Retorno a Chern¨®bil
Cerca de 3.500 personas trabajan para cerrar el sarc¨®fago de la central nuclear, uno de cuyos reactores estall¨® hace 25 a?os. EL PA?S visita las ciudades fantasma de la zona de exclusi¨®n
En el cuarto de siglo transcurrido desde el accidente de Chern¨®bil, la central nuclear ucrania y sus alrededores se han transformado en un espacio en el que se entretejen realidades y mitos. Chern¨®bil, a 120 kil¨®metros al norte de Kiev, fue clausurada en 2000, catorce a?os despu¨¦s del accidente. Sin embargo, mientras las cargas radiactivas de su interior no sean almacenadas de forma estable y segura, la central sigue siendo un problema pendiente.
Un consorcio internacional ha comenzado a construir la nueva cubierta para el sarc¨®fago que protege el reactor n¨²mero 4, el que hizo explosi¨®n en la madrugada del 26 de abril de 1986. La futura cubierta, en forma de arco de 105 metros de altura, impedir¨¢ las filtraciones de agua y tambi¨¦n las fugas de radiactividad. Con su protecci¨®n y la ayuda de robots, tal vez un d¨ªa sea posible acometer el desmontaje del reactor. La semana pr¨®xima, los donantes internacionales se re¨²nen en Kiev. Su fin es conseguir 740 millones de euros para acabar de financiar la infraestructura necesaria para la seguridad de Chern¨®bil y el almacenamiento de sus residuos.
Los "liquidadores" que combatieron la cat¨¢strofe forman un contingente de 219.000 personas en Ucrania
Fueron evacuados 130.000 residentes y cerca de 25.000 fallecieron por causa del accidente
De momento, las excavadoras remueven la tierra junto a la central y el polvo que levantan ha incrementado el nivel de radiaci¨®n, seg¨²n constata, dos¨ªmetro en mano, el bi¨®logo Igor Chizhevski, mi gu¨ªa en un viaje por la zona de exclusi¨®n de 30 kil¨®metros. El periplo de dos d¨ªas cuesta 470 d¨®lares e incluye una pernoctaci¨®n en Chern¨®bil: su casco urbano est¨¢ situado a 15 kil¨®metros de la central a la que ha dado su nombre. Lo organiza una de las agencias autorizadas por el Ministerio de Emergencias.
La zona de exclusi¨®n en torno a Chern¨®bil tiene un radio de 30 kil¨®metros, donde trabajan cerca de 3.500 personas. La mayor¨ªa se desplaza desde Slavutich, la ciudad (fuera de la zona de exclusi¨®n) que sustituy¨® a Pr¨ªpiat como lugar de residencia de los trabajadores del sector nuclear.
Pr¨ªpiat fue fundada en 1970 a poco m¨¢s de un par de kil¨®metros de la central y cuando ocurri¨® el accidente ten¨ªa casi 48.000 habitantes. Todos ellos fueron evacuados en contados d¨ªas en un ¨¦xodo que afect¨® a 130.000 personas, sumadas otras localidades cercanas. La que fuera una ciudad confortable y bien abastecida es ahora un para¨ªso para los fot¨®grafos, no solo por ilustrar el triunfo de la naturaleza sobre lo urbano, sino tambi¨¦n por las im¨¢genes que inspira. En una escuela, sobre un pupitre, hay un tocadiscos con un disco (la sinfon¨ªa 40 de Mozart) y un cuaderno del curso 1983-1984 entreabierto por una p¨¢gina en la que alguno de los pedagogos escribi¨®: "El grupo est¨¢ formado por 36 personas...". En una guarder¨ªa, todas las mu?ecas han sido disfrazadas con m¨¢scaras antig¨¢s. Son "naturalezas muertas", composiciones forzadas en un escaparate de ruinas.
Pr¨ªpiat fue acu?ando su imagen de ciudad fantasma. Tras ser evacuada, la localidad funcion¨® parcialmente durante m¨¢s de una d¨¦cada. Igor Chizhevski cuidaba unos invernaderos experimentales desde 1993 y tambi¨¦n iba a la piscina. Los nadadores eran tantos que hab¨ªa que "pedir hora", explica frente a un agujero de 25 metros de longitud, a¨²n forrado de azulejos. Cuando la central de Chern¨®bil se cerr¨® en 2000, las actividades cesaron simplemente porque se cort¨® el suministro energ¨¦tico.
En Pr¨ªpiat estaba Yup¨ªter, una f¨¢brica militar secreta identificada solo con un n¨²mero. Camuflada como productora de magnet¨®fonos, Yup¨ªter "hac¨ªa piezas para la industria de defensa", afirma Nina, que trabaj¨® en aquella empresa. Tras el accidente, los talleres de Yup¨ªter siguieron abiertos. "Los a?os noventa fueron terribles. Los sueldos eran de miseria", explica. En Yup¨ªter se instalaron "unidades de especialistas en energ¨ªa at¨®mica que participaban en la descontaminaci¨®n de la central", explica Vlad¨ªmir Jolosha, presidente de la agencia estatal responsable de la zona de exclusi¨®n.
