Moctezuma encuentra a Caperucita
Extra?a Semana Santa. Para empezar, mientras la gente hu¨ªa en busca de sol, el cielo se iba poniendo del color de una televisi¨®n sintonizada en un canal muerto, seg¨²n la f¨®rmula de William Gibson (Neuromante, 1984). En lo personal, comet¨ª el lamentable error de comerme una hamburguesa de carne de avestruz en d¨ªa de ayuno y abstinencia, por lo que fui castigado con el mal de Moctezuma. Bueno, no s¨¦ si fue castigo divino o la reacci¨®n de mi maltrecha psique a la lectura de Comer animales (Seix Barral), el tremendo alegato de Jonathan Safran Foer contra la ingesti¨®n de carne. Conoci¨¦ndome, dudo de que abandone mis arraigados y, al parecer, un tanto canibalescos (respecto al reino animal) h¨¢bitos alimentarios, pero reconozco que Foer ha conseguido descolocarme m¨¢s al respecto que mi admirado poeta Jorge Riechmann, que lo hab¨ªa intentado antes. Las rarezas de la semana culminaron el s¨¢bado (santo) en un Sant Jordi ante el que han enmudecido las Casandras. No es que conf¨ªe plenamente en los portavoces de los libreros -que no me ofrecen la credibilidad de la estupenda presentadora Ana Blanco-, pero, seg¨²n aseguran, la jornada fue mejor de lo esperado. Hubo, como dice un editor, muchas m¨¢s personas que bolsas, pero en el d¨ªa de Shakespeare y de Cervantes y de Pla se compraron libros nuevos y se firmaron nuevos y viejos. No s¨¦ lo que dir¨¢n los enviados de Feltrinelli, la editorial italiana que ha puesto dos pies en alguna librer¨ªa c¨¦lebre y uno (por ahora) en una prestigiosa editorial, pero si un marciano hubiera observado el tumulto de las Ramblas habr¨ªa pensado que los catalanes estaban seriamente afectados por una epidemia de Lesewut, aquel furor de leer que afect¨® a las clases cultas alemanas en la ¨¦poca del Sturm und Drang. Luego veremos cifras, claro. De entrada, me da mala espina que se haya vendido un mill¨®n menos de rosas que otros a?os (Rose is a rose is a rose is a rose, dec¨ªa Gertrude Stein, que afirmaba que dicha flor era el origen de la civilizaci¨®n). Y tampoco hay que olvidar que la nueva religi¨®n de las celebridades, que, seg¨²n Martin Amis, es la ¨²nica universalmente respetada, tambi¨¦n afecta a los curiosos, que hicieron bulto (y colas) para escudri?ar a las literarias. En todo caso, si las buenas impresiones se repiten en Madrid (en el d¨ªa y la noche de los libros) el sector librero podr¨ªa respirar aliviado. Por lo dem¨¢s, la maldici¨®n de Moctezuma me tuvo secuestrado en casa, de modo que aprovech¨¦ para hacer dieta blanda (?ajjj!) y leer buenos libros, como El d¨ªa de ma?ana (Seix Barral), de Ignacio Mart¨ªnez de Pis¨®n, una novela polif¨®nica sobre delatores, chivatos y represiones en la Barcelona (una vez m¨¢s) del medio y tardofranquismo. Me entretuve mucho tambi¨¦n (en los ratos en que el caudillo mexica me dejaba tranquilo) con el repaso de esa obra maestra de la filolog¨ªa que es Los trovadores (primera edici¨®n, 1975), de Mart¨ªn de Riquer, que Ariel acaba de reeditar en un solo tomo, a?adi¨¦ndole tan s¨®lo un breve (y pobre) pr¨®logo de Pere Gimferrer. Y, como d¨ªas antes hab¨ªa visto en el cine la Caperucita roja neog¨®tica y veteropedorra de Catherine Hardwicke y rele¨ªdo el magn¨ªfico ensayo de Catherine Orenstein Caperucita al desnudo (Ares y Mares, 2003), me puse a estudiar, en la edici¨®n de N¨®rdica, las versiones de Perrault (que termina mal) y de los Grimm (que termina bien). Y la estupenda (y terror¨ªfica) recreaci¨®n sin palabras del dibujante Adolfo Serra publicada por Narval y que recomiendo vivamente a todos los padres imaginativos. De modo que le¨ª libros y libros hasta que Moctezuma volvi¨® a salir de mi vida. Y es que la carne es triste, como sab¨ªa Mallarm¨¦, que los hab¨ªa le¨ªdo todos.
