Apocalipsis del pl¨¢stico
Hay libros que alguien planea y escribe ordenadamente en torno a un tema. Hay otros que parece que se escriben solos y que proliferan guiados m¨¢s o menos a ciegas por el empuje de una obsesi¨®n. Hace unos a?os, por casualidad, Donovan Hohn ley¨® la historia de un naufragio que habr¨ªa tenido lugar en 1992, en lo m¨¢s desolado del noroeste del Pac¨ªfico, al sur de las islas Aleutianas. M¨¢s tarde iba a descubrir que en realidad no hab¨ªa sido un naufragio: un buque de carga, el Ever Laurel, se encontr¨® en medio de una espantosa tormenta, y en uno de los bandazos que estuvieron a punto de hundirlo una parte de los contenedores almacenados en la cubierta cay¨® al mar. Dentro de uno de ellos hab¨ªa un cargamento de 28.800 juguetes de pl¨¢stico fabricados en China y con destino a Estados Unidos. A ra¨ªz de sus primeras lecturas, que muy pronto lo llevaron a descuidar su trabajo y a perder d¨ªas en hemerotecas consultando oscuras revistas de comercio mar¨ªtimo o buscando su rastro por Internet, Hohn entendi¨® que los 28.800 animales de juguete eran patitos amarillos con grandes ojos y pico naranja como los que flotan en todas las ba?eras infantiles del mundo. Imaginaba las aguas del Pac¨ªfico cubiertas por una armada de patitos amarillos, dispersados por las corrientes con el paso de los a?os, apareciendo en el interior de bloques de hielo en el ?rtico o entre las algas arrojadas por la marea en una playa de Brasil o de Nueva Inglaterra.
Hohn ten¨ªa un oficio digno, una familia. Su esposa estaba a punto de dar a luz su primer hijo y ¨¦l trabajaba como profesor en una buena escuela de Nueva York. Al principio su indagaci¨®n fue m¨¢s o menos caprichosa. Se enter¨® de que en realidad los animalitos n¨¢ufragos no eran todos patos amarillos, c¨®micamente mecidos por olas de varios metros en los mares m¨¢s profundos y m¨¢s alejados de tierra firme del planeta. Hab¨ªa 7.200 patitos, 7.200 ranas verdes, 7.200 castores rojos, 7.200 tortugas azules. Y su p¨¦rdida en el mar no era el ¨²nico desastre sucedido en aquellas aguas: en 1990, en un choque entre dos buques mercantes cerca de Alaska, se hab¨ªa perdido un cargamento de 80.000 pares de zapatillas Nike. Meses m¨¢s tarde zapatillas sueltas, forradas de algas y de peque?os moluscos de concha, aparec¨ªan en las playas de la costa noroeste de Canad¨¢. En 1995, en una playa del Estado de Washington, alguien hab¨ªa encontrado una tortuga todav¨ªa perfectamente azul y un patito descolorido. Hohn descubri¨® un submundo de coleccionistas obsesivos de los objetos arrojados por el mar; y tambi¨¦n de cient¨ªficos dedicados a la oceanograf¨ªa y a la ecolog¨ªa que estudian las pautas de las corrientes marinas para determinar la trayectoria de las toneladas de basura de pl¨¢stico que se acumulan hasta en lo m¨¢s lejano de alta mar, en las costas menos visitadas, en las playas de las islas m¨¢s parecidas al para¨ªso terrenal.
Por entonces la b¨²squeda de Hohn ya no ten¨ªa remedio. El libro futuro hab¨ªa estallado en su imaginaci¨®n, como surge fuera del agua un juguete de pl¨¢stico que un ni?o ha arrastrado hasta el fondo de la ba?era para luego dejarlo subir. Quiz¨¢s la gran broma del t¨ªtulo se le ocurri¨® cuando a¨²n no estaba seguro de que se pondr¨ªa a escribir el libro, porque los mejores t¨ªtulos no son etiquetas que se adhieren a posteriori a un libro ya terminado, sino semillas imperiosas que lo contienen entero y que confirman la posibilidad, la necesidad de su escritura. Donovan Hohn hab¨ªa le¨ªdo desde muy joven relatos de exploraciones, y hab¨ªa contra¨ªdo con Moby Dick esa larga deuda de agradecimiento y devoci¨®n que ya no nos abandona una vez que nos hemos contagiado de esa novela que no se acaba nunca y que no se parece a ninguna otra. Moby-Duck es una broma y es un homenaje. Imaginar la historia insensata de la p¨¦rdida, la b¨²squeda, el hallazgo de esos 28.800 juguetes naufragados y darle ese t¨ªtulo era casi tener ya el libro en las manos.
