Hegemon¨ªa o liderazgo: ?c¨®mo usar¨¢ Alemania su poder?
Alemania emerge de esta crisis con un nuevo poder financiero que se viene a sumar a su ya reconocido papel como potencia central dentro de la UE y de la zona euro. El llamado eje franco-germano enmascara un poco esta nueva realidad, pero el hecho cierto es que Alemania manda.
La cuesti¨®n relevante es, sin embargo, ver c¨®mo usar¨¢ ese poder para gobernar el problema de la crisis de la deuda soberana de la UEM. De c¨®mo lo haga depender¨¢ el futuro del euro, de la UE y de la propia Alemania. Si falla en elegir el rol adecuado, al despertar de su error se puede encontrar que ha perdido la eurozona.
Antes de buscar una respuesta a esa cuesti¨®n es importante entender bien de d¨®nde surge este nuevo financiero.
El Gobierno de la canciller Angela Merkel duda sobre qu¨¦ camino escoger
No viene de su fortaleza econ¨®mica y exportadora, como podr¨ªa pensarse. Emerge del hecho de que, en medio de la crisis financiera, es el socio que tiene la mejor calidad crediticia. Esto le da un gran poder, al menos temporalmente, como prestamista de ¨²ltima instancia. En un momento en que el acceso a los mercados de deuda est¨¢ cerrado o su coste es inasumible para algunos pa¨ªses, estos miran hacia Alemania buscando el apoyo de su poder crediticio. Pero el que presta manda.
Volvamos ahora a la cuesti¨®n que nos ocupa: ?c¨®mo usar¨¢ Alemania ese nuevo poder financiero?
Es posible concebir dos usos posibles. Uno, mediante un ejercicio de hegemon¨ªa que, bas¨¢ndose en la aplicaci¨®n de la ley del m¨¢s fuerte, mire solo sus intereses a corto plazo. Otro, a trav¨¦s de un liderazgo responsable que, sin dejar de tomar en consideraci¨®n los intereses propios, deje espacio a conceptos como el deber y la obligaci¨®n del l¨ªder, las convicciones morales o la responsabilidad hist¨®rica. De ese ejercicio surgi¨® en el pasado la Pax romana, la Pax brit¨¢nica o la Pax americana. Pero para ello hay que asumir los costes que lleva aparejado el liderazgo.
Por lo visto hasta ahora, y desde que se desat¨® la crisis de la deuda soberana griega en la primavera del a?o pasado, que fue el momento en que se visualiz¨® ese nuevo poder, el Gobierno de la canciller Angela Merkel duda sobre qu¨¦ camino escoger.
Por un lado, ha hecho un uso hegem¨®nico de su poder, zarandeando sin miramientos y retorciendo el brazo a los pa¨ªses de la eurozona en apuros, tratando de dejar a buen recaudo los intereses alemanes, tanto de sus bancos como de sus contribuyentes.
Por otro, ha dado pasos importantes hacia una soluci¨®n integradora de la crisis. En la cumbre europea del 24 y 25 de marzo pasado ha apoyado la constituci¨®n y funcionamiento, a partir de junio de 2013, de un fondo monetario europeo para intervenir en situaciones de emergencia y evitar quiebras innecesarias de pa¨ªses. Tampoco parece querer imponer a un alem¨¢n como sustituto de Jean-ClaudeTrichet al frente del Banco Central Europeo. Pasos importantes, contrarrestados por su resistencia a flexibilizar los mecanismos de ayuda a Grecia, Irlanda y Portugal.
De ah¨ª que los otros miembros de la UE se pregunten cu¨¢l es la visi¨®n de Alemania sobre el futuro de la eurozona y c¨®mo finalmente utilizar¨¢ su nuevo poder financiero.
El an¨¢lisis econ¨®mico no nos ofrece mucha ayuda para tratar de predecir cu¨¢ndo el miembro preeminente de una uni¨®n ejercer¨¢ la hegemon¨ªa o el liderazgo. Podemos recurrir, sin embargo, a los estudios de algunos reputados historiadores financieros como es el caso de Charles P. Kindleberger, que en algunos de sus trabajos se ha planteado esta cuesti¨®n. Esos an¨¢lisis aportan dos tipos de respuestas.
La primera es una respuesta realista. Sostiene que lo que determina la actuaci¨®n de los Estados es la b¨²squeda de su propio inter¨¦s, y m¨¢s en una uni¨®n donde los Estados nacionales conservan una gran parte de su soberan¨ªa, como es el caso de la UE. En ese caso, es improbable que alg¨²n pa¨ªs -al menos a corto plazo- tenga inter¨¦s en actuar como l¨ªder solidario, asumiendo el esfuerzo de estabilizar la econom¨ªa de la uni¨®n con los costes que eso comporta.
Alemania parece haber optado en esta primera fase de la crisis de la deuda soberana por un ejercicio de hegemon¨ªa en el que domina la b¨²squeda de sus propios intereses a corto plazo. Ha hecho, eso s¨ª, lo necesario para mantener a flote el euro, pero no ha movido un dedo para salir al rescate de los pa¨ªses con problemas.
Una de las consecuencias m¨¢s visibles de esta forma de ejercer su nuevo poder ha sido la debilitaci¨®n de las instituciones comunitarias y la retirada de apoyo a avances supranacionales. Por el contrario, ha fortalecido su propio papel como principal actor de las relaciones con Rusia, Asia, Latinoam¨¦rica o EE UU.
La segunda respuesta es m¨¢s optimista, tal vez rom¨¢ntica, pero en cualquier caso es una posible respuesta institucional. Sostiene que los reg¨ªmenes internacionales y las uniones econ¨®micas que han surgido en la posguerra del siglo XX son capaces de producir suficiente inercia cooperativa interna como para forzar a sus miembros a un liderazgo cooperativo orientado al inter¨¦s general.
Esta soluci¨®n se puede ver reforzada si los alemanes toman conciencia de dos hechos. Por un lado, de sus intereses econ¨®micos a largo plazo. Para ello, alguien debe explicarles que han sido y siguen siendo los grandes beneficiados del euro. Por otro lado, del hecho de que siempre que ha caminado sola ha ido al desastre.
No hay que descartar, por tanto, que despu¨¦s de una primera reacci¨®n instintiva y hegem¨®nica, Alemania se oriente, o se vea forzada, a hacer un uso responsable y cooperativo de su poder. Si es as¨ª, veremos llegar un periodo de Pax germana, similar a la vieja Pax romana. Pero esto requiere asumir el coste de ser l¨ªder. Ese es el reto actual de Alemania.
Ant¨®n Costas Comesa?a es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica en la Universidad de Barcelona.
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