?Qu¨¦ hace esta familia en mi casa?
Grupos organizados ocupan y se instalan en las viviendas vac¨ªas de una colonia de Vallecas - Los vecinos temen por sus pisos si tienen que dejarlos un tiempo
Una casa vac¨ªa puede ser un objetivo atractivo para una familia sin casa. En la colonia de San Jorge, en Puente de Vallecas, lo saben bien. Desde hace meses viven con el temor de que sus casas se llenen de okupas, amedrentados por lo que ellos dicen que son "mafias". Localizan pisos vac¨ªos. Entran a vivir en ellos. Y empieza la odisea de los propietarios para conseguir una orden judicial que permita echarlos. Incluso si la Polic¨ªa Judicial los desaloja, algunos han recibido "avisos" de los que ocupaban sus viviendas advirti¨¦ndoles de que, aunque pongan una puerta nueva, al d¨ªa siguiente pueden volver para meterse de nuevo en la casa vac¨ªa. Le sucedi¨®, por ejemplo, a Gustavo Tard¨®n.
"Me vi con cinco chiquillos en la calle y me tuve que meter en una casa"
Su madre viv¨ªa en el n¨²mero 81 de la calle de Mart¨ªnez de la Riva, en una colonia de casas antiguas de tres plantas. Cuando muri¨® hace ahora cuatro a?os, la casa se cerr¨® a cal y canto y se mantuvo vac¨ªa hasta el pasado 21 de diciembre. En esa fecha, una mujer con sus dos hijos tir¨® la puerta abajo y cambi¨® la cerradura para comenzar a vivir en la casa de Tard¨®n.
Desde ese momento comenz¨® la lucha de la familia Tard¨®n para recuperar la casa en la que hab¨ªan vivido su infancia. Acudieron a Asuntos Sociales, a la concejal de distrito Eva Dur¨¢n -que los recibi¨® y les dijo que "iba a enviar unos polic¨ªas de paisano e iba a hablar con la comisar¨ªa de Vallecas"-, a la Federaci¨®n Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM)... pero no han podido hacer nada hasta el lunes pasado, cuando una juez ejecut¨® la orden de desalojo. Entonces se encontraron "una casa destrozada". Se hab¨ªan llevado la lavadora, unos cuantos muebles y, seg¨²n B¨¢rbara, la hija de Gustavo Tard¨®n, "hasta el vestido de novia" de la abuela.
La colonia de San Jorge la conforman una decena de viejos edificios de viviendas obreras, en torno a un par de calles solitarias sin apenas comercio. All¨ª, seg¨²n una portavoz de la Junta de Distrito de Vallecas, "algunos pisos son privados y otros de la Empresa Municipal de la Vivienda, que tiene pedido el desalojo". Sin embargo, mientras se lleva a cabo el proceso judicial para llegar al mismo, los vecinos del barrio sufren amenazas de los que ocupan sus casas. Un grupo que se autodenomina "de la pat¨¢", ya que dan una patada para echar la puerta abajo y colarse en los pisos vac¨ªos.
"Los vecinos no se asoman a las ventanas, tienen mucho miedo", explica Mar¨ªa Antonia Tard¨®n, hermana de Gustavo, que acud¨ªa con regularidad a la casa de su madre en el n¨²mero 81 de Mart¨ªnez de la Riva, antes de que lo tomaran sus nuevos ocupantes.
La lavadora que falta en el piso de los Tard¨®n, seg¨²n dice Mar¨ªa Antonia, se la llevaron al n¨²mero 104 de la misma calle. All¨ª vive, seg¨²n dicen muchos vecinos, la mujer que coordina las ocupaciones de viviendas del barrio. Los vecinos coinciden en que se pasea con un pitbull por el barrio para atemorizarlos.
No estaba con el perro cuando, el pasado mi¨¦rcoles, sali¨® a la calle y algunas de las mujeres mayores que estaban dando su testimonio, callaron y se apresuraron a marcharse de la zona. La mujer, que responde al nombre de Azucena, lleva en el barrio siete a?os y, seg¨²n ella misma confirma, ha vivido durante cinco en una casa que no es la suya. "Ahora, como me he llevado cinco a?os empadronada en la casa, el Ayuntamiento ha tenido que darme una vivienda", explica Azucena. Defiende, en contra de lo que establecen las leyes, que el Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) le ha entregado esa casa por haberla ocupado durante ese tiempo.
Azucena defiende el derecho a ocupar una casa, y se escuda en que "la gente es muy racista, sobre todo con los gitanos". "Si han entrado en una casa, es porque est¨¢ vac¨ªa", afirma sin inmutarse Azucena. "No se puede estar con ni?os en la calle habiendo casa vac¨ªas. Yo me v¨ª con cinco chiquillos en la calle y me tuve que meter en una casa".
En el barrio, los inquilinos de m¨¢s edad le tienen pavor. Gustavo Tard¨®n cuenta que la vecina del 102, la casa colindante a la de Azucena, sali¨® a recoger firmas para denunciar la situaci¨®n. Volvi¨® a casa con el folio en blanco.
Una vecina de 80 a?os que vive en la colonia, y que pide permanecer en el anonimato, afirma entre sollozos que vio c¨®mo arrancaban la reja de una de las ventanas del bajo de la casa del n¨²mero 95. Nadie contest¨® el mi¨¦rcoles a las llamadas a la puerta de esa vivienda. Pero a¨²n se ven los restos de cemento de haber colocado la reja recientemente. Las pegatinas de anuncios de cerrajeros abarrotan las farolas.
A escasos 50 metros de la colonia San Jorge -el colegio Am¨®s Acero los separa- se encuentra un enorme edificio rosado de cinco plantas con los pasillos corridos al aire. Los numerosos pisos del inmueble que quedaron vac¨ªos han sido ocupados por varias familias. Malena, una chica gitana de 17 a?os que vive en uno de los pisos de Mart¨ªnez de la Riva, hace de gu¨ªa por el bloque.
El inmueble, que ocupa los n¨²meros del 57 al 61 de la calle Rodr¨ªguez Espinosa, es una comunidad de puertas abiertas en la que el interior de las casas se ve desde la calle. La propiedad del edificio es un misterio: la Asociaci¨®n de Vecinos Puente de Vallecas dice que el inmueble es del Ivima -lo defiende una de los miembros de la asociaci¨®n que afirma residir en el edificio-, mientras que el organismo de la Comunidad niega rotundamente que tenga ninguna vivienda en esos n¨²meros de la calle, y remiten a la EMV. La empresa municipal dice que posee cinco viviendas en el edificio, pero que cuatro de ellas est¨¢n en alquiler y otra de ellas, vac¨ªa.
Lo cierto es que son decenas las familias que habitan en otras tantas viviendas del bloque, pero ninguno paga alquiler. Ram¨®n y Jessica, un matrimonio de 18 a?os, residen en la cuarta planta con su hijo, y afirman que han reformado la casa para poder vivir en ella. "Si a m¨ª me dan un papel en el que digan que si pago un alquiler me dan la casa, yo pago lo que sea", dice Ram¨®n. En la quinta planta viven sus primos, Abraham y Mar¨ªa. Mar¨ªa est¨¢ embarazada de ocho meses y no piensan en marcharse en un tiempo, ya que han preparado la habitaci¨®n del beb¨¦ para cuando nazca. Al contrario que en la colonia de San Jorge, aqu¨ª se llevan bien con los propietarios leg¨ªtimos de los pisos vecinos, y en la asociaci¨®n de vecinos, al menos, no hay quejas ni denuncias.
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