Kosovo y el horror
El Consejo de Europa y la exfiscal Carla del Ponte denuncian a la guerrilla de Kosovo como responsable de haber traficado con ¨®rganos de presos serbios, y al primer ministro, de estar detr¨¢s de la trama. En Albania, centro del presunto negocio, todos lo niegan. Serbia pide un juicio
A la luz p¨¢lida del mediod¨ªa, el centro de Fush?-Kruj?, en el coraz¨®n de Albania, es un hervidero de gente. Adolescentes en grupo que salen del instituto, hombres sentados en las terrazas de los caf¨¦s, gente caminando por la calle, j¨®venes que hacen cola ante la comisar¨ªa local, un edificio ruinoso, para sacarse el pasaporte. Es como si se hubieran echado a la calle los 25.000 habitantes de esta localidad situada en medio de una llanura agr¨ªcola (fush? significa campos en alban¨¦s), bajo la mole monta?osa donde se asienta Kruj?, la ciudad-fortaleza donde naci¨®, en el siglo XV, el h¨¦roe nacional alban¨¦s, Gior Kastriota Skenderberg.
La calle principal, con sus edificios reci¨¦n construidos, sus tiendas de trajes de novia, sus modernas cl¨ªnicas dentales, florister¨ªas y caf¨¦s, es un escaparate de la nueva Albania. Pero detr¨¢s de esa fachada luminosa se alzan todav¨ªa los precarios edificios de la era comunista. Fush?-Kruj?, donde se ubica una prisi¨®n de alta seguridad, no figura en las gu¨ªas tur¨ªsticas de Albania. Tuvo su momento de gloria en 2007, cuando recibi¨® la visita inesperada del entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush. Y ha vuelto a ser noticia por culpa de un demoledor informe del Consejo de Europa, el organismo que vela por los derechos humanos en el Viejo Continente, que sit¨²a en este anodino rinc¨®n de Albania el centro neur¨¢lgico de un monstruoso negocio: el tr¨¢fico de ¨®rganos de prisioneros serbios que se habr¨ªa producido entre el verano de 1999 y el de 2000, nada m¨¢s terminar la guerra de Kosovo. Un conflicto que caus¨® alrededor de 11.000 muertos, 1.600 desaparecidos, y supuso el tiro de gracia para Yugoslavia, el sue?o de comunismo autogestionario del mariscal Tito.
Seg¨²n el fiscal que ha dirigido la investigaci¨®n serbia,"a los prisioneros se les quitaban los ri?ones y el coraz¨®n"
"Todo eso son patra?as. Los albaneses no lo hubi¨¦ramos permitido. Es pura pol¨ªtica", dice un exmilitar en Fush?-Kruj?
El tribunal para la exYugoslavia carece de competencias para juzgar el caso denunciado por Marty
El autor del informe, el senador y exjuez suizo Dick Marty, asegura que los hilos de esta macabra trama los manejaban altos dirigentes del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo (ELK), la principal guerrilla que lider¨® la independencia de la regi¨®n respecto del poder serbio. Al tiempo que acusa al actual primer ministro kosovar, Hashim Thaci, de ser uno de los m¨¢ximos responsables de la delincuencia organizada en esa regi¨®n. La red lo controlaba todo: transporte de cautivos a trav¨¦s de la frontera con Albania, entonces saturada e incontrolable; casas de acogida que no levantaban sospechas en la poblaci¨®n; equipo m¨¦dico mercenario, ch¨®feres y guardianes, adem¨¢s de los necesarios contactos internacionales.
En alg¨²n lugar, en el d¨¦dalo de caminos de tierra que rodean el n¨²cleo de Fush?-Kruj?, entre parcelas agr¨ªcolas, se hallaba la cl¨ªnica secreta donde, siempre seg¨²n el citado informe, se extra¨ªan los ¨®rganos vitales de los prisioneros serbios, que llegaban vivos y eran eliminados con un simple tiro en la cabeza cuando el cliente, en una capital extranjera, estaba listo para recibirlos. Nadie sabe cuantas v¨ªctimas se cobr¨® la trama, pero se estima que pudieron ser entre 100 y 300 personas. Gente raptada en Kosovo, a la que se manten¨ªa con vida hasta el momento en que era reclamada la mercanc¨ªa.