En los talleres desmantelados de Yup¨ªter quedan filtros, v¨¢lvulas y roscas esparcidos por el piso de cemento. Las instrucciones de seguridad que a¨²n pueden encontrarse entre los escombros llevan fechas de los noventa. "Se llevaron el metal para venderlo. No por af¨¢n de lucro, sino por desesperaci¨®n. Hab¨ªa que sobrevivir", dice Nina, que hoy cobra el equivalente a 280 euros como encargada de la residencia de Chern¨®bil. En los noventa, su sueldo no llegaba a los 10 d¨®lares. En teor¨ªa, est¨¢ prohibido sacar objetos de la zona sin los debidos controles de radiaci¨®n, pero el contrabando de metales, maderas, ladrillos y enseres ha sido un fen¨®meno cr¨®nico.
Todo lo que pod¨ªa ser vendido ha desaparecido en Pr¨ªpiat: barandillas, ba?eras y radiadores de metal, ca?er¨ªas, cables y muebles. Desafiando el tiempo, queda el papel: peri¨®dicos con las consignas del Partido Comunista, libros de marxismo, juegos infantiles de inspiraci¨®n militar y escudos de la URSS.
La zona evoca un inquietante parque tem¨¢tico. Hay en ella barcos abandonados que transportaron materiales para construir el sarc¨®fago y cementerios de veh¨ªculos y aviones usados en las tareas de descontaminaci¨®n, como el de Rossoja, el m¨¢s grande. El entorno m¨¢s secreto, al que no llegamos, tal vez fuera Chern¨®bil-2, una ciudad militar al servicio de unas instalaciones de radar ultramodernas que pod¨ªan detectar los lanzamientos de cohetes en Estados Unidos. Fantasmales son las siluetas rojizas que deb¨ªan convertirse en el quinto y el sexto reactor, y el gigantesco silo que deb¨ªa almacenar el combustible utilizado. Este proyecto de 1999, auspiciado por el Banco Europeo de Reconstrucci¨®n y Desarrollo e iniciado por la empresa francesa Framatome, nunca lleg¨® a terminarse y "constituye un monumento a la incompetencia y tambi¨¦n al derroche por los que nadie ha respondido", afirma una fuente europea del sector energ¨¦tico.
En la zona de exclusi¨®n viven unas 210 personas, de las cuales cerca de 100 residen en Chern¨®bil. Otras hacen turnos, como Nina, que pasa 15 d¨ªas en esta localidad y 15 d¨ªas en Kiev. La residencia donde trabaja fue erigida para los especialistas, pero aloja tambi¨¦n turistas. Siete mil visitantes vinieron a Chern¨®bil en 2010, y este a?o se esperan m¨¢s. Nina trae sus provisiones y procura no probar los alimentos locales. Los turistas comen en la cantina de los trabajadores de la central.
En las aldeas derruidas viven familias que se resisten a marcharse o que regresaron tras ser evacuados, como Vasili y Motrona Lavrienko, que recibieron casa en Kiev, pero volvieron a Teremts¨ª, su aldea, situada en un lugar id¨ªlico, en la confluencia del r¨ªo Pr¨ªpiat con el Dni¨¦per. Los Lavrienko trabajaron en los servicios de navegaci¨®n fluvial hasta que estos fueron suprimidos, porque no eran rentables y porque Bielorrusia "vendi¨® sus lanchas a Nicaragua", seg¨²n cuenta Vasili, que a sus 55 a?os es el m¨¢s joven del pueblo. En Teremts¨ª, dice, viven 30 personas. La familia Lavrienko es trabajadora y hospitalaria. Su jata (modesta vivienda rural ucrania) est¨¢ ordenada y limpia. Motrona nos ofrece un plato de arom¨¢tico pescado frito. Lo han pescado en el Dni¨¦per y no deber¨ªamos comerlo sin medir su radiaci¨®n. Teremts¨ª es un entorno relativamente limpio.
Los Lavrienko pagan por la electricidad, que era gratuita antes del accidente. La cocina es calentada por un horno de le?a e iluminada por una bombilla de bajo consumo. "Nos la trajo nuestra hija", afirma Vasili. La hija, de 40 a?os, y la nieta, de 20, viven en Kiev. Desde que subi¨® el precio de la gasolina vienen menos a Teremts¨ª. "Mi hija quiere venir aqu¨ª cuando se jubile, y mi nieta se cri¨® aqu¨ª", afirma Motrona. Los Lavrienko tienen su propio huerto, sus gallinas, un cerdo y una yegua. Se desprendieron de la vaca porque el buey m¨¢s pr¨®ximo estaba a 25 kil¨®metros, en territorio de Bielorrusia. Seg¨²n la normativa, los Lavrienko son ilegales en su propia casa. En la pr¨¢ctica, son una realidad aceptada por las autoridades. Camionetas de abastecimiento recorren los pueblos de la zona y venden leche, aceite, mantequilla, pan y otros comestibles a los campesinos.
