La guerra asfixia a Cirenaica
La regi¨®n dominada por los insurrectos subsiste sin actividad econ¨®mica y los alimentos escasean - Los leales a Gadafi matan a 25 personas en Misrata
Por la noche, en la plaza Mahkama de Bengasi, centenares de personas se api?an en torno a un par de calderos a la espera de que los cocineros unten pasta de alubias en el pan. Mientras, est¨¢n pendientes de la pared blanca del edificio de los juzgados, donde se proyectan las im¨¢genes de Al Yazira. Pasear y seguir los avatares de una guerra estancada es la ¨²nica dedicaci¨®n para decenas de miles de hombres y mujeres que no entienden por qu¨¦ la OTAN no golpea m¨¢s duro a las tropas de Muamar el Gadafi, con las que los insurrectos libran una guerra que se prolonga ya dos meses.
La contienda pasa una factura incalculable. "No hay actividad econ¨®mica, solo labores de mantenimiento de instalaciones el¨¦ctricas y de agua. Libia importaba el 75% de sus alimentos, y tenemos existencias para cubrir tres o cuatro meses porque algunos productos llegan desde Egipto", explica Fathi Ali, profesor de econom¨ªa de la Universidad de Garyunis, cerrada el 15 de febrero. "Solo tenemos", a?ade, "un proyecto: expulsar a Gadafi". Mientras, la regi¨®n de Cirenaica, cuna de la insurrecci¨®n, se asfixia en la subsistencia.
No se exportar¨¢ petr¨®leo en semanas porque la extracci¨®n ha parado
Los pescadores no faenan; la escasez dispara el precio de los alimentos; no desembarcan en Libia los art¨ªculos importados que abarrotaban los comercios; las f¨¢bricas de l¨¢cteos, algunas bombardeadas, se ubican en la asediada Misrata; la venta de ganado, fuente de cierta prosperidad, se deja para tiempos mejores porque no llegan los piensos que se importaban desde T¨²nez, y no se exportar¨¢ durante semanas petr¨®leo, el man¨¢ del pa¨ªs y ¨²nica fuente de ingresos para los rebeldes porque la extracci¨®n se ha paralizado, admiti¨® ayer el Consejo Nacional, el Gobierno de los sublevados.
Los contratiempos se acumulan para una poblaci¨®n habituada estoicamente a males mayores, y se prodigan se?ales de alarma porque el bombardeo indiscriminado a manos de los soldados de Gadafi contra Misrata (¨²nico basti¨®n rebelde en el oeste del pa¨ªs), donde perecieron 25 personas el domingo, cientos desde comienzos de marzo, no amaina. El ministro de econom¨ªa, Ali Tarhuni, apremia a los pa¨ªses de la coalici¨®n internacional a prestarles 1.500 millones de d¨®lares para comprar gasolina y poder proseguir el esfuerzo b¨¦lico, mientras Reino Unido planea fletar barcos para rescatar a miles de emigrantes y libios de Misrata, y la OTAN estudia un corredor para que buques mercantes descarguen en puertos dominados por los sublevados. Toca cruzar los dedos en Cirenaica.
"El az¨²car, la harina, el aceite para cocinar, todo cuesta un 30% m¨¢s, y los precios no paran de subir. Muchos productos han desaparecido", dice Mahdi Oujili, quien, en la cuarentena, es uno m¨¢s de la legi¨®n de desempleados, un 35% de la poblaci¨®n activa, porcentaje superior entre los j¨®venes. "No tengo leche para ni?os, ni pasta, ni apenas queso", ratifica Salem Shirksi, due?o del comercio donde compra Mahdi. Cada d¨ªa vende menos. Buena parte de los clientes, a su vez la fuerza laboral -1,2 millones de egipcios en un pa¨ªs con una poblaci¨®n de seis millones-, ha regresado a su pa¨ªs y el consumo cae en picado, aunque muchas familias almacenan v¨ªveres. Por si acaso.
Si triunfan los insurgentes, afrontar¨¢n una tarea cicl¨®pea: construir un pa¨ªs asolado por 41 a?os de nepotismo, represi¨®n y corrupci¨®n. "El sector informal de la econom¨ªa, industria petrolera al margen, se sit¨²a entre el 35% y el 70%. La gente escond¨ªa sus actividades para zafarse de la extorsi¨®n oficial y de los elevad¨ªsimos impuestos", precisa el economista Nasser Ezedin. La ineficiencia era ley: empresas y organismos oficiales contaban con plantillas infladas con funcionarios que ten¨ªan una misi¨®n: mostrar lealtad a Gadafi. "El 20% de los trabajadores eran empleados p¨²blicos, frente al promedio del 5% en pa¨ªses desarrollados", compara Ali.
En Bengasi abundan los solares vallados donde se anuncian sedes de empresas y construcci¨®n de hoteles. "Son promesas de 2005 para mantener silenciada a la poblaci¨®n. Nada se hizo. Hace medio siglo esta ciudad era la capital econ¨®mica de Libia. Pero Gadafi traslad¨® a Tr¨ªpoli y Sirte muchas compa?¨ªas, y Bengasi fue marginada. Siempre castig¨® al este de Libia", comenta Juma al Hassy, exdecano de la Facultad de Econ¨®micas. Cinco kil¨®metros al sur, un arco met¨¢lico labrado en caracteres chinos da paso a la Nueva Bengasi: los esqueletos de los bloques de 20.000 viviendas que alzaban trabajadores chinos. "Solo esa iniciativa funcionaba. Los j¨®venes esperaban adquirir una casa", afirma El Hassy. Los obreros asi¨¢ticos se han largado.
Ali y El Hassy solo tienen un motivo para la alegr¨ªa: ahora pueden hablar libremente. Hacen planes convencidos de que Libia atesora enorme potencial en el ¨¢mbito tur¨ªstico, agr¨ªcola y petroqu¨ªmico. Castillos a¨²n en el aire de un pa¨ªs que aguarda al ¨¦xito de su ¨²nico proyecto: la ca¨ªda de Gadafi.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.