavoz. Pero, en cuanto al liderazgo org¨¢nico del Partit dels Socialistes, Jos¨¦ Montilla sigue siendo el primer secretario y -mientras no se demuestre lo contrario- contin¨²a ejerciendo plenamente el cargo hasta el congreso previsto para el pr¨®ximo oto?o.
Tal escenario no tiene precedentes en la pol¨ªtica catalana ni, casi, en la espa?ola de las ¨²ltimas d¨¦cadas. Tanto Jordi Pujol como Pasqual Maragall, una vez abandonada la presidencia de la Generalitat -bien es cierto que por desistimiento, no por derrota-, dejaron de ejercer el mando de sus respectivos partidos, si es que no lo hab¨ªan hecho ya antes (la influencia o la autoridad moral son otra cosa). Cuando Joaqu¨ªn Almunia perdi¨® las elecciones generales de 2000 (con el 34% de los votos, casi el doble de los cosechados por el PSC el pasado noviembre), dimiti¨® de inmediato de la secretar¨ªa general del PSOE, dejando el partido en manos de una gestora presidida por Manuel Chaves hasta el 35? congreso, que eligi¨® a Rodr¨ªguez Zapatero. Montilla, en cambio, ha preferido permanecer al tim¨®n; distante de los focos medi¨¢ticos, pero al tim¨®n.
Desde luego, es una opci¨®n absolutamente leg¨ªtima que, sin embargo, casa mal con el papel y la actitud institucionales que se presuponen en quien ha llevado ce?ido al cuello el collar de Maci¨¤. Porque es cierto que Jos¨¦ Montilla se prodiga poco; pero, cuando habla, lo hace en estricta clave de partido, como primer espada del PSC. Hace unas semanas, verbigracia, acus¨® a Converg¨¨ncia i Uni¨® de estar desmantelando el Estado del bienestar. Cuando el portavoz de CiU, Oriol Pujol, replic¨® tachando a Montilla de "liante" (buscabregues), los dirigentes socialistas lo consideraron una ofensa, una falta de respeto al expresidente de la Generalitat, y exigieron una retractaci¨®n.
El pasado s¨¢bado, durante un acto partidista y preelectoral, Montilla volvi¨® a meterse en la pugna pol¨ªtica diaria, tach¨® de "fracaso" la cumbre anticrisis de Pedralbes, culp¨® de ello a Artur Mas y sentenci¨® que, tras "siete a?os de promesas", CiU lleva "tres meses de decepciones". Y bien, ?qu¨¦ ocurrir¨ªa si -Dios no lo quiera- alguien de CiU muerde el anzuelo y, por ejemplo, contesta que, con los resultados del 28-N en la mano, tal vez Jos¨¦ Montilla no sea la persona m¨¢s cualificada para hablar de fracasos ni de decepciones?
No a pesar, sino desde su origen cordob¨¦s, Jos¨¦ Montilla Aguilera ejerci¨® entre 2006 y 2010 la primera magistratura de Catalu?a con mod¨¦lica dignidad y loable templanza, que le aseguran un lugar en la historia de este pa¨ªs. Ser¨ªa una l¨¢stima que ese lugar se viese empeque?ecido por las servidumbres del pimpampum entre partidos, m¨¢xime cuando en el PSC sobra gente dispuesta a asumirlas.
Joan B. Culla i Clar¨¤ es historiador.
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