Al caer la noche, el silencio es absoluto en el pueblo de Chern¨®bil, aunque el alcohol fluye en abundancia entre los trabajadores que se re¨²nen tras la jornada en un caf¨¦. Todos se preparan para celebrar el 25? aniversario. Repintan la iglesia y el monumento a los bomberos que fueron v¨ªctimas de la radiaci¨®n, cuando les enviaron a la central sin la protecci¨®n adecuada.
En Kiev, Yuri Andr¨¦yev, presidente de la Uni¨®n de Chern¨®bil de Ucrania, calcula que miles de personas (la cifra que suele manejarse es de 25.000) murieron por causas vinculadas de forma directa o indirecta con Chern¨®bil. Los "liquidadores" (profesionales de distintas especialidades que combatieron la cat¨¢strofe) forman un contingente de 219.000 personas en Ucrania, se?ala Andr¨¦yev, un ingeniero que era jefe de turno del segundo bloque el 25 de abril de 1986. Andr¨¦yev recibi¨® una dosis de radiaci¨®n de primer grado, pero la aguant¨® "de pie" sin pasar por la cl¨ªnica. Posteriormente tuvo que ser operado de un tumor en las cuerdas vocales. Andr¨¦yev acusa al Gobierno de haber liquidado los programas de construcci¨®n de viviendas para inv¨¢lidos y de paralizar la evacuaci¨®n de las familias que resid¨ªan en zonas contaminadas fuera del per¨ªmetro de la zona. Andr¨¦yev prepara una manifestaci¨®n de protesta porque el Gobierno quiere desvincular las subidas de pensiones de las compensaciones a los veteranos de Chern¨®bil.
Mientras tanto, en otro barrio de Kiev, Mija¨ªl Grishankov y Valent¨ªn Od¨¦gov opinan que ya es hora de poner orden en la proliferaci¨®n de liquidadores. Los dos son miembros de la asociaci¨®n Hermanamiento, que integra a veteranos de Chern¨®bil y de Afganist¨¢n. Cuando ocurri¨® el accidente eran oficiales de destacamentos especiales del Ministerio del Interior. A Od¨¦gov le mandaron a apagar un incendio sin informarle de la naturaleza radiactiva del mismo, pero a los pocos d¨ªas le hicieron volver a Kiev "para asegurar el orden p¨²blico en la carrera de bicicletas del 1 de mayo". A Grishankov le mandaron a evacuar a la poblaci¨®n. "Met¨ªa a la gente en autobuses casi con lo puesto, rodeaba el pueblo de alambre de espino, pon¨ªa un centinela para que no saqueasen el pueblo", cuenta.
Los ucranios est¨¢n hoy divididos sobre la energ¨ªa at¨®mica. Un 66,2% opina que las centrales nucleares de su pa¨ªs no son seguras, frente a un 27,1% que opina lo contrario, seg¨²n una encuesta del Instituto de Gorshenin realizada en marzo. Un 54,9% teme que la aver¨ªa en la central de Fukushima pueda repercutir negativamente en su salud y un 5,2% vincula el futuro de Ucrania a la energ¨ªa nuclear. Un 38,7% es partidario de las energ¨ªas alternativas; un 28%, de explotar los yacimientos propios de gas y petr¨®leo, y un 17,4%, de apoyar la industria del carb¨®n. Adem¨¢s, un 81,9% de los ucranios consideran peligrosa la central de Chern¨®bil y el 85,1% se oponen a la construcci¨®n de un dep¨®sito de residuos radiactivos en su pa¨ªs.
Ucrania tiene cuatro centrales nucleares que producen cerca de un 50% de toda su electricidad. Kiev, sin embargo, se replantea la ambiciosa estrategia que preve¨ªa la construcci¨®n de 20 nuevos reactores de un mill¨®n o m¨¢s de kilovatios cada uno para 2030. Esta estrategia est¨¢ en proceso de "correcci¨®n" y sus objetivos van a "rebajarse", se?ala Natalia Shumkova, vicepresidenta de la compa?¨ªa EnergoAtom, dependiente del Ministerio de Energ¨ªa. Las correcciones, matiza Shumkova, tienen que ver con las realidades econ¨®micas y son anteriores a Fukushima. Del accidente en la central japonesa, Ucrania "est¨¢ sacando todas las conclusiones organizativas y t¨¦cnicas pertinentes, pero debemos esperar un poco para hacer planes. Debemos reflexionar antes de tomar decisiones que afectan al desarrollo energ¨¦tico, la econom¨ªa y el destino del Estado", afirma.
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