Pero el libro, para llegar a existir, no exigir¨ªa solo la disciplina de la investigaci¨®n y de la escritura diaria. Muy pronto Donovan Hohn descubri¨® que para contar de verdad aquella aventura ¨¦l mismo ten¨ªa que vivirla en primera persona. Obtuvo un permiso temporal en la escuela y decidi¨® viajar a la costa en el extremo norte de Alaska en la que hab¨ªan aparecido poco tiempo atr¨¢s un patito, una tortuga, dos o tres castores. A su esposa le faltaban semanas para dar a luz y ¨¦l andaba navegando por el extremo Norte del mundo en compa?¨ªa de investigadores temerarios y de aventureros exc¨¦ntricos que se juegan la vida intentando remediar en algo la cat¨¢strofe inmensa de las basuras de pl¨¢stico. La ballena blanca de su b¨²squeda eran aquellos animalitos de juguete, pero el apocalipsis con el que fue encontr¨¢ndose se le revel¨® m¨¢s aterrador que las cacer¨ªas que hacia finales del siglo XIX estaban a punto de exterminar a los grandes cet¨¢ceos. En bosques de con¨ªferas sumergidos en una perpetua niebla de llovizna mar¨ªtima sus botas se hund¨ªan en extensiones de residuos de pl¨¢sticos arrojados tierra adentro por la violencia de las tormentas. La playa m¨¢s sucia del mundo no est¨¢ en el litoral tur¨ªstico del Mediterr¨¢neo, con su caldo veraniego de cremas de bronceado, sino en el extremo sudoeste de Hawai, donde no vive nadie, y donde la arena brilla al sol con millones de bolitas y de fragmentos y de objetos enteros de pl¨¢stico. En el laboratorio de un bi¨®logo marino asisti¨® al examen de los est¨®magos de albatros muertos: pescados y calamares a medio digerir se mezclaban en una pasta hedionda con mecheros, tapones de botellas de agua, anillos de pl¨¢stico de los que sujetan eso que en los supermercados llaman packs de latas de cervezas o de refrescos.
A cien millas del archipi¨¦lago de Hawai, en las muestras de agua de mar recogidas por el velero en el que viaja Hohn, el contenido de pl¨¢stico es cuarenta y seis veces mayor que el de plancton. Uno de los cient¨ªficos a bordo se lanza al agua con sus aletas y su m¨¢scara de submarinismo y cuando emerge de nuevo trae en la cabeza la bolsa de pl¨¢stico de una cadena de supermercados japoneses. Millones de mecheros desechables de todo el mundo giran en las corrientes marinas y acaban en los est¨®magos de los albatros. Cuanto m¨¢s longevo es un animal marino -un albatros puede vivir cincuenta a?os- m¨¢s tiempo tiene para envenenarse de las sustancias t¨®xicas que contienen los pl¨¢sticos.
Durante a?os Donovan Hohn contin¨²a su b¨²squeda. La gente con la que se encuentra es tan rara, tan estramb¨®tica, tan heroica, que dar¨ªa para varios libros posibles. Yo leo Moby-Duck y recupero la excitaci¨®n nerviosa de los grandes relatos de viajes que me gustaban tanto en mi adolescencia apocada y sedentaria, los inventados por Verne y Stevenson y los vividos de verdad por tantos exploradores que le revelaban a uno, aunque no hubiera salido de su pueblo, la maravilla de la amplitud y la variedad del mundo.
Moby-Duck: The true story of 28,800 bath toys lost at sea and of the beachcombers, oceanographers, environmentalists, and fools, including the author, who went in search of them. Donovan Hohn. Penguin, 2011. 416 p¨¢ginas. www.donovanhohn.com. antoniomu?ozmolina.es
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