Crisis y reformas en Espa?a
Una de las dificultades principales para combatir eficazmente la crisis actual en la zona euro y completar los elementos necesarios para su estabilidad ha sido la creencia, muy difundida en Alemania, de que la principal culpabilidad del tremendo fen¨®meno viene del poco rigor presupuestario y de la baja productividad de los trabajadores de pa¨ªses mediterr¨¢neos. Con ello han quedado en la sombra las causas fundamentales de las crisis, como el seguidismo del Banco Central Europeo respecto a la Reserva Federal estadounidense, manteniendo tipos de inter¨¦s muy bajos que generaron las burbujas inmobiliarias, y la facilidad con que los bancos privados -espa?oles, alemanes, franceses y otros- financiaron el auge inmobiliario en toda la Eurozona.
La crisis ha demostrado que el BCE tiene que preocuparse de algo m¨¢s que la inflaci¨®n
Es obvia la necesidad de una agencia de 'rating' europea que no tenga intereses espurios
La experiencia espa?ola demuestra que estas ideas son equivocadas.
Espa?a entr¨® en la Uni¨®n Monetaria Europea cumpliendo los requisitos de Maastricht, cosa que no ocurri¨® con Alemania y Francia, sin que recibieran ning¨²n castigo como los que quiere introducir el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet. En los a?os posteriores, Espa?a tuvo d¨¦ficits p¨²blicos inferiores al 1% y, entre 2005 y 2007, super¨¢vits presupuestarios, mientras que la Eurozona mostraba d¨¦ficits que oscilaban entre el 3% y el 1%.
La deuda soberana espa?ola era -y sigue siendo- la menor de los grandes pa¨ªses europeos en porcentaje del PIB: un 64%. Gracias a ello y, a pesar de los embates de los especuladores y de los juegos bajistas de las agencias de rating, el coste de los intereses de la deuda es de un 2% del PIB, frente al 2,4% de Alemania, el 2,6% de Francia y el 4,6% de Italia.
La cacareada baja productividad de los trabajadores espa?oles es una extrapolaci¨®n err¨®nea del periodo de intensa inmigraci¨®n y del auge explosivo de la construcci¨®n (1996-2001). La productividad por ocupado en Espa?a fue superior a la media de la Eurozona entre 1981 y 1990 y entre 2001 y 2010. Y la productividad por hora en 2009, seg¨²n el Conference Board, estaba entre la de Alemania y la de Italia. M¨¢s demostrativo a¨²n es que la tasa de crecimiento real de las exportaciones espa?olas fue en promedio del 6,1% entre 1997 y 2010, algo superior al 5,3% de Alemania.
Ante el injustificable ataque de ciertas agencias contra la deuda soberana espa?ola y la necesidad de ganar tiempo y financiaci¨®n para la recuperaci¨®n de la econom¨ªa, el Gobierno ha tenido que responder con paquetes de medidas que son los m¨¢s duros implementados en las ¨²ltimas d¨¦cadas: subidas de impuestos, recortes de sueldos de funcionarios, contracci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico generado por la crisis, un nuevo contrato laboral indefinido con indemnizaci¨®n reducida, jubilaci¨®n a los 67 a?os en vez de 65 y un extraordinario saneamiento de las cajas de ahorros, con gran rigor, pues su n¨²mero se ha reducido de 47 a 17 entidades.
La respuesta a la crisis por parte de los pa¨ªses m¨¢s potentes de la Eurozona ha sido muy insuficiente, sobre todo por la renuencia de Alemania a ayudar financieramente a los pa¨ªses m¨¢s perjudicados, puesto que se ha mantenido a sus ciudadanos convencidos de que ser¨ªa premiar a los irresponsables perif¨¦ricos a costa de los virtuosos del norte.
Los Gobiernos alemanes no han sabido explicar a sus conciudadanos el excelente negocio que hicieron con la creaci¨®n del euro, que ha hecho que sus exportaciones crecieran de un 24% del PIB en 1995 a un 46% en 2010, mientras se han mantenido pr¨¢cticamente en un mismo nivel del 26% las de Francia, Italia y Espa?a. Por ello, cuando resulta necesario -por mero sentido com¨²n- reforzar el Fondo de Estabilidad, ha habido que vestir la actuaci¨®n con lecciones y castigos.
La construcci¨®n de la Uni¨®n Monetaria no tuvo en cuenta que los desequilibrios entre econom¨ªas tan diversas necesitar¨ªan algo semejante al Fondo Monetario Internacional que crearon en 1944 en Breton Woods las inteligencias de John Maynard Keynes y Harry Dexter White, y la generosidad de EE UU con un mecanismo que diera cr¨¦ditos a tasas de inter¨¦s soportables para ayudar a los pa¨ªses en dificultades sin introducir conceptos de castigos b¨ªblico-germanos.
La crisis ha demostrado que el Banco Central Europeo tiene que preocuparse de algo m¨¢s que la inflaci¨®n: las burbujas de activos mobiliarios e inmobiliarios. Es imprescindible crear un grupo de coordinaci¨®n macroecon¨®mica que asesore a los Gobiernos. Y es obvia la necesidad de una agencia de rating europea que no tenga intereses espurios en la calificaci¨®n y que contrarreste la actuaci¨®n del oligopolio actual.
Los flamantes Pacto por el Euro, Fondo de Estabilidad Econ¨®mica y Plan para la Competitividad tienen, adem¨¢s de la hojarasca y de declaraciones para la galer¨ªa, algunos aspectos que merecen precisarse y utilizarse. El m¨¢s importante para los pa¨ªses inflacionistas es el de encontrar un equilibrio razonable entre salarios, productividad y precios, de lo cual depende la creaci¨®n de empleo, y que necesita acuerdos entre sindicatos y empresarios que puedan adaptarse a la situaci¨®n de cada empresa.
Miguel Boyer es exministro de Econom¨ªa y Hacienda y miembro del Comit¨¦ Delors.
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