Pifias
En los m¨¢steres de edici¨®n siempre hay un profesor que dedica una de sus clases a relatar algunas de las m¨¢s sonadas pifias cometidas por los editores. Muchas aparecen descritas en ?xito, un libro sobre el rechazo editorial, de ??igo Garc¨ªa Ureta (Trama). Claro que, a veces, se trata de leyendas difundidas rencorosamente por el autor despechado o por la editorial que finalmente acogi¨® su libro. Para mi gusto, una de las pifias m¨¢s rocambolescas de la edici¨®n contempor¨¢nea es la que afecta a Rebeli¨®n en la granja (Animal Farm). Cuando Orwell comenz¨® a enviar su manuscrito a las editoriales, Stalin era un firme aliado en la lucha contra Hitler, de manera que bastantes editores consideraron que la difusi¨®n de aquella s¨¢tira ferozmente anticolectivista pod¨ªa resultar inoportuna. Los cr¨ªticos coinciden en que en la decisi¨®n generalizada de rechazarla tuvo mucho que ver la presi¨®n ejercida por un tal Peter Smollet, un puntilloso funcionario del British Ministry of Information a quien, por cierto, se identific¨® despu¨¦s de la guerra ?como esp¨ªa de la URSS! El libro fue publicado en 1945, y se convirti¨® r¨¢pidamente en uno de los m¨¢s grandes ¨¦xitos de la literatura inglesa, adem¨¢s de en una de las obras m¨¢s prescritas en los centros de ense?anza de la angloesfera. Uno de los que no quisieron publicarla fue T. S. Eliot, a la saz¨®n director de Faber & Faber. En la carta de rechazo que envi¨® a Orwell, el genial poeta de La tierra bald¨ªa elogiaba la calidad literaria de la novela, justificando su negativa a publicarla por "el punto de vista trotskista" adoptado. Al amo del Kremlin le habr¨ªa encantado saber que el muy conservador Eliot basaba sus decisiones editoriales en la propaganda contra el demonio (por defecto) del estalinismo.
Cutre
Ah¨ª va un cuento. Una importante editorial le contrat¨® a un buen amigo m¨ªo un gran diccionario del cine. Mi amigo lo entreg¨® en plazo, proporcion¨® la mayor¨ªa de las ilustraciones y, luego, someti¨® d¨®cilmente su obra a cuantos cambios le solicit¨® el editor "para mejorarlo". El libro se public¨® finalmente en 2008 a 62,50 euros. Muy poco despu¨¦s, y en uno de los consuetudinarios maremotos que sacuden a los grupos (v¨¦ase el volumen de Andr¨¦ Schiffrin que acaba de publicar Pen¨ªnsula y que contiene El dinero y las palabras y La edici¨®n sin editores), el director editorial cay¨® en desgracia y fue sustituido. El nuevo, como tambi¨¦n suele suceder, quiso distanciarse de la pol¨ªtica de su homo antecessor y decidi¨® saldar el diccionario, lo que hizo finalmente en 2010, inundando las librer¨ªas de gangas de estupendos diccionarios que se vend¨ªan a 19,18 euros. As¨ª ha quedado completa (por ahora) la historia editorial de un libro-cameo cuya existencia ha transcurrido casi totalmente en un almac¨¦n sin que a sus editores se les ocurriera hacer algo positivo por ¨¦l: hab¨ªa nacido condenado. Hace poco mi amigo recibi¨® una carta del megagrupo con las liquidaciones del a?o 2010, en la que les era "grato informarle de los derechos generados en dicho periodo": sobre los ejemplares liquidables se hab¨ªan vendido 182, pero hab¨ªa otros ?375! que se daban por liquidados bajo el sibilino concepto de "destrucciones y ejemplares sin cargo". En resumen, una trama tan cutre que ni siquiera Ariel, el esp¨ªritu al que Pr¨®spero libera (en La Tempestad) del encierro de la bruja Sycorax, podr¨ªa soportar. Y es que el autor sigue siendo el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil. ?Brindemos por los agentes!
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