Versace vive entre ratas
Los ni?os rumanos juegan entre la basura y el barro en El Gallinero, el rinc¨®n m¨¢s miserable de uno de los asentamientos ilegales m¨¢s grandes de Europa
Versace, un ni?o con un corte de pelo franciscano, corretea con otro medio desnudo, con los pies llenos de tizne. Una rata se retuerce en una monta?a de basura a pocos metros. Casi 180 ni?os, un centenar con menos de cinco a?os, viven en condiciones miserables en el poblado chabolista de El Gallinero, seg¨²n un informe del Defensor del Menor. El autob¨²s escolar pas¨® hace cuatro horas por el lugar, pero Alondra, una chica de 11 a?os, lo dej¨® ir. "Me han dado vacaciones", explica esta ma?ana, cargada con las bolsas de la compra.
Lo que se ve desde una colina, a un lado de la A-3, es una hilera de chabolas junto a una carretera que cruza al vertedero. A¨²n queda en pie la ¨²ltima tapia del viejo gallinero. Luc¨ªa es la matriarca de la primera familia rumana (44 a?os, 5 hijos y 24 nietos) que se instal¨® en 2007 en una explanada que se ha convertido en el rinc¨®n m¨¢s m¨ªsero de uno de los mayores asentamientos ilegales de Europa: la Ca?ada Real. "Yo vivo aqu¨ª", dice al abrir la puerta de una peque?a infravivienda decorada con un tapete de ciervos en un bosque y adornos de pl¨¢stico.
El autob¨²s escolar pasa cada ma?ana pero no es extra?o que se vaya de vac¨ªo
Un joven pag¨® al padre de una chica 6.000 euros por la boda
Las familias debaten entre volver a la carretera o asentarse por fin
Armani, Irlanda, Napole¨®n o Aznar son nombres de la nueva generaci¨®n
La mujer dej¨® de beber y fumar tabaco hace siete a?os, ¨¦poca en la que dice que escuch¨® la voz de Dios. Incluso la m¨²sica techno que suena por la ma?ana en el poblado chabolista le molesta. Recuerda que no se asom¨® siquiera a ver a una orquesta que tocaba en la ¨²ltima boda que se ha celebrado. M¨²sica de acorde¨®n entre barracas, chatarra, cables sueltos, restos de cobre y barro.
Otras familias n¨®madas y parientes de su pueblo imitaron a Luc¨ªa y fueron construyendo en esta vaguada su vivienda de forma desordenada, sin las m¨ªnimas condiciones de salubridad. El resultado es que, a menos de 15 kil¨®metros de la Puerta del Sol, uno se topa con una estampa similar a la que podr¨ªa encontrar en un barrio pobre de Calcuta.
Luc¨ªa dice que viven de la mendicidad. "Mis hijos limpian cristales en los sem¨¢foros. Somos cristianos, muy creyentes, no robamos", asegura esta se?ora de car¨¢cter que re¨²ne con un golpe de voz a los nietos extraviados en los caminos de barro. A veces les dan un euro, otras nada. "Me gritan: ?vete a la mierda rumana!". Otra forma de subsistir es la chatarra, que recogen por toda la regi¨®n y cargan en camionetas. Despu¨¦s est¨¢ el robo de cobre, un boyante negocio ilegal que ha arrasado con alcantarillas y cableado.
Los habitantes de El Gallinero son rumanos y de etnia gitana. Los cooperantes que trabajan aqu¨ª consideran que las Administraciones les han olvidado y ellos se han acostumbrado a vivir en los m¨¢rgenes de la sociedad. El consulado de Ruman¨ªa explica que les ayuda a obtener documentaci¨®n y colabora con la parroquia de Santo Domingo de la Calzada, visible por una gran cruz que la sit¨²a a los pies del vertedero. "Cuando se ha dado el caso de aquellas personas que han manifestado su deseo y voluntad de volver a Ruman¨ªa se les ha facilitado la obtenci¨®n de billetes de transporte a precios especiales", informan desde el consulado.
El Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid se encargan de labores de integraci¨®n, sanitaria y la escolarizaci¨®n de los menores. El Gobierno regional habilit¨® un colegio tan solo para los ni?os de este poblado, lo que no facilita su integraci¨®n. "Las madres no quieren que vayan all¨ª porque solo se habla en rumano", a?ade Paco Pascual, un profesor y voluntario barbudo que visita continuamente el poblado para ayudar. El colegio tiene 115 plazas (aunque solo van 20) y cada ma?ana un autob¨²s pasa a recogerlos. Hoy se ha ido casi vac¨ªo.
