Discrepar sin crear conflictos
Particip¨¦ recientemente en una reuni¨®n estrat¨¦gica de una importante organizaci¨®n. Fue una sesi¨®n larga, donde el consejero delegado expuso las l¨ªneas maestras de gesti¨®n de los pr¨®ximos dos a?os, y present¨® diversos proyectos. ?ramos 14 personas en la sala. Est¨¢bamos convocados con el objetivo de dar nuestro parecer a las propuestas que se nos presentaban. Yo era la primera vez que participaba en la reuni¨®n, as¨ª que opt¨¦ por la discreci¨®n. Pero es que nadie dijo nada: ni un comentario, ni una discrepancia, ni la m¨¢s m¨ªnima objeci¨®n. Podr¨ªa ser porque todos estuvieran de acuerdo, pero no es lo que sus caras me transmit¨ªan. En el almuerzo posterior a la reuni¨®n, coment¨¦ este hecho con uno de los veteranos asistentes, y su respuesta fue elocuente: "Aqu¨ª, para tener paz, nos regimos por el art¨ªculo 22: el jefe siempre tiene raz¨®n...".
"Es mejor debatir una cuesti¨®n sin llegar a resolverla, que resolver una cuesti¨®n sin debatirla"
El valor de la discrepancia
"Si en una reuni¨®n est¨¢is los diez de acuerdo en todo, probablemente sobran nueve" (James Hunter)
En muchas organizaciones, en muchos grupos humanos y tambi¨¦n en muchas relaciones, la discrepancia no solo no es bienvenida, sino que es temida. Se vive como un factor de potencial desestabilizador del grupo o de la relaci¨®n, y se evita siempre que se puede. Sin embargo, la discrepancia en un grupo de trabajo o en una relaci¨®n no solo no es peligrosa o da?ina sino que es de gran ayuda y deber¨ªa ser siempre deseable. Solo a trav¨¦s de la discrepancia las personas somos capaces de cuestionarnos las cosas, explorar nuevos caminos y buscar nuevas soluciones a viejos problemas. La discrepancia ayuda a los grupos a que crezcan intelectualmente y desarrollen su inteligencia colectiva, una inteligencia que poco tiene que ver con el coeficiente intelectual individual de los miembros del grupo, y mucho tiene que ver con los intercambios comunicativos entre sus miembros.
Ni en el contexto de un grupo, ni en el de ninguna relaci¨®n deber¨ªamos aspirar al acuerdo permanente, porque ello significar¨ªa renunciar autom¨¢ticamente al crecimiento que nos aportan las diferentes maneras de afrontar una decisi¨®n o un problema.
Y si la discrepancia es positiva, ?por qu¨¦ tantas veces la tememos o la evitamos? Probablemente ello se debe a que demasiadas veces, lo que empez¨® como una leg¨ªtima discrepancia acaba en una violenta discusi¨®n sin saber muy bien por qu¨¦. Lo que en realidad tememos no es la discrepancia, es el conflicto.
Discrepancias que derivan en discusiones
"En toda discusi¨®n no es una tesis lo que se defiende, sino a uno mismo" (Paul Val¨¦ry)
Caemos en la discusi¨®n no porque estemos en desacuerdo sobre algo, sino porque reaccionamos emocionalmente a lo que el otro ha dicho. La explicaci¨®n al hecho de convertir una conversaci¨®n en discusi¨®n la encontramos en el c¨®mo decimos las cosas, m¨¢s que en el qu¨¦ decimos.
Podemos estar en desacuerdo sobre un tema, y podemos discrepar abiertamente sobre ¨¦l sin que entremos en conflicto, pero para que esto suceda, hay una delgada l¨ªnea roja que no debemos cruzar, y que es el juicio personal. En el momento en que la otra persona se sienta juzgada, y por extensi¨®n atacada, el conflicto est¨¢ servido.
Muchas veces traspasamos esta l¨ªnea roja de forma inconsciente. Pero la cruzamos. Imaginemos que alguien nos presenta una propuesta y no nos gusta. Es muy distinto decir algo como "la idea no me ha levantado de la silla", a soltar que "se nota que no te lo has currado". En el primer caso hablo de m¨ª y de la impresi¨®n que me ha causado la propuesta, mientras que en el segundo caso juzgo al otro, sin ni siquiera saber si mi juicio es cierto, con un riesgo de que se sienta atacado. Lo mismo ocurrir¨¢ en el terreno personal de las relaciones. Si alguien me levanta la voz ser¨¢ distinto decirle "la forma en que me hablas me duele" que optar por un juicio como "eres un hist¨¦rico".
As¨ª pues la clave est¨¢ en el impacto emocional de nuestras palabras, no en su contenido. No es el desacuerdo lo que nos hace discutir. Es el sentirnos ofendidos, atacados, menospreciados, o cualquier otro sentimiento que se desprenda de la manera en que nos hablan.
Buscando la 'Pax Romana'
"La ¨²nica forma de salir ganando de una discusi¨®n es evit¨¢ndola" (Dale Carnegie)
Esta afirmaci¨®n es sin duda cierta, pero no por ello siempre deseable. Porque aunque debemos evitar siempre que podamos el conflicto, no debemos renunciar, por evitarlo, a hablar y confrontar las cosas cuando tenemos discrