Caballos y balnearios

Galopar en un espacio sin l¨ªmites es lo que nos llev¨® a la gran llanura h¨²ngara. Por eso salimos de Budapest en direcci¨®n este en busca de caballos hasta cruzarnos con el r¨ªo Tisza. All¨ª entramos en contacto con la estepa magiar, a la que se le da los nombres de Alfold y Puszta. Un vasto territorio que ocupa la mitad de la actual Hungr¨ªa, pero que en tiempos del imperio austro-h¨²ngaro inclu¨ªa parte de Ruman¨ªa y Serbia, siendo su mayor granero, as¨ª como el hogar de cientos de miles de siervos. ?Qui¨¦n no ha o¨ªdo hablar de los caballos nonios y sus intr¨¦pidos jinetes, los csik¨®s, manejando con consumado arte ecuestre las manadas de la Puszta? Lo que no es tan conocido es que la llanura tiene otros atractivos adem¨¢s de un buen galope: ciudades con tradici¨®n y atm¨®sfera, como Kecskem¨¦t, Debrecen y Szeged; bellos lagos y parques naturales, y unos soberbios balnearios que nada tienen que envidiar a los mejores de Budapest.

Hacia 1800 hab¨ªa en Hungr¨ªa un mill¨®n y medio de caballos. Hasta la guerra de 1914, los equinos h¨²ngaros eran considerados los mejores del mundo tras los ingleses y franceses. La gran llanura herv¨ªa de cocheros, herreros, carreteros, curtidores; los mozos de cuadra dorm¨ªan sobre la misma paja que los caballos y sus vidas val¨ªan menos que las de ellos. Gyula Illy¨¦s nos da una idea de esas vidas en Gente de las pusztas. Administradores y se?ores montaban animales magn¨ªficos, de un negro intenso o de un pardo lustroso. Si era verano en la regi¨®n de Hortob¨¢gy, digamos agosto, cualquier galope ten¨ªa por direcci¨®n el encendido horizonte. Las franjas de los maizales, las espigas de centeno y trigo anclaban la llanura a la tierra, impidiendo que levitase. Aqu¨ª y all¨¢ las cig¨¹e?as patrullaban los campos de rastrojos, las grullas desfilaban en el cielo chillando y bueyes obesos de largos cuernos se ba?aban en lodazales. Por todas partes una naturaleza sin ¨¢rboles ni apenas puntos de referencia, salvo las p¨¦rtigas de los pozos se?alando el agua. La luz difusa, cegadora, apenas arrojaba sombras, acaso la del jinete y la efigie gr¨¢cil de su montura enmarcados por las acacias, el juncar, el lejano campanario. En estos parajes abiertos cualquier jinete puede compartir la afirmaci¨®n del escritor alem¨¢n Von Bodenstedt, para quien las mayores alegr¨ªas de la vida se tienen sobre un caballo.

Puszta en h¨²ngaro sugiere "vac¨ªo". Ahora el vac¨ªo es m¨¢s patente que en otro tiempo, si bien a caballo es imposible pensar en el paisaje como algo ausente. A caballo, uno forma unidad con lo visible y lo invisible. Ah¨ª est¨¢ el parque nacional Hortob¨¢gy, con la cuna de los nonios, M¨¢ta. Ah¨ª est¨¢n los maizales, el trigo, las grullas, las cig¨¹e?as, los pozos, el espacio infinito, el horizonte improbable, pero ?y la gente de la Puszta?, ?qu¨¦ ha sido de aquella vida innumerable que poblaba lo inexistente? En los ¨²ltimos decenios, el vac¨ªo se ha adue?ado del vac¨ªo en beneficio de las ciudades. Hay que buscar los caballos en Internet. O preguntar en las aldeas medio dormidas.

Lovas (caballo) y f¨¹rdo (balneario) son para m¨ª las palabras esenciales de la Puszta. Si todos esos ba?istas indolentes y sabios que se relajan bajo las c¨²pulas o a cielo abierto tuvieran un caballo, al salir del f¨¹rdo cada uno regresar¨ªa feliz a casa, susurrando en los o¨ªdos de su lovas. Los nonios tienen la estatura justa, como la temperatura de las aguas termales. En M¨¢ta pueden montarse por los senderos del parque. La ma?ana es el mejor momento para observar a caballo el vuelo de las muchas especies de aves que albergan los humedales y escuchar sus chillidos y cantos.

Golondrinas en la cuadra

Adem¨¢s de los nonios, la yeguada h¨²ngara comprende los felver, los furioso y los kisb¨¦ri, todos criados con sementales purasangre. Al sur, casi en territorio rumano, en Mez?hegyes, vimos las antiguas caballerizas imperiales rodeadas de altos robles. Hab¨ªa esbeltos sementales de ancho cuello dignos de un oficial de h¨²sares. Dos mozos trajinaban paja con horcas en las altas cuadras sobrevoladas por gr¨¢ciles golondrinas que hacen all¨ª sus nidos. Este centro de cr¨ªa es uno de los lugares m¨ªticos de la tradici¨®n equina magiar, junto con M¨¢ta y Bugac. Durante las guerras napole¨®nicas, la yeguada de Mez?hegyes entregaba al ej¨¦rcito 13.000 caballos al a?o.

En Bugac, como dice el verso de Pet?fi, "resuenan las pezu?as entre los gritos / y el chasquido del l¨¢tigo". En el m¨¢s famoso centro caballar de la Alfold montamos dos nonios de trato suave. Corr¨ªa una brisa que atemperaba el calor de la tierra. All¨ª el llano se permit¨ªa algunas modestas hondonadas con charcas y juncos. El terreno, arenoso y seco, amortiguaba como la seda el golpeteo de los cascos. Trotamos en algunos caminos que discurr¨ªan entre espigas bajas. Ve¨ªamos a lo lejos las carretas conducidas por cocheros ataviados con pantalones bombacho blancos, botas altas de cuero y brillante chaleco azul. Bajamos una ligera pendiente sobre un terreno en barbecho y de repente dejamos de ver cualquier signo de vida, en la tierra y en el aire. Hacia el este, una l¨ªnea brumosa pretend¨ªa ser el l¨ªmite de algo que se formaba desde hac¨ªa siglos. Fue entonces que mi montura se detuvo en seco a observar y escuchar, respir¨® hondo, dio un brinco y se lanz¨® hacia delante, como para corroborar aquello que dec¨ªa Von Bodenstedt acerca de la felicidad a caballo.

? Jos¨¦ Luis de Juan es autor de la novela Sobre ascuas (Destino).