Despiezar una res
Estamos en un pa¨ªs peligroso, la Inglaterra de los Tudor, en una ¨¦poca peligrosa, los a?os del siempre insatisfecho Enrique VIII, y el h¨¦roe de la historia es Thomas Cromwell, plebeyo peligroso entre nobles sanguinarios. El Cromwell de Hilary Mantel es, m¨¢s que un h¨¦roe, un superh¨¦roe capaz de imponer sin contemplaciones su voluntad, que coincide con la voluntad del rey. Quiere el rey que lo libren de la reina, Catalina de Arag¨®n, y lo casen con Ana Bolena.
El h¨¦roe de En la corte del lobo (Wolf Hall, 2009; Wolf Hall es la casa familiar de Jane Seymour, la tercera mujer del rey) posee rasgos de personaje fabuloso: sus or¨ªgenes parecen enigm¨¢ticos y ni siquiera se conoce su fecha de nacimiento, que debi¨® ser en torno a 1485, ni?o maltratado, fugitivo, perdido en su adolescencia despu¨¦s de una paliza brutal a manos de su padre, herrero y cervecero borracho. Cromwell pas¨® la juventud entre Francia, Italia y los Pa¨ªses Bajos, soldado, jugador, capaz de acariciar serpientes y sobrevivir a su picadura, comerciante, tratante de dinero. Las habladur¨ªas londinenses le dan profundidad a su figura, la ampl¨ªan y magnifican, hombre de m¨¢s de un nombre, Tommaso, Tomos o Thomas. En 1527 es el abogado del lord canciller de Inglaterra, el cardenal Wolsey, hijo de carnicero. Pero el pr¨ªncipe de la Iglesia est¨¢ a un paso de la ruina por su impotencia para descasar al rey con Catalina, hija de los Reyes Cat¨®licos y t¨ªa del emperador Carlos.
En la corte del lobo
Hilary Mantel
Traducci¨®n de Jos¨¦ Manuel ?lvarez Fl¨®rez
Destino. Barcelona, 2011
752 p¨¢ginas. 22,50 euros
Libro electr¨®nico: 15,99 euros
La inglesa Hilary Mantel (1952) admira a su Cromwell, a quien imagina en el ascenso al poder supremo, ministro providencial del rey. Lo ve en presente, como si el mundo del siglo XVI se iluminara hoy en una representaci¨®n cinematogr¨¢fica de prodigiosa ambientaci¨®n. Hilary Mantel percibe peque?os gestos, peque?as palabras, risas y l¨¢grimas peque?as, el color de una cara o de un vestido, detalles m¨ªnimos que los libros de historia registran pocas veces y que la habilidad novel¨ªstica convierte en memorables y monumentales. Este Cromwell es indudablemente un ser digno de estima, que se gana nuestro favor y el de Enrique VIII. Afable con animales y humanos en una ¨¦poca de hogueras p¨²blicas para quemar herejes, de inteligencia clar¨ªsima y sabidur¨ªa para disponer el mundo a su gusto, es bueno y duro, tan audaz como prudente. Sabe o¨ªr detr¨¢s de las puertas, sabe matar, sabe idiomas, se entiende con todos, y, d¨ªa a d¨ªa, ley a ley, sin darse cuenta acaba convirti¨¦ndose en el asesino legal del Reino.
"?Don Nadie del infierno, cachorro de puta, crisol del mal, abogado!", le llamar¨¢ un noble ofendido. Es, como dice la destronada reina Catalina, "el hombre que ahora escribe todas las leyes". Har¨¢ y deshar¨¢ matrimonios. Disolver¨¢ monasterios. Acabar¨¢ con el poder del Papa en Inglaterra y con las rentas de la Iglesia romana. Dictaminar¨¢ que el Parlamento, algo tangible y humano, puede m¨¢s que los designios insondables de cualquier dios. Hilary Mantel les inventa un alma a sus imponentes figuras hist¨®ricas, dramatizando la acci¨®n en una serie de escenas que deben mucho a los retratos de Hans Holbein, el pintor de c¨¢mara de Enrique VIII, de ojo imperturbable y certero. "Los se?ores de Holbein han dejado de ir de caza. Viven en palacios, tienen cuerpos redondeados, miembros relajados, ojos esc¨¦pticos o contemplativos. Son hombres de Estado que viven en interiores; urden intrigas (...), no llevan espada; son gobernantes sedentarios". As¨ª vio a los se?ores de Holbein Ford Madox Ford, autor de La quinta reina, que puede leerse como continuaci¨®n de En la corte del lobo, aunque apareci¨® m¨¢s de cien a?os antes, y donde Thomas Cromwell se estrellaba por fin contra Catherine Howard, la quinta esposa de Enrique VIII.
El gran Cromwell de Hilary Mantel tiene la cara del cuadro de Holbein, hoy en Nueva York, en la Frick Collection, y a ese espejo se mira el h¨¦roe al final: "Parezco un asesino", dice entonces la mano derecha del rey. Est¨¢ aceptando lo que una vez le oy¨® a un criado, a trav¨¦s de una puerta entornada. "?Parezco un asesino? Hay un muchacho que dice que lo parezco", le pregunt¨® Cromwell a un cocinero, pero al cocinero s¨®lo le pareci¨® "un hombre que sabe despiezar una res". La traducci¨®n de Jos¨¦ Manuel ?lvarez Fl¨®rez es excelente.
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