Ra¨²l Sthepan, el nieto favorito de Luc¨ªa por su destreza al leer, est¨¢ orgulloso de que le pusieran el mismo nombre que el del exdelantero del Real Madrid. Otro de su pandilla se llama Rivaldo. Ra¨²l tiene 11 a?os y naci¨® en el hospital de Getafe. Se siente medio rumano, dice, aunque nunca ha puesto un pie en Tandarei, de donde es originaria su familia. "No me gustan las matem¨¢ticas, s¨¦ multiplicar pero no dividir", se?ala sin parar de darle toques a un bal¨®n amarillo. Su abuela aspira a que su nieto, despu¨¦s de generaciones n¨®madas, se asiente en este pa¨ªs y tenga "un trabajo digno". "Qu¨¦ s¨¦ yo, que vaya con traje, corbata, un sueldo".
En El Gallinero est¨¢n apareciendo los primeros adolescentes, algunos ya con bigote, que hablan perfectamente espa?ol. Tienen nombres como Armani, Irlanda, Napole¨®n o Aznar. Sus padres, condenados a una vida subterr¨¢nea, est¨¢n viendo ahora los primeros beneficios de que sus hijos hayan ido al colegio. N¨®madas por costumbre, est¨¢n en la encrucijada de volver a echarse a la carretera en busca de mejores oportunidades o echar ra¨ªces en un lugar que los ni?os aprecian, en el caso de los que acuden regularmente a clase. "Ellos tienen que comandar la integraci¨®n", intercede Paco, que se desloma buscando materiales y financiaci¨®n para mejorarles la vida.
Mientras llega o no ese relevo, la vida del poblado muestra luces y sombras. Es un misterio el dinero que maneja la gente que vive en El Gallinero. Un cooperante cuenta c¨®mo sus habitantes muestran a las claras su disgusto cuando les dispensan comida a punto de caducar. El ¨²ltimo joven que contrajo matrimonio en el poblado, hace apenas un mes, pag¨® al padre de la novia 6.000 euros, am¨¦n de lo que cobr¨® la orquesta que recorri¨® las chabolas tocando el acorde¨®n y el clarinete.
En esas mismas fechas, un chico de 22 a?os que viv¨ªa en El Gallinero se ahog¨® en una especie de pantano, en Badajoz, cuando hu¨ªa de la polic¨ªa, que despu¨¦s cont¨® que este, junto a su banda, hab¨ªa robado cobre por todo el pa¨ªs. La familia del muerto pidi¨® a la parroquia de La Ca?ada la misma cantidad que cost¨® el enlace para poder repatriar el cad¨¢ver. Los religiosos dijeron que no pod¨ªan afrontar ese pago, pero a los pocos d¨ªas apareci¨® la cantidad y el chico pudo ser enterrado en su pa¨ªs.
A la una del mediod¨ªa, cuando el sol pega de lleno, una furgoneta blanca enfila el caminito. Los tres ocupantes observan como b¨²hos a todo el que van encontrando a su paso. El veh¨ªculo, matr¨ªcula de Madrid, se para ante una vaguada, recubierta por completo de cable de cobre pelado. El humo del pl¨¢stico condensa el ambiente. Un grupo de hombres, sentados alrededor de la mesa y acompa?ados por una bebida energ¨¦tica tapan con su presencia la escena mercantil. Uno de ellos porta una biblia de tapas negras. Media hora m¨¢s tarde, los visitantes emprenden el camino de vuelta con la parte de atr¨¢s de la furgoneta tapada por una chapa de madera.
M¨¢s arriba, resulta curioso encontrarse sentada en una silla a una chica de mejillas sonrosadas, con las piernas cruzadas a la puerta de una chabola, como se toma el fresco en los pueblos. Sanni Saarinen es una periodista finlandesa de 31 a?os que va a pasar unos d¨ªas y unas cuantas noches en El Gallinero. Quiere desentra?ar las costumbres de una gente enigm¨¢tica y con alergia a desvelar m¨¢s de lo debido. "Es necesario conocer su idioma, pasar meses con ellos para llegar a conocerlos realmente", cuenta la reportera tras una primera toma de contacto en el campamento. "Es alucinante encontrar un mundo as¨ª al lado de Madrid. La gente vive realmente mal, no tiene nada que envidiar a las peores condiciones de vida de las favelas del Tercer Mundo". Mientras Saarinen se queda hablando con una mujer que tiende ropa, llega la hora de la comida.
La cocina del clan de Luc¨ªa se encuentra tras una cortinilla, frente a dos lavadoras. La habitaci¨®n est¨¢ llena de moscas, que revolotean sobre un repollo cocido. Las esquinas est¨¢n recubiertas con poliuretano para evitar que entren las ratas. Ella abre el frigor¨ªfico: bolsas de tomates, pimientos y limones. Dice que es todo lo que tiene para comer hoy. En la puerta una joven mordisquea un mendrugo de pan mientras amamanta a un beb¨¦.
LO QUE OPINAN LOS POL?TICOS
"Hay que garantizar los derechos humanos"
EL PA?S ha pedido a los tres candidatos a la alcald¨ªa de Madrid una opini¨®n sobre qu¨¦ hacer con El Gallinero. Alberto Ruiz Gallard¨®n (PP) declina intervenir. El alcalde, seg¨²n una portavoz, no entra en debatir con los candidatos hasta que no est¨¦ en campa?a electoral.
- Jaime Lissavetzky (PSOE)La Ca?ada Real y del Gallinero son un ejemplo sangrante del abandono de muchos de los barrios y distritos de Madrid. Es un caso extremo y complejo donde confluyen problemas graves de exclusi¨®n social, urban¨ªsticos, medioambientales y de orden p¨²blico. Junto a una poblaci¨®n espa?ola que vive en ese entorno desde hace m¨¢s de 40 a?os, decenas de familias marginales de diversos or¨ªgenes y etnias -entre ellas doscientos ni?os- sobreviven apiladas en condiciones precarias de chabolismo entre basura y ratas, con "supermercados" de la droga y toxic¨®manos dando tumbos por el barro.
EL PP, desde la Comunidad y el Ayuntamiento, mira para otro lado. Para Aguirre es un problema exclusivamente urban¨ªstico. Y Gallard¨®n mantiene doble lenguaje. Por un lado, critica airadamente el proyecto de ley de la Comunidad pero se niega a recurrir "hasta despu¨¦s de las elecciones" y, por otro, no hace nada entretanto para solucionar o aliviar la situaci¨®n. Nosotros acometeremos un Plan de Atenci¨®n Social Integral con medidas que palien las carencias b¨¢sicas de la poblaci¨®n y actuaremos de manera urgente independientemente del desarrollo de la ley porque hay actuaciones que no pueden esperar. Tratamientos sanitarios, educadores, retiradas de basuras y desperdicios, al menos un ca?o de agua salubre son actuaciones que necesitan respuesta inmediata.
- ?ngel P¨¦rez (IU) Las Administraciones han sido c¨®mplices en la vulneraci¨®n sistem¨¢tica de los derechos humanos. Desde IU reclamamos una ley que la devuelva al dominio p¨²blico pero, mientras, la intervenci¨®n social es m¨¢s que urgente. El Gobierno regional pretende alentar una nueva operaci¨®n urban¨ªstica de dudosa ¨¦tica sobre las carencias de estas gentes sin olvidar que hay residentes que especulan y no son merecedores de ning¨²n derecho. No se trata de hacer caridad sino de garantizar los derechos humanos. La soluci¨®n pasa por restituir la legalidad urban¨ªstica y el dominio p¨²blico y dotar de derechos a quienes no los tienen. Hay que recordar que en marzo de 2010, buscando una soluci¨®n urgente, la direcci¨®n de Izquierda Unida de la Comunidad de Madrid propuso una mesa institucional en la que estar¨ªan los ayuntamientos de los municipios afectados (Coslada, Rivas-Vaciamadrid, Getafe y Madrid), as¨ª como las tres principales fuerzas pol¨ªticas (PP, PSOE e IU). Entonces ya avisamos de un estancamiento en el asunto de la Ca?ada Real que hoy, pese a que las necesidades son iguales o mayores, se mantiene y antepusimos las cuestiones sociales a cualquier otro asunto jur¨ªdico que se pudiera derivar del suelo sobre el que se asienta.
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