La rabia de Cristiano
El delantero, el ¨²nico que ha llevado la contraria a Mourinho cuando nadie se atrev¨ªa a hacerlo, necesita hoy m¨¢s que nunca su remate y su gol
La noticia lleg¨® a los dirigentes del Madrid como un anuncio de tormenta. El desencuentro entre Cristiano Ronaldo y Jos¨¦ Mourinho ha abierto una brecha en el vestuario. La estrella del equipo, lejos de amedrentarse ante el castigo que le impuso el entrenador al no convocarle para jugar contra el Zaragoza, discuti¨® con ¨¦l y ahora le muestra su indolencia en los entrenamientos. Le desaf¨ªa con la indiferencia. En la sesi¨®n de ayer, lejos de ser el ejemplo de intensidad y compromiso que ha sido a lo largo de la temporada, se mostr¨® ausente. El domingo, a los 10 minutos de pr¨¢ctica abandon¨® el campo. Se fue al centro m¨¦dico y all¨ª, tendido sobre una camilla, procur¨® que los fisioterapeutas le relajaran la tensi¨®n muscular acumulada a lo largo de una temporada extenuante que ahora le depara una inesperada discordia con el t¨¦cnico que le adul¨® durante nueve meses.
Ha vivido aislado de sus compa?eros y ahora desconf¨ªa de su viejo aliado
Cuanto m¨¢s importante se sent¨ªa, m¨¢s le rechazaban. Le llamaron El Ansias
El rematador m¨¢s fecundo que ha tenido el Madrid desde Hugo S¨¢nchez (un gol de media por partido) llega distra¨ªdo por la rabia al d¨ªa que m¨¢s necesita de su remate. Por tres palabras de m¨¢s, una confesi¨®n imprevista cuyos efectos no calcul¨®, Cristiano se ha encontrado m¨¢s aislado de lo que ya estaba. En tierra de nadie. Pero m¨¢s respetado por sus colegas. A fin de cuentas, ¨¦l ha sido el ¨²nico que ha reunido el coraje suficiente para decirle a Mourinho que su plan para jugar contra el Bar?a es un pe?azo. Lo ha dicho ante el asombro de un vestuario acomodado que se ha inhibido durante meses de entablar con el entrenador un di¨¢logo sincero para afrontar las dificultades comunes. A todos les ha resultado m¨¢s sencillo obedecer ¨®rdenes que afrontar las situaciones dif¨ªciles con responsabilidad. A todos menos a Cristiano, que ha empezado por decir tres palabras ante un micr¨®fono: "No me gusta".
Cristiano se pas¨® la primera parte de la semifinal del Bernab¨¦u animando a sus centrocampistas a adelantar las l¨ªneas para que le ayudaran a presionar la salida del bal¨®n del Bar?a. Sus compa?eros, lejos de seguirle, obedecieron las consignas especuladoras de Mourinho: esperar atr¨¢s y procurar el 0-0 hasta nuevo aviso. Tras el partido, Cristiano se mostr¨® nervioso. Ante la pregunta que le invitaba a opinar sobre la propuesta futbol¨ªstica que propon¨ªa el entrenador de entregar la pelota al rival a la espera de un error, el delantero dijo: "No me gusta, pero me tengo que adaptar porque esto es lo que hay".
Mourinho, que est¨¢ tan pendiente de lo que hacen los jugadores en la sala de prensa como en el campo, se puso furioso. Les hab¨ªa pedido que se quejasen del ¨¢rbitro y a Cristiano, adem¨¢s de protestar con vehemencia por el arbitraje, le dio por decir que su t¨¢ctica le desagradaba. Inmediatamente, el t¨¦cnico utiliz¨® al que hasta entonces hab¨ªa sido el abanderado de su proyecto para exhibir su poder represor. Alguien vio al muchacho en Valdebebas cuando supo que no estaba en la lista para jugar contra el Zaragoza. Se pas¨® 20 minutos maldiciendo. No daba cr¨¦dito. No pod¨ªa entender que, por un comentario superficial, le impidieran jugar para luchar por ser pichichi. Hab¨ªa soportado de mala gana su suplencia en Bilbao y en Valencia, pero esta vez se sinti¨® injustamente tratado. No como el c¨®mplice que crey¨® ser del entrenador, sino como un chivo expiatorio.
Cristiano ha vivido toda la temporada aislado de la mayor¨ªa de sus compa?eros, protegido por su agente, Jorge Mendes, y por Mourinho, cuyo representante tambi¨¦n es el propio Mendes. Ambos se esforzaron por crearle un sistema, un entorno artificial, para que se expresara con la mayor comodidad posible.
La medida fue, hasta cierto punto, natural. Cristiano es el jugador m¨¢s desequilibrante de la plantilla y merece una consideraci¨®n especial. Muchos compa?eros, sin embargo, no lo entendieron as¨ª. Muchos observaron que Cristiano gozaba de unos privilegios exagerados. "Mourinho divide la plantilla en clases", dec¨ªan hace meses; "es clasista y en primera clase est¨¢n Cristiano, Pepe y Di Mar¨ªa".
Los jugadores, acostumbrados a que la selecci¨®n natural haga su trabajo, recelaron de unas imposiciones que encontraron artificiosas. Mourinho les hizo sentir que sin Cristiano eran un equipo muy rebajado. Tal vez Cristiano pag¨® con creces por un estilo de gesti¨®n ajeno a su responsabilidad. Se dej¨® seducir por los halagos de Mourinho y sus compa?eros le trataron con distancia. Cuanto m¨¢s importante se sent¨ªa ¨¦l, m¨¢s le rechazaban. Un d¨ªa le bautizaron como El Ansias. Tras marcar el gol que coron¨® al Madrid como campe¨®n de la Copa, el portugu¨¦s lo celebr¨® b¨¢sicamente con sus amigos Marcelo y Pepe.
Ahora Cristiano se siente solo, pero fortalecido en su interior. Desconf¨ªa de su viejo aliado y sigue siendo un elemento un poco extra?o en una plantilla que cada d¨ªa encuentra m¨¢s motivos para dudar de todo.
Al menos, a Cristiano, de 26 a?os, le queda el orgullo de haber sido el ¨²nico que ha llevado la contraria al entrenador cuando nadie se atrev¨ªa a hacerlo. El ¨²nico que ha puesto su orgullo de futbolista por encima del cumplimiento de ¨®rdenes que iban contra sus convicciones.
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