Gilbert & George amantes, socios, artistas
Es dif¨ªcil encontrar una pareja tan bien avenida. Ni en el matrimonio ni en el mundo del arte. Gilbert & George han desarrollado una simbiosis absolutamente perfecta a lo largo de los a?os. Parecen un cuerpo duplicado, diversificado, pero, sin embargo, cronometrado a la perfecci¨®n. Mimetizan los gestos, las posturas, las miradas, los comentarios. No discuten entre ellos. O al menos nunca lo hacen delante de extra?os. Simplemente, a?aden matices. Hablan y callan a partes iguales hasta conseguir una sola voz: la m¨¢s aguda sale de Gilbert; la m¨¢s grave, de George.
Es curiosa la continuidad f¨ªsica que han conseguido desde que se conocieran en 1967, cuando estudiaban arte en la escuela Saint Martin's de Londres, y poco despu¨¦s desarrollaran esa marca de esculturas vivientes que tanta fama les dio. M¨¢s de 40 a?os juntos ya y todav¨ªa andan entusiasmados con sus performances, sus shows, como dicen. Lo mismo que una persona combina los colores de su indumentaria, ellos lo hacen en perfecta sinton¨ªa, pero a pieza entera. La elegancia es uno de sus mandamientos, lo mismo que la fe en s¨ª mismos. Si Gilbert se viste de marr¨®n claro, George elige un verde a tono.
Cuatro pilares sostienen su obra: sexo, raza, dinero y religi¨®n. "Todos ellos se relacionan"
"Assange es un nuevo Cristo. En cierta medida ha cambiado el mundo y se ha sacrificado por ello"
"Es dif¨ªcil definirnos. A veces nos gusta decir que somos una pareja de lesbianas"
Como cuando hablan de teolog¨ªa, herej¨ªas y corrientes religiosas: si Gilbert rememora a los teos¨®ficos, George echa mano de los cu¨¢queros. Si Gilbert ataca a la Inquisici¨®n, George la toma con los mul¨¢s y las madrazas.
?Qu¨¦ son? ?Amantes? ?Gemelos? ?Siameses separados por una rendija de aire? ?Doctor Jekyll y Mr. Hyde? ?Actores de post¨ªn, artistas retro? "Podr¨ªamos ser varias cosas a la vez. Hay gemelos que han sido amantes. Se llama incesto, le puedo prestar varios libros sobre el tema", comenta... George, o Gilbert, uno no tiene claro qui¨¦n. Gilbert & George, mejor. Dos nombres, dos G may¨²sculas. Un solo cuerpo, una sola mente, un solo artista, un ¨²nico discurso.
Pocos pensaron que la naturaleza del arte pudiera dar a luz una combinaci¨®n tan perfecta entre un chico criado en los Dolomitas italianos (Gilbert) y otro con porte de gentleman nacido en Devon, Inglaterra. Varias obsesiones, sin embargo, les han unido a trav¨¦s de los a?os. Poco cambiantes, eso s¨ª. La obra de Gilbert & George ha ido dando vueltas como un carrusel pop sobre cuatro pilares que conectan a lo largo de toda su trayectoria: sexo, raza, dinero y religi¨®n. "Todos ellos se relacionan. La raza tiene que ver con la religi¨®n, y el sexo...". El sexo, con el dinero, con la raza, con el alma, con la religi¨®n, of course, con el fluido de este mundo excesivo y alocado en constante baile de humedades que mueve el universo.
"Todas las ambivalencias morales nos interesan. Hay cosas que las tienen, conceptos que los tienen y otros que no. Cuando hicimos nuestra muestra Naked shit (algo as¨ª como mierda en bolas) nos dimos cuenta. Todo el mundo nos preguntaba lo mismo. ?Por qu¨¦ la mierda? Hasta que al final ca¨ªmos. Porque tiene una dimensi¨®n moral, no como las manzanas o los melones, m¨¢s bien como ocurre con el sexo, la mierda tiene una dimensi¨®n moral".
Y la religi¨®n, y la ley, y las convenciones. De eso va tambi¨¦n su nueva muestra: Postales de la uretra, que abre esta semana -el 14 de abril- en la sala de Ivory Press en Madrid. Es su ¨²ltima parada en Espa?a despu¨¦s de que participaran en aquel homenaje a Federico con esa foto que dio la vuelta al mundo -titulada In bed with Lorca- con ellos dos acostados en la cama del artista en la Huerta de San Vicente.
Estos d¨ªas ultiman las maquetas de la sala donde se ver¨¢n sus obras en su casa y taller de Londres, situado en el n¨²mero 12 de Fournier Street. All¨ª reproducen a escala todos los lugares donde exhiben esta met¨¢fora geom¨¦trica de nuestra ¨¦poca.
