Hombres, sexo, trabajo y arrugas
Hay algo de redundante cuando te presentan a alguien tan popular. Aqu¨ª Bibi, aqu¨ª Loles. Pues claro, no hay m¨¢s que verlas. Tienes la sensaci¨®n de conocerlas de toda la vida. Porque estas dos mujeres que ofrecen su cara lavada al maquillador estrella Pablo Iglesias, ¨²nica pero innegociable condici¨®n para dejarse retratar, son dos celebridades nacionales. De esas a las que todos identifican por su nombre, por el diminutivo incluso, sin m¨¢s explicaciones. Su apellido van tan impl¨ªcito como su pasado. Al menos el p¨²blico. Porque estas dos imponentes se?oras de m¨¢s que mediana edad siguen siendo dos chicas Almod¨®var para el mundo. Aunque haga lustros que trabajaron con el director y est¨¦n al filo de los 60. Bibi cumpli¨® 57 en febrero. Loles har¨¢ 61 en agosto. El dato lo proporcionan ellas. Ni se ponen ni se quitan un d¨ªa. Para qu¨¦. Su vida est¨¢ en Google.
Bibi: "Me siento extra?a. Ahora miro los escaparates y no a los hombres. A veces est¨¢n delante y ni los veo"
Loles: "Yo no espero nada, nena. Vivo la vida, y si me sorprende y un d¨ªa me enamoro, qu¨¦ bien. Eso es el azar"
Bibi: "Yo a¨²n no he notado la invisibilidad. No quiero jubilarme de estos taconazos hasta que no me caiga muerta"
Loles: "Sufr¨ª con la menopausia. La libido no te da guerra si no la estimulas. Me estoy tratando, y lo pregono: no me resigno"
Dos mujeres hechas a s¨ª mismas. Empezando de cero. De menos, incluso. Haci¨¦ndose d¨ªa a d¨ªa un cuerpo, un nombre, una vida a su medida, en el caso de Bibiana. Bregando sola con un hijo y pidiendo papeles a quien fuera menester tratando de no perder los suyos, en el de Loles. Busc¨¢ndoselas siempre, las dos. No se les caen los anillos. "A m¨ª nunca se me ha ca¨ªdo nada, nena, lo tengo todo bien sujeto", suelta la primera fresca Loles, haciendo honor a la reputaci¨®n de deslenguada que le han reportado sus personajes. "Y yo qu¨¦ te voy a contar", remacha Bibi con su chorro de voz: "Si algo se me ha ca¨ªdo, me he agachado y lo he recogido del suelo, o del v¨¢ter. Yo meto la mano donde haga falta".
Lo dicen al mismo tiempo que rechazan cort¨¦s pero implacablemente casi todas las propuestas de la estilista, una cosa no quita la otra. La experta se ha esmerado eligiendo lo mejor de cada casa. Da igual. Ideal, pero no me veo, se excusa una. Precioso, pero no para m¨ª, replica la otra. Mon¨ªsimo, pero no, sentencian las dos. Menos mal que hay un plan B que, bien pensado, quiz¨¢ fuera el A. Bibiana se ha tra¨ªdo un trolley con medio armario de casa. Adicta confesa a la moda -hay un v¨ªdeo en Youtube en el que se la ve haciendo cola para conseguir uno de los dise?os de Lanvin para H&M-, Fern¨¢ndez despliega un surtido de modelazos con la firma de los grandes de la moda en el forro. Loles tambi¨¦n va por libre. As¨ª que se ponen lo que les da la gana y todos tan contentos. Y si no, tambi¨¦n. Dos divas al borde de los 60, lo han dicho.
