El origen de la magia

La magia es esa virtud a veces indescifrable que poseen algunas pel¨ªculas que, contando algo inocuo, se tornan trascendentes por la fuerza de los recursos formales utilizados por el artista, capaz de convertir, por ejemplo, en pura poes¨ªa visual el simple encuadre de una mujer adulta construyendo un puzle. Es lo que le ocurre a Rompecabezas, extra?o y fascinante debut en el largo de la argentina Natalia Smirnoff, hasta ahora directora de reparto de Lucrecia Martel y ayudante de direcci¨®n de Pablo Trapero, autores de los que ha extra¨ªdo parte de su capacidad para el relato minimalista repleto de meandros.

En el fondo, Rompecabezas est¨¢ contando el descubrimiento de un camino a seguir: "Todo el mundo tiene un don especial, pero a veces tardamos 40 a?os en descubrirlo", reza su eslogan promocional, en referencia a la sabidur¨ªa de una mujer que se lanza a la construcci¨®n de puzles. Tambi¨¦n en el fondo, Rompecabezas es la historia de una paz encontrada en el lugar m¨¢s rec¨®ndito, de una tranquilidad espiritual al borde de la demencia. Pero lo que hace de Rompecabezas una obra m¨¢gica poco tiene que ver con su fondo y s¨ª mucho con su forma. Esa c¨¢mara nerviosa que, parad¨®jicamente, otorga tranquilidad a la puesta en escena; esa sensacional banda sonora de Alejandro Franov, imprescindible para la consecuci¨®n de un tono concreto; los movimientos de las manos de su protagonista, Mar¨ªa Onetto, otra vez parad¨®jicamente temblorosos y certeros; y el rostro de una actriz inmensa, capaz de expresar sin palabras todo tipo de estados de ¨¢nimo, y cumplir as¨ª con una de las m¨¢ximas del m¨¦todo Stanislavski: "Haga que su lenguaje sea taciturno y su silencio elocuente".