La corrupci¨®n y Dios
La imagen provoca un desconcierto enorme por lo que intuimos que representa, aunque no lo tengamos muy claro. Tampoco sab¨ªamos, de primeras, el significado de que el se?or de la derecha se declarara amigu¨ªsimo de un juez (un tal De la R¨²a) que deb¨ªa decidir sobre su futuro procesal. Pero bastaba escuchar a Camps para que se te encogiera el p¨¢ncreas. Nos parec¨ªa que esa mezcla de pol¨ªtica y justicia repugnaba a la raz¨®n y era contraria a la honradez y a las buenas maneras. Sent¨ªas espanto por la pol¨ªtica y por la justicia, de forma separada, y por las dos juntas en tanto en cuanto que lados del tri¨¢ngulo del Estado de derecho. Del mismo modo que hay fotograf¨ªas que se oyen (la presente, sin ir m¨¢s lejos), hay frases que se ven: aquellas frases, por ejemplo, en las que Camps se dirig¨ªa por tel¨¦fono a un g¨¢nster (presunto) al que denominaba, entre otras lindezas, "amiguito del alma". Quiere decirse que este hombre se ha dejado fotografiar en las posturas m¨¢s obscenas, que son, si las encuestas no mienten, las que m¨¢s ponen al electorado. Aqu¨ª aparece como amiguito del alma de los obispos y de la curia en general (no se pierdan los rostros de satisfacci¨®n de quienes aparecen en segundo plano). El primer impulso, tras sobreponerse al impacto brutal de la imagen, es recurrir al humor, a la iron¨ªa, incluso al sarcasmo. Pero hasta los recursos literarios m¨¢s nobles huyen de uno en las situaciones l¨ªmite. S¨®lo te queda recurrir a la compasi¨®n, a la l¨¢stima, a la pena. Pues eso, que qu¨¦ pena (aunque tambi¨¦n qu¨¦ risa) esta alianza entre la corrupci¨®n moral y Dios.
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