Cada una en su estilo, eso s¨ª. Bibiana, con su metro noventa largo, su cuerpazo esculpido a conciencia y su melena platino desparramada a media espalda. Loles, con su metro sesenta escaso, sus redondeces amenazando con reventarle las costuras y su desfilado corte caoba camuflado bajo la peluca azabache de su pr¨®ximo personaje. Las dos con sus evidentes retoques a?adiendo volumen y tersura extra a unos rasgos familiares para tres generaciones de un p¨²blico amplio y variopinto. Ese al que esperan convocar con La gran depresi¨®n, una funci¨®n teatral creada para ellas por sus amigos F¨¦lix Sabroso y Dunia Ayaso y que estrenan el pr¨®ximo 18 de mayo en Madrid. En la obra, dos amigas de toda la vida se reencuentran despu¨¦s de a?os de existencias paralelas. Como Bibiana y Loles, ¨ªntimas desde hace 30 a?os, sus personajes han podido perder el contacto, pero nunca se han perdido la pista. Como ellas, hablan y no paran. De hombres, de arrugas, de sexo, de trabajo, de soledad, de deseo, de vida. R¨ªen, lloran, susurran, gritan. Se aman, se detestan, se alaban, se despellejan. Dos mujeres que se conocen como si se hubieran parido hablando a tumba abierta de lo humano y lo divino. Bibi, torrencial, brillante, desbocada. Con el verbo hipn¨®tico que la hace impagable como tertuliana, ya sea para analizar el ¨²ltimo esc¨¢ndalo rosa en Telecinco o un fuera de juego en Onda Cero. Loles, concisa, con el peso del seny catal¨¢n lastrando sus sentencias y cierto mal disimulado punto de amargura. F¨¦lix Sabroso dice que o¨ªrlas es como ver gratis un d¨²o c¨®mico. O tr¨¢gico, depende del d¨ªa. Una especie de Don Quijote y Sancho lidiando con los molinos sobre taconazos. Adivinar qui¨¦n es qui¨¦n es otra cosa. Las apariencias enga?an y se intercambian los papeles seg¨²n les d¨¦ el aire. Lo que est¨¢ claro es que ninguna va de Dulcinea.
En la obra hablan de salud, dinero y amor. De salud se las ve estupendas, en el trabajo estrenan funci¨®n, ?qu¨¦ tal el amor?
Bibi. Sin noticias. Un d¨ªa, de repente, es como si perdieras la fe. No lo sientes de la misma forma. No s¨¦ por qu¨¦, pero no est¨¢, se ha ido. O me he ido yo: es como si viviera en otro sitio, una sensaci¨®n absolutamente nueva. Me siento extra?a, como B¨¢rbara Rey. Yo no digo que no me vaya a pasar otra vez, porque si algo no pierde nunca una es la esperanza. Pero antes, estar entre un amor y otro era como un viaje cuyo destino era un nuevo amor. Ya no. Antes era una mujer asomada a una ventana esperando el amor. Ahora miro los escaparates y no a los hombres. A veces los tengo delante y ni los veo.
Loles. Yo no me asomo a la ventana, tengo v¨¦rtigo. No espero nada, nena. Vivo la vida, y si me sorprende y un d¨ªa me enamoro, qu¨¦ bien, es el azar. Puede que me quede atrapada por una mirada en una cola, eso me ha pasado, porque yo me enamoro cada poquito. Pero tendr¨ªa que venir ¨¦l, porque aqu¨ª donde me ves soy t¨ªmida, y no me atrever¨ªa jam¨¢s a entrarle a un t¨ªo.
?Eso tiene que ver con la edad? ?Siguen notando el deseo en los ojos de los dem¨¢s?
Bibi. Yo a¨²n no he notado la invisibilidad.
Loles. Pero es que t¨² eres un estandarte.
Bibi. Yo s¨ª noto el deseo, lo que pasa es que no practico, y no s¨¦ medirlo, ni medirme. Porque eso solo se mide en el campo de batalla. Y yo ya no peleo. Digamos que he renunciado al amor. Aunque renunciar no es la palabra, porque si ma?ana me cayera, y me cayera desde donde yo lo viv¨ªa, volver¨ªa a vivirlo un mill¨®n de veces igual pese a los errores. Pero ya no lo vivo as¨ª.
