Justin Bieber Justin mata a Bieber
![Tom C. Avenda?o](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fbbd94b05-b3c3-4ca5-989a-940a346deade.png?auth=df1698b869ab039573a5f0cba6bade125a4eb08ebd4466a8ca4a0deba11e32ca&width=100&height=100&smart=true)
Si en vez de cantar Justin Bieber se dedicara a ense?ar f¨ªsica cu¨¢ntica, las casi 14.000 personas que le vieron ayer en el Palacio de los Deportes ahora podr¨ªan aspirar al Nobel. La reacci¨®n que provoca este canadiense de 17 a?os sobre la pituitaria de su p¨²blico (principalmente chicas adolescentes) es tal que, durante las dos horas que dur¨® su primer concierto en Madrid, no hubo una frase, un gesto, que se le escapara a la turba de quincea?eras a sus pies. La mayor parte, de hecho, fue celebrado con chillidos dignos de descenso en monta?a rusa, convulsiones de yonqui en urgencias y l¨¢grimas hist¨¦ricas.
As¨ª se espera que sea el mundo de Justin Bieber, ¨ªdolo de masas por antonomasia gracias tanto a sus canciones de pop y R&B como a su voz de chica y su encanto preadolescente. Tiene una caterva de ni?as dispuestas a morir por ¨¦l, a comprarle m¨¢s de nueve millones de discos y recompensarle con al menos los 100 millones con los que cuenta. Y es el mundo que se encontr¨® en Madrid por una tarde.
El cantante tiene una caterva de ni?as dispuestas a morir por ¨¦l
De hecho, si alguien hubiera cerrado los ojos en la plaza de Felipe II a las cinco de la tarde, no hubiera sabido si estaba en un parque de atracciones o en la plaza de Tahir. Entre las hipof¨ªticas estampidas al aparcamiento porque pasaba un coche que a lo mejor podr¨ªa ser que transportara al chaval¨ªn de oro, los gritos de guerra ("?Jus-tin, Bie-ber!"), el impresionante despliegue de mercadotecnia (camisetas, pulseras, deportivas, sudaderas, linternas...), los ocho desmayos que tuvo que atender el Samur y las caras pintadas de corazones, las miles de chicas que aguardaban al concierto parec¨ªan una masa uniforme y beligerante. "Es el d¨ªa con el que voy a so?ar toda mi vida, por Dios, el d¨ªa que vi a Justin en persona", gimoteaba Adela, cacere?a de 15 a?os. "No s¨¦ si podr¨¦ tomar suficientes fotos".
A las 20.15, ba?ado en alaridos, un muchachote subi¨® al escenario. Ten¨ªa poco que ver con los recortes de revistas que las ni?as hab¨ªan puesto en pancartas. Sin el flequillo que le ha hecho famoso, levantando metro setenta del suelo, con constituci¨®n adulta y una voz en transici¨®n que met¨ªa una docena de gallos por canci¨®n, parec¨ªa como si su propia imagen se le hubiera quedado peque?a. Si no hubiera comandado a las fans con esa caracter¨ªstica mezcla de iconograf¨ªa y sugesti¨®n; si no hubiera ejecutado a la perfecci¨®n las desopilantes coreograf¨ªas de Somebody to love; si no hubiera tonteado tan profesionalmente con el p¨²blico antes de cantarle su pegajosa Baby, hubiera parecido un imitador de karaoke.
Tras un retraso hormonal tan rentable como sospechosamente largo, Justin parece supeditar a Bieber, esa marca que tantos suspiros y mofas ha provocado. "Sigue siendo ¨¦l, pero como que no es ¨¦l", se extra?aba Laura, de 13 a?os, a la salida. "Guap¨ªsimo es. Pero, ?este? Este no era el de mi disco". Madrid le dio un martes de lujo a Justin Bieber. Justin lo agradeci¨® con todo el Bieber que le queda dentro.
![Justin Bieber, durante un momento de su actuaci¨®n ayer en el Palacio de los Deportes.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/CNGXGWM75FQVOAS2PFRJX7TJFY.jpg?auth=0624cf954012246e80ed86fcb60d8142af7d8490f12f0b55989db7d88365080e&width=414)
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