Tres cabezas y muchos ¨¢tomos
A diferencia de lo que sucede en otras partes, el PP de la Comunidad Valenciana nunca ha tenido una sola cabeza sino tres -Camps, Fabra y Ripoll-, como el perro guardi¨¢n de la puerta del inframundo griego. Nunca fue un tr¨ªpode para afianzar una organizaci¨®n sobre diversas posiciones, sino tres cabezas con sus respectivas bocas y las funciones que les son propias. La laboriosa estructura provincial ha sido el patr¨®n natural de este armaz¨®n org¨¢nico de expresi¨®n triple, en lo ¨ªntimo, pero con la apariencia de una sola y ¨²nica esencia.
El PP valenciano siempre decidi¨® sus asuntos a tres bandas y el reparto hizo posible ese equilibrio, se tratara de inversiones, presupuestos o representatividades. Carlos Fabra se negoci¨® lo suyo, primero con Eduardo Zaplana y luego con Francisco Camps. Lo mismo hizo Jos¨¦ Joaqu¨ªn Ripoll como heraldo de Zaplana. Despu¨¦s, como los se?ores de la guerra, cada uno decid¨ªa en su territorio como si se tratara de un mero asunto administrativo.
Pero pese a la cohesi¨®n representada, los conflictos derivados de los intereses particulares han generado frecuentes turbulencias entre el Palau de la Generalitat y las Diputaciones de Castell¨®n y Alicante. Fabra y Ripoll han aprovechado la m¨ªnima para marcar perfil, y la fisura con Camps no ha hecho sino ensancharse, aunque la imputaci¨®n judicial compartida por los tres en casos de presunta corrupci¨®n (Fabra, G¨¹rtel y Brugal) haya afianzado visualmente su v¨ªnculo.
Camps ha considerado en m¨¢s de una ocasi¨®n el asalto a Castell¨®n, pero nunca encontr¨® quien le hiciera el trabajo sucio. En Alicante lo ten¨ªa m¨¢s f¨¢cil. Ripoll representaba el zaplanismo que combat¨ªa por su propia supervivencia, y en Benidorm, con el apoyo del propio suegro de Zaplana, ya hab¨ªa metido la cu?a. Al final, Ripoll ha hincado la cerviz a cambio de su salvaci¨®n personal. Pero el escenario se ha estropeado con un Camps debilitado por el acoso judicial (y la incertidumbre que el proceso proyecta sobre su futuro), un Fabra en retirada que ha nombrado heredero (Javier Moliner) y un Ripoll que ya no puede contener a los suyos.
La salida de Gema Amor del partido y la eclosi¨®n de candidaturas municipales formadas por expopulares en Alicante responden a esa nueva realidad que introduce una perspectiva atomizadora cuyos efectos pueden ser muy inquietantes para un PP que nada ha hecho por sanear sus tres cabezas.
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