Loles. Pues yo s¨ª que me he sentido transparente. No por los dem¨¢s, que me da igual, sino por m¨ª. He sentido la transparencia, la indiferencia, que ya no intereso. Lo he vivido en un momento, con la menopausia, que no todas las mujeres lo sienten igual. A m¨ª me ha afectado mucho. Y he sido yo la que me he excluido un tiempecito de eso. Es ahora cuando estoy renaciendo.
Tienen fama de apasionadas. ?Este periodo de abstinencia es una novedad en su vida?
Loles. Absolutamente.
Bibi. S¨ª, pero te digo una cosa. El sexo es la hostia, pero est¨¢ muy sobrevalorado. Yo he follado mucho con mucho plasta y me lo pod¨ªa haber ahorrado. Lo hice pensando que iba a lograr no s¨¦ qu¨¦ gloria, y aquella gloria no lleg¨®. Ahora, cuando lleg¨®, lleg¨®. Gloria a Dios en las alturas y en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Loles. La libido no te da guerra si no la estimulas. La mujer se queda tranquilita y ya. Pero yo no me resigno. Yo le hago caso a Palacios [Santiago Palacios, prestigioso ginec¨®logo], que me fich¨® como imagen de la menopausia. Yo no me callo. Lo reivindico, lo pregono y hago de docente. Primero me recet¨® las bolas chinas y ahora el consolador, aqu¨ª me tienes, abriendo camino.
Bibi. Nunca mejor dicho, ni?a. A m¨ª todo eso se me ha ido yendo. Y te lo digo yo, que milit¨¦ en la idea de la cacer¨ªa. El placer de cazar la presa era m¨¢s importante que com¨¦rmela. Pero de repente ya no lo echas en falta. Hay cosas m¨¢s importantes que el sexo. Echo m¨¢s en falta los besos. Y eso que yo siempre dije que no hab¨ªa tenido relaciones con mujeres porque me gusta la penetraci¨®n. La frase no es m¨ªa, se la le¨ª a Maruja Torres. Los besos, el que te toquen una mano y t¨² sepas ad¨®nde perteneces, eso s¨ª lo extra?o. Pero lo que es puramente sexo es como las dietas: te olvidas. La libido se duerme, aunque luego despierte hecha una fiera.
Loles. Pues entonces usas el consolador que te ha recetado Palacios.
Bibi. No es lo mismo, que dir¨ªa Alejandro Sanz, pero a falta de pan...
Fueron las m¨¢s modernas de los ochenta. ?Se puede ser moderna a los 60?
Loles. Nunca dejas de serlo. Ya nos lo dec¨ªa Pedro: hab¨¦is nacido modernas. Es nuestra condici¨®n.
Bibi. A m¨ª ahora lo que me gusta es ser cl¨¢sica, porque al hacerte mayor ves que las modas pasan. Cada generaci¨®n sublima sus ruidos, sus ¨ªdolos, sus cacharros. Y hay cosas en las que te quedas al margen, y me parece bien. Yo no quiero tener otra vez 20 a?os, qu¨¦ cojones, quiero vivir como me d¨¦ la gana, lo importante es la libertad, elegir, aunque sea el vicio. No se trata de querer ser moderna por cojones. Yo el Facebook lo detesto, yo soy del face-to-face.
Loles. Mira esta. Yo es que no soy moderna por cojones, sino por naturaleza. Tu intelecto y tu concepto de vida te hacen estar a la ¨²ltima intuitivamente. No es que te lo propongas, tu cabeza est¨¢ siempre evolucionando.
Bibi. Cambian las piedras, las fronteras, el mundo a tu alrededor. Y yo he cambiado con ¨¦l, s¨ª. Unas veces a favor y otras en contra. He nadado a contracorriente, como las truchas.