La elecci¨®n de Fush?-Kruj? como centro de las supuestas operaciones no era casual. La distancia al aeropuerto de Tirana (Rinas) se cubre en quince minutos, por penoso que fuera el camino antes de que se construyera la carretera nueva. El portavoz y fiscal adjunto de la Fiscal¨ªa serbia para Cr¨ªmenes de Guerra, Bruno Vekaric, sostiene que los ¨®rganos preparados para su comercializaci¨®n eran trasladados en helic¨®ptero a Rinas. All¨ª les esperaba un vuelo con destino a Estambul. "A los prisioneros se les quitaban los ri?ones, el coraz¨®n, todo lo que era ¨²til para el tr¨¢fico. Tenemos la lista de precios en marcos alemanes. Un coraz¨®n eran 80.000 marcos, un ri?¨®n, la mitad", dice Vekaric. Los despojos de las v¨ªctimas se enterraban en terrenos adyacentes.
El esc¨¢ndalo provocado por estas denuncias ha estremecido al mundo y ha obligado a Eulex (el organismo europeo que se encarga desde finales de 2008 de administrar justicia y velar por la seguridad en Kosovo) a abrir una investigaci¨®n preliminar.
Fue un libro de la exfiscal del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIY) Carla del Ponte, el que destap¨® la caja de los truenos. En La caza, publicado en 2008 (en espa?ol, al a?o siguiente), Del Ponte menciona los graves indicios que apuntaban a la existencia de ese horrible comercio. Indicios contenidos en un informe secreto redactado por funcionarios de la Administraci¨®n interina de Naciones Unidas en Kosovo (Minuk), y enviado al TPIY, del que ella era fiscal, en noviembre de 2003. El documento, de una treintena de p¨¢ginas, que fue filtrado en febrero a la prensa, recoge testimonios, redactados en ingl¨¦s, de ocho exguerrilleros del ELK que dicen haber participado en el negocio del tr¨¢fico de ¨®rganos. Gente que colabor¨® presuntamente en el transporte, enterramiento y, en un caso, en el traslado de ¨®rganos extra¨ªdos a cad¨¢veres de prisioneros al aeropuerto de Tirana, rumbo a Estambul.
El texto ofrece un escalofriante panorama de lo que pudo ocurrir con muchos desaparecidos serbios, en Albania, en aquellos meses de caos y desconcierto, inmediatamente posteriores al conflicto balc¨¢nico. "Nos dijeron que no golpe¨¢ramos a los cautivos. Que los trat¨¢ramos bien. Era la primera vez que o¨ªa algo as¨ª, y me sorprendi¨® porque hasta entonces se les pod¨ªa golpear (a los serbios) y romperles los brazos y las piernas, a voluntad. Fuimos a Albania. Vest¨ªamos uniformes. Cruzamos por [borrado en el texto]", dice uno de los testimonios. "Hab¨ªa una multitud, una cola gigantesca de refugiados que regresaban a sus casas, atravesamos sin problemas. Fuimos a Burrel y pasamos all¨ª la noche. All¨ª hab¨ªa m¨¢s gente, y mujeres. No s¨¦ cuantos eran. Les o¨ª hablar serbio. Al d¨ªa siguiente les condujimos a una casa al suroeste de Burrell, en Fush?-Kruj?. Antes de partir, un doctor le dio a un soldado una bolsa, un saco negro, creo que eran papeles. En todos los dem¨¢s viajes siempre nos daban un malet¨ªn o una carpeta con papeles para darle al doctor del lugar donde los cautivos eran entregados. Cuando llegamos era de noche y nos esperaban varias personas. Hab¨ªa un doctor alban¨¦s que les examin¨®, especialmente el torso, y pregunt¨® si hab¨ªan sido golpeados. Bromeamos sobre eso".
La misma fuente recuerda otra entrega de prisioneros serbios, al sur de la ciudad de Burrel, donde fueron recibidos por varios doctores, uno de ellos ¨¢rabe. En otro viaje recuerda haber llevado a una pareja de serbios j¨®venes. Estaban desesperados. "En un momento dado, el hombre nos pidi¨® que le mat¨¢ramos de inmediato: 'No queremos que nos corten en pedazos', dijo. Los llevamos a la misma casa, al sur de Burrel, a primera hora de la tarde".
Entre los testimonios, que los miembros de Minuk consideran por escrito "de fiabilidad no verificada", figura el de un exguerrillero encargado, supuestamente, de llevar los ¨®rganos extra¨ªdos al aeropuerto de Rinas. Seg¨²n su versi¨®n, los coches entraban por una puerta trasera del aer¨®dromo y la mercanc¨ªa era embarcada en vuelos regulares. Un poco de dinero bastaba para evitar preguntas indiscretas en los aeropuertos de Tirana y de Estambul. Este mismo testigo informa a los funcionarios de Naciones Unidas de que a los dos primeros serbios solo les quitaron los ri?ones. "La intenci¨®n era introducirse en el mercado. M¨¢s adelante, todo se hac¨ªa mejor y sacaban hasta 45.000 d¨®lares por persona. El env¨ªo mayor fue cuando operaron a cinco serbios de una vez y enseguida salimos hacia el aeropuerto". Lo normal, seg¨²n la misma fuente, "era salir con los ¨®rganos de dos o tres serbios a la vez".
Tan horrendo comercio se desarrollaba, siempre seg¨²n el informe Marty, a espaldas de la poblaci¨®n de Albania, aunque habr¨ªa contado con la colaboraci¨®n del hoy primer ministro Sali Berisha, y de los servicios secretos. Raz¨®n m¨¢s que suficiente para que el informe europeo haya levantado ampollas en un pa¨ªs de apenas tres millones de habitantes que se volc¨® en la ayuda a los hermanos kosovares. Berisha, antiguo cardi¨®logo de la nomenklatura comunista que gobern¨® Albania hasta principios de los a?os noventa, ha rechazado, indignado, las acusaciones. Su Gobierno se ha ofrecido a colaborar en la investigaci¨®n. ?Permitir¨¢n que una autoridad extranjera busque en suelo alban¨¦s los restos de las v¨ªctimas de la trama criminal? "Ya estamos colaborando. Recibimos al enviado del senador Marty, pero hasta el momento no nos ha llegado ninguna petici¨®n concreta, ni ninguna informaci¨®n m¨¢s. Estamos esperando que nos manden datos o indicios que podamos investigar por nuestra parte", explica Plator Nesturi, portavoz de la fiscal general albanesa Ina Rama.
En Fush?-Kruj?, la localidad salpicada por el esc¨¢ndalo, se palpa especialmente la hostilidad que provoca este tema. "Todo eso es falso, completamente falso. Esas acusaciones no son m¨¢s que pol¨ªtica. No hay nada de verdad. Los albaneses no lo hubi¨¦ramos permitido", dice el exmilitar que atiende uno de los bares m¨¢s modernos de la peque?a ciudad. Es un hombre en los sesenta, de pelo gris, que se maneja detr¨¢s de la barra con cierta torpeza. "Aqu¨ª hubo un campo de refugiados. Y ve¨ªamos con frecuencia a guerrilleros kosovares. Pero no ven¨ªan a hacer nada malo, sino a ver a sus familiares. Todo eso del tr¨¢fico de ¨®rganos son patra?as. Salga usted a la calle, pregunte a cualquiera. Le aseguro que nadie le podr¨¢ hablar ni de cl¨ªnicas, ni de nada, porque no existieron. Nosotros no lo hubi¨¦ramos permitido".
Nadie sabe nada en el Ayuntamiento, y el alcalde, Ismet Havriqi, del Partido Democr¨¢tico de Albania, actualmente en el poder, no se pondr¨¢ finalmente en contacto con la periodista, pese a los muchos requerimientos. Todas las puertas se cierran apenas se pregunta sobre el tema. "No vi nada, no s¨¦ nada", es la respuesta general.
Las v¨ªctimas del presunto tr¨¢fico de ¨®rganos eran, en su mayor¨ªa, hombres serbios j¨®venes y saludables, pero tambi¨¦n hubo algunas mujeres, y hombres de etnia gitana, adem¨¢s de unos pocos nacionales de otros pa¨ªses del este europeo que viv¨ªan en Kosovo en la ¨¦poca. De los m¨¢s de 400 desaparecidos serbios tras el conflicto solo una parte habr¨ªan acabado en Fush?-Kruj?, triturados por el macabro engranaje descrito en el informe. Los que no reun¨ªan las condiciones de compatibilidad requeridas para ser donantes desaparecieron para siempre en los campos de concentraci¨®n secretos creados por el ELK en ciudades del norte de Albania, de los que existe evidencia en manos de la justicia kosovar.
Jos¨¦ Pablo Baraybar, m¨¦dico forense peruano, se dio de bruces con esta historia, que le persigue como una pesadilla, nada m¨¢s aterrizar en Kosovo, en 2002, para organizar la Oficina de Personas Desaparecidas de Naciones Unidas. A ¨¦l le toc¨® encabezar una peque?a expedici¨®n a Albania, en 2004, para buscar in situ pruebas del tr¨¢fico. No fue a Fhus?-Kruj?, sino a una aldea llamada Rripe, cerca de la ciudad de Burrel, en el norte del pa¨ªs, donde varios testimonios coincid¨ªan en se?alar la existencia de una cl¨ªnica enmascarada. Un edificio de dos plantas, conocido como "la casa amarilla". Un lugar donde, presuntamente, se hac¨ªan pruebas m¨¦dicas a los prisioneros para seleccionar a los que pod¨ªan ser compatibles.
Un fiscal alban¨¦s y varios polic¨ªas locales acompa?aron a la misi¨®n. Gracias a un espray de luminol, una sustancia de uso forense, se encontraron salpicaduras de sangre en los muros y el suelo de una de las habitaciones de la casa, por entonces pintada de blanco. En un basurero pr¨®ximo se hallaron tambi¨¦n jeringuillas, v¨ªas intravenosas usadas en hospitales y restos de un medicamento tranquilizante utilizado tambi¨¦n en cirug¨ªa. Los funcionarios internacionales redactaron un informe detallando los objetos recuperados. Se los fotografi¨® y se guard¨® la evidencia en La Haya. Pero el caso se archiv¨®. Tiempo despu¨¦s, nadie sabe en qu¨¦ circunstancias, las pruebas fueron destruidas.
"No creo que lo hicieran por nada especial, simple negligencia", cuenta Baraybar, que vive ahora en Per¨², en conversaci¨®n telef¨®nica. "El material que recogimos era bastante sospechoso porque las probabilidades de encontrar algo as¨ª en una casa al azar son bastante raras", dice. "Hay indicios que deb¨ªan haberse investigado, pero al tribunal le falt¨® visi¨®n. Tampoco se investig¨® nada m¨¢s en Kosovo ni en Albania, ni se hizo nada por comprobar si los ¨®rganos llegaron efectivamente a Turqu¨ªa". ?Por qu¨¦ no se hizo?
"El Tribunal no mostr¨® la misma diligencia para investigar los cr¨ªmenes cometidos contra los serbios", dice este forense, sin dejar de subrayar que la violencia serbia produjo muchas m¨¢s v¨ªctimas. "La relaci¨®n ser¨ªa como de cinco a uno". Pero indagar los cr¨ªmenes cometidos por los albano-kosovares entra?aba m¨¢s dificultades tambi¨¦n. "La comunidad albanesa en Kosovo es muy cerrada. Por eso, la informaci¨®n disponible sobre los casos era bastante limitada. Aun as¨ª, creo que se podr¨ªa haber hecho mucho m¨¢s".
Michael Montgomery, uno de los periodistas estadounidenses que primero recogi¨® la informaci¨®n sobre el supuesto tr¨¢fico de ¨®rganos, entrevistando a exguerrilleros kosovares, tambi¨¦n estuvo en la casa amarilla. Para ¨¦l, lo m¨¢s sospechoso fueron las explicaciones que dieron sus inquilinos sobre los medicamentos y las manchas de sangre. "Primero, uno de ellos dijo que las medicinas se usaron para tratar a un caballo de una mordedura de serpiente. Luego, que se las hab¨ªan dado a un familiar -una chica- que estuvo viviendo en la casa, de la que no recordaban ni el nombre", explica por correo electr¨®nico desde San Francisco, donde trabaja para el Centro de Reportajes Investigativos, una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro dedicada a destapar esc¨¢ndalos. "Sobre las manchas de sangre, primero dijeron que hab¨ªan nacido all¨ª varios de los ni?os. Mientras una de las mujeres explic¨® que hab¨ªan sacrificado varios animales por una fiesta musulmana. Algo bastante extra?o porque era la pieza principal".
Extra?o, s¨ª. Bruno Vekaric, portavoz y fiscal adjunto de la Fiscal¨ªa serbia para Cr¨ªmenes de Guerra, pens¨® lo mismo cuando tuvo en sus manos una copia del informe redactado tras la visita a la casa amarilla. Obtener el material no fue empresa f¨¢cil. Vekaric, un hombre joven y corpulento, cuenta, sentado ante su mesa de despacho en Belgrado, bajo una televisi¨®n de plasma adosada a la pared, que ¨¦l mismo viaj¨® a Buenos Aires, donde Carla del Ponte ha sido embajadora de Suiza hasta principios de a?o, para recavar informaci¨®n sobre el caso. "Anteriormente hab¨ªamos pedido datos de este asunto a la Minuk, pero nos respondieron que no sab¨ªan nada de este supuesto tr¨¢fico de ¨®rganos", dice, y extiende a la periodista la copia de una carta en ingl¨¦s que confirma sus palabras. El despacho de Vekaric, en una de las plantas altas del sombr¨ªo edificio que alberga la fiscal¨ªa, es peque?o, discretamente amueblado. A trav¨¦s de la ventana, a su espalda, se ve caer la nieve sobre Belgrado. Los ¨¢nimos est¨¢n bajos en Serbia, principal motor de la antigua Yugoslavia, que se ha quedado sola -un pa¨ªs de ocho millones de habitantes, sin salida al mar- tras el hundimiento de aquella confederaci¨®n.
Mientras los investigadores a las ¨®rdenes de Vekaric se pon¨ªan en marcha, en Pristina, capital de Kosovo, la polic¨ªa destapaba un esc¨¢ndalo con inquietantes puntos de contacto con lo denunciado por el informe Marty y por Carla del Ponte. Bajo la cobertura de una actividad m¨¦dica normal, la cl¨ªnica Medicus, a las afueras de la ciudad, realizaba trasplantes de ri?¨®n ilegales. La red operaba en un doble sentido: captando donantes entre los m¨¢s pobres de las exrep¨²blicas sovi¨¦ticas, a cambio de dinero, y buscando receptores ricos en Canad¨¢, Israel, Turqu¨ªa o Estados Unidos. Entre los detenidos por su implicaci¨®n en el caso hay un profesor del Hospital Universitario de Pristina, Lutfi Dervishi, cuyo hijo, Arban, dirig¨ªa el establecimiento, y un alto cargo del Ministerio de Sanidad kosovar, Ilir Rrecaj, adem¨¢s de un cirujano turco, Yusuf Sonmez, arrestado recientemente en Estambul.
Dick Marty est¨¢ convencido de que el caso Medicus tiene estrechas conexiones con la red de tr¨¢fico de ¨®rganos que denuncia su informe. Cree que funcionaba con los mismos canales internacionales y con los mismos m¨¦dicos. Y espera que el organismo europeo que administra justicia en Kosovo lo aclare definitivamente.
Ser¨¢ una forma de sustanciar tambi¨¦n la investigaci¨®n serbia, en la que se han reunido, dice el fiscal Vekaric, "graves indicios" sobre el tr¨¢fico de ¨®rganos con prisioneros de este pa¨ªs. Vekaric reconoce que el Gobierno serbio preferir¨ªa que un tribunal internacional independiente se ocupara del caso. "Quiz¨¢ bajo la presidencia de la se?ora Del Ponte". Pero esta v¨ªa ha sido vetada por Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU. Para los serbios es esencial que se aborde con seriedad. "Necesitamos reconciliaci¨®n en los Balcanes. Investigar lo que pas¨® es importante para los serbios, para los albaneses, y para los kosovares. Imagino que el primer ministro de Kosovo, Hashim Thaci, ser¨¢ el primero en pedir una investigaci¨®n que demuestre que es inocente como dice".
Quiz¨¢ por eso, las instituciones europeas se han comprometido a esclarecer hasta el fondo el caso. Aunque sigue funcionando en La Haya, el Tribunal para la antigua Yugoslavia no tendr¨ªa competencias en este espinoso caso, porque su mandato se limita a los cr¨ªmenes de guerra cometidos en el territorio de la antigua Yugoslavia entre 1991 y 1999. Hasta ahora, este Tribunal de Naciones Unidas ha condenado a seis altos cargos serbios por cr¨ªmenes contra la humanidad en Kosovo. El ¨²ltimo de los cuales, Vlastimir Djordjevic, responsable m¨¢ximo de la polic¨ªa, fue sentenciado en febrero a 27 a?os de c¨¢rcel. Tambi¨¦n ha sentado en el banquillo a varios imputados albano-kosovares, aunque la mayor¨ªa han quedado libres por falta de pruebas. Ocurri¨® en 2007, en el juicio por cr¨ªmenes de guerra contra el exprimer ministro kosovar Ramush Haradinaj y uno de sus hermanos. El tribunal no pudo condenarlo porque ninguno de los 40 testigos de la investigaci¨®n policial se present¨® en el juicio. Algunos faltaron por causa mayor: hab¨ªan sido asesinados. Quiz¨¢ ha llegado la hora de la justicia tambi¨¦n para los vencidos.
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