En esa calle recoleta y empotrada entre una iglesia anglicana y una mezquita en pleno East End tienen su templo estos ateos militantes de todo tipo de ideales humanistas sin renunciar a los dec¨¢logos pr¨¢cticos. Por ejemplo, el que les impide prestar o pedir dinero: "Cuando alguien se atreve a pregunt¨¢rnoslo, le decimos que va contra nuestras creencias".
El barrio ha cambiado en los ¨²ltimos 20 a?os. En el tiempo que se conocieron, los a?os sesenta excitados por los ecos presentes del Sgt. Peppers, so?aron con una utop¨ªa alejada de fanatismos, nunca con que la cosa fuera a m¨¢s. Pero ha ido, y la religi¨®n ha enrarecido el ambiente del barrio. Hay tensi¨®n. Y les molesta. "No estamos en contra de Dios, esa figura no hace da?o. Estamos en contra de las religiones, ellas son las que provocan guerras". Durante d¨¦cadas han puesto el carro de su imaginaci¨®n y su provocaci¨®n salvaje, pero de etiqueta, delante de las desviaciones y abusos cristianos. Ahora tambi¨¦n miran de reojo al islam. "Resulta que todos debemos comer su curry, pero ellos no piensan probar nuestros huevos con beicon..., curioso, ?no cree?".
La cuesti¨®n es liberarse. De las iglesias, de las mezquitas, del creacionismo y, a ser posible, del cinismo imperante. "Hoy vuelven esas teor¨ªas absurdas, en eso retrocedemos, y creemos que fueron mucho m¨¢s interesantes movimientos como los cu¨¢queros del siglo XVII, que no fomentaban las canciones, ni las oraciones, que no cre¨ªan en el cielo ni el infierno, o que pensaban que Dios cre¨® todo esto y despu¨¦s de hacer su trabajo muri¨®. Tan solo fomentaban el di¨¢logo en sus encuentros y participaron en la elaboraci¨®n de muchas constituciones dem¨®cratas. O los teos¨®ficos de Madame Blavatsky, que inspir¨® tanto a los grandes artistas abstractos de Kandinsky a Malevich".
Ellos son figurativos y conceptuales. Beben del pop y el surrealismo. Desarrollan ideas dad¨¢ con cierto aire de t¨¦ a las cinco. Aspiran a ser modernos, pero son conscientes de lo que eso implica: "No puedes convertirte en ello aferr¨¢ndote a un ¨²nico pasado, y lo que propones hoy debe perdurar en el futuro". Empezaron con unos carboncillos famosos en los que se retrataban caminando por parques o calles. "La gente comenz¨® a apreciarlos por la forma, por las texturas, y fue entonces cuando decidimos: que les den. A la mierda. No entend¨ªan el contenido, solo el continente".
Y cambiaron de rumbo. "Empezamos a trabajar con los negativos de fotograf¨ªas. El efecto de esas im¨¢genes m¨¢s reales era muy fuerte. Si alguien contempla un desnudo de un jovencito pintado no dice nada, pero si es una fotograf¨ªa se escandaliza, ?por qu¨¦?". Sus juegos con im¨¢genes reales desde entonces han sido infinitos. En gran formato, en v¨ªdeo y en peque?as part¨ªculas. Como ahora con las Postales de la uretra. Forman casi una sucesi¨®n de ¨¢tomos de cart¨®n plastificado en los que se entrecruzan s¨ªmbolos que cualquiera puede comprar en una tienda de souvenirs londinense. Solo que ellos las han reordenado como en una especie de org¨ªa perpetua. As¨ª ha sido concebida la exposici¨®n que presentan en Madrid. Su Uretra se revela en las fotos para evocar una forma f¨ªsica que en cierto modo sigue siendo tab¨². "Se pueden enumerar manos, piernas y narices, pero nadie menciona la uretra. Lo mismo que hablamos de l¨¢grimas y no de semen. Hay fluidos que forman parte de los convencionalismos y otros que no", comentan embotados en sus trajes impolutos, sin una sola arruga, y atados solamente a la gruesa rigidez de los nudos de sus corbatas.
Dentro de esas uretras enmarcadas, G&G han colocado un hilo conductor para sus postales: la Union Jack. La bandera brit¨¢nica ha sido el nexo de un coleccionismo obsesivo desde que hace m¨¢s de 20 a?os decidieran que har¨ªan algo como homenaje a la insignia de su patria. "Cualquier postal que compr¨¢ramos deb¨ªa contener la bandera, en grande o en peque?o, como elemento decorativo o central, pero presente".
Ese fino sentido del humor que mezcla sexo, escatolog¨ªa, vicio e iconos sagrados mueve a estos dos artistas a dar su visi¨®n de las cosas. Puede que no sean los favoritos de la reina de Inglaterra, los obispos anglicanos o de cualquier otra confesi¨®n, ni de las ciertas ¨¦lites del mundo en que ellos se mueven, pero s¨ª han conseguido ampliar el p¨²blico del arte. "Detestamos aquella m¨¢xima del arte por el arte, creemos firmemente, desde que estudi¨¢bamos, en el arte para la vida, para la gente", comentan.
Lo hacen perfectamente colocados en la mesa de un restaurante cercano a su casa. Gilbert ha preguntado al camarero qu¨¦ dulce tienen y ha pedido dos raciones de tarta sin consultar a George. Hablan por una boca. Dan por supuesto que lo que se le antoja a uno, el otro lo quiere tambi¨¦n, y duplican gestos, cortes¨ªa, sarcasmos, formas de agradar y comandas.
Se colocan en la misma posici¨®n, con las manos cruzadas y ligeramente apoyadas sobre la mesa. En comuni¨®n. Poco antes han abandonado su lugar de trabajo. El taller comunicado por atr¨¢s entre las dos viviendas adosadas de Fournier Street forradas de madera y papeles de colores, adornadas con cer¨¢micas, objetos diminutos y colgadores de corbatas. "Hace a?os compramos una casa y nos encontramos un taller por el mismo precio; ahora necesit¨¢bamos ampliar el taller y nos hemos encontrado una casa de regalo".
Apenas salen del barrio. En esa ¨¢rea cercana a la City, donde algunos pubs est¨¢n decorados con cuadros suyos, hacen su vida cercados de restaurantes hind¨²es, ¨¢rabes y orientales entre multitud de locutorios, casas de masajes y templos de todo tipo de creencias donde han presentado alguna exposici¨®n sin que al vicario le importara gran cosa sus mensajes rayanos en lo blasfemo. "Con tal de que pag¨¢ramos el alquiler del local, le daba lo mismo".
As¨ª han forjado una identidad multicultural, abierta, devota de la tolerancia y el entendimiento conseguidos a base de provocaci¨®n inteligente. Para ello han querido romper barreras y etiquetas que no hacen m¨¢s que clasificar al ciudadano en apartheids convencionales: "Hombre y mujer, gay o hetero, blanco o negro, para nosotros eso no es importante. Somos personas y punto. Es dif¨ªcil definirnos. La gente no encuentra las palabras exactas, a veces nos gusta decir que somos una pareja de lesbianas. Somos normales y raros al tiempo, ciertamente. Si fu¨¦semos normales nos aburrir¨ªamos y si fu¨¦semos raros nos espantar¨ªamos".
Pero esa mezcolanza de antietiquetas no es la raz¨®n por la que apenas aparecen mujeres en sus obras. En dicho asunto aplican cierta rebeli¨®n est¨¦tica. "Desde hace m¨¢s de 500 a?os, la mujer ha sido el tema central del arte. Para nosotros, se ha tratado como un objeto de posesi¨®n y decidimos que hab¨ªa que desviar la atenci¨®n".
Les han tildado de ser conservadores. Eso entra dentro de su espacio de rarezas. No tanto en Gilbert, que no vota. Pero s¨ª en George, que admite sus convicciones tories y su admiraci¨®n por Margaret Thatcher. "Yo voto normalmente y lo hago a los conservadores", afirma. "No me importa que me acusen de cometer pecado mortal. En el mundo del arte est¨¢ mal visto; se supone que los cantantes, los escritores y los artistas debemos ser de izquierdas. Entre camareros y taxistas se acepta; entre nosotros, no. ?Por qu¨¦, si la mayor¨ªa de este pa¨ªs los apoya?". Y de David Cameron, ese enigma, ?qu¨¦ piensa? "Creo que debemos apoyarlo haga lo que haga, no porque sea guapo, por el simple hecho de que estamos en bancarrota".
Lo mismo que para ellos es necesario apoyar a Julian Assange, impulsor de Wikileaks. "Es otro Jesucristo. En cierta manera ha cambiado el mundo y va a sacrificarse por todos nosotros. Ahora le acusan de abusos sexuales, pues queremos ver el DVD".
Lo comentan, como todo, con esa media sonrisa ladeada y un tanto mal¨¦vola. Con ese levantamiento de cejas coreogr¨¢fico y el contrapunto medido de su discurso un¨ªsono, con su amable fogueo ir¨®nico y antim¨ªstico, sin romper el cord¨®n umbilical que les une a los territorios de la provocaci¨®n impert¨¦rrita. P
E
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.