Loles. Como los salmones, nena, t¨² s¨ª que eres trucha. Una cambia, pero el esquema de lo que yo soy como persona, como mujer, como madre, como actriz y como todo no ha cambiado. Es el que me hice cuando tuve uso de raz¨®n y sab¨ªa que iba a ser una mujer libre, independiente, luchadora, feminista y de izquierdas.
Las mujeres de su generaci¨®n fueron pioneras. Ustedes, adem¨¢s, por sus circunstancias, rompieron moldes sociales. ?Pesa esa mochila?
Bibi. Para nada, yo sigo buscando moldes, no s¨¦ si este me viene bien, a veces no quepo. Y a¨²n estoy dispuesta a cambiar, porque todo lo que hice antes fue para tratar de ser un poco m¨¢s feliz. Vivir m¨¢s contenta, estar m¨¢s de acuerdo con lo que vives, a eso no voy a renunciar. Ya he renunciado al amor, pero a eso no.
Loles. Yo fui madre soltera, una familia monoparental antes de que se inventara la palabra. Y s¨ª, ha pesado mucho, porque yo he cruzado el desierto con mi hijo y sin agua. Pero una vez que he llegado y me he hidratado, voy a vivir mi vida. No se olvida, pero rompes ciertos cordones umbilicales. Mi hijo tiene 35 a?os, pero es que ahora son adolescentes toda la vida.
Bibi. Los hombres son siempre adolescentes.
Imagino que han tenido que pagar ciertos peajes para vivir a su manera.
Loles. Claro. Eso lo sientes, lo peleas y lo pagas. Yo he pagado muchos. Y esta ni te cuento.
Bibi: A m¨ª todos los peajes, cuando llego a los destinos que quiero, me parecen baratos. Si los pagu¨¦ es porque pude. Y no hablo de dinero, o no solo. Hablo de esfuerzo, de renuncias.
Loles. Y de marcas en el coraz¨®n y en el alma, de heridas. Son pagos en especie.
Bibi. Pero ese dolor, si lo puedo pagar para llegar al puerto que quiero, lo pago encantada. Las cosas que yo quisiera adquirir ahora: una madre, un hijo, no las podr¨ªa pagar con nada.
Pues la gente cree que lo han pasado bomba.
Loles. Y tanto, yo no me he perdido nada.
Bibi. Yo me lo he comido todo. Como cantaba Lolita: "No renunciar¨¦ a tu risa ni a tu pelo ni a tu boca". No he renunciado a nada, esa es la vida que quer¨ªa, y claro que lo pagu¨¦, pero me divert¨ª, y c¨®mo. Todav¨ªa vivo lo m¨¢s cerca posible de lo que quiero. Lo que pasa es que ahora, de mayor, tengo menos claro lo que quiero y mucho m¨¢s lo que no. Y eso a veces es un lastre. Soy curiosa, y ya no dejas que la vida te sorprenda.
Muchas actrices de 40 se quejan de que no hay papeles para ellas. ?Y las de 60?
Bibi. Est¨¢ dif¨ªcil, s¨ª.
Loles. ?Dif¨ªcil? Est¨¢ jodidamente complicado. No hay nada. En teatro a¨²n, pero en el cine y la televisi¨®n no est¨¢ para nada considerada esta edad. Prefieren contratar a desconocidas por cuatro perras que a actrices con experiencia.
Bibi. Eso pasa en todo. A las jubiladas no las tiene consideradas la sociedad. A las aceituneras tampoco, porque ya no se pueden agachar.
Loles. Anda esta, pero yo no soy aceitunera, soy actriz. Aqu¨ª no se escriben papeles para se?oras mayores, cosa que en Europa s¨ª.
Bibi. Ahora, con la jubilaci¨®n anticipada, hay gente que se retira a los 62. Y yo comprando tacones para los 94. Yo no me voy a jubilar de estos taconazos hasta que no me caiga muerta. La vida te va jubilando sola de muchas cosas, te va apartando de un modo natural. Pero hay un acto de militancia del que nadie te va a jubilar, y es de tu manera de vivir, de ser quien eres, que es el ¨²nico logro del que me siento satisfecha. Me he hecho a imagen y semejanza de lo que quer¨ªa, pagando el precio que tuviera que pagar. Y esto no es una obra que se acaba, es una casa que est¨¢ siempre en construcci¨®n, mientras viva. Y cuando muera, que me tiren al r¨ªo.
Estamos delante del espejo. ?Les gusta verse?
Loles. A m¨ª no. Incluso as¨ª, divina, maquillada, no. Me gustar¨ªa estar delgada, y no puedo.
Bibi. Pero eso es porque comes, y para estar delgada tienes que dejar de comer.
Loles. Si miro atr¨¢s, siempre me recuerdo con hambre y queriendo comer. Y una se cansa, y dices, bueno, ya tengo una edad y puedo estar gorda, pero no me gusta.
Hay quien cae en el patetismo tratando de parecer una jovencita pasados los 50.
Bibi. Tu cuerpo cambia y tienes derecho a buscar tu imagen. Para m¨ª, la moda es una pasi¨®n que, como todas, tiene algo de compulsi¨®n. He cambiado a los hombres por los vestidos, la materia viva por la materia muerta. Pero me dan los mismos quebraderos de cabeza. Y placeres distintos, pero placer. Cuando comes, experimentas placer. O con el sexo. O como cuando algunas se emparejan con un t¨ªo que no les interesa por su posici¨®n social y eso las pone much¨ªsimo, eso tambi¨¦n es placer, y bendito sea.
Loles. ?C¨®mo que algunas, nena? Casi todas.
Hay actrices como Nicole Kidman que dicen haberse pasado con el b¨®tox. ?La entienden?
Bibi. A buenas horas, mangas verdes. De eso no te puedes arrepentir. Hay una presi¨®n brutal por la imagen, y para nosotras m¨¢s. Nos comunicamos por pantallas. Yo, para tener un Facebook, tendr¨ªa que tener una peluquera, como Lana Turner. Te pones a hablar con alguien y tienes que estar divina porque si no te ve todo Dios con la coleta. El otro d¨ªa le¨ª una cosa de la telomerasa relacionada con el c¨¢ncer. Pues la telomerasa ya se vende en Estados Unidos para parar el envejecimiento. Nos la terminaremos poniendo. Yo creo en el futuro, en la ciencia-ficci¨®n, todo eso ya est¨¢ aqu¨ª.
Loles. Pues yo me arreglar¨¦, como siempre, pero sin ponerme nada, tirando con lo que hay.
Acaba la sesi¨®n. Bibiana y Loles salen escopetadas hacia los ¨²ltimos ensayos. Cada una en su taxi. Bibi coge el primero ante la mirada alelada del conductor. Antes de abordar el suyo, Loles tiene que pararse a atender a una familia que la reconoce: "Hola, guapa, qu¨¦ ilusi¨®n verte, nos encanta tu serie", la jalean, refiri¨¦ndose a Aqu¨ª no hay quien viva, un programa de televisi¨®n donde actu¨® hace casi una d¨¦cada. El p¨²blico las reconoce. En todos los sentidos. Sesenta a?os parece una cifra redonda para hacer balance. ?Nostalgia del pasado? "No s¨¦ qui¨¦n dec¨ªa que de todo hace ya 20 a?os, pero en mi caso hace 30. Estoy contenta con mi vida, soy una mujer que me asumo con sus cosas buenas y malas", dice Bibiana. "Nostalgia, la justa. Es como un ¨¢rea de descanso. Un lugar donde parar a recrearte y recargar pilas, nunca para instalarte". "Pues yo no descanso", replica Loles. "Nostalgia, nunca. Siempre he tenido algo que ir a buscar y no he tenido tiempo para tonter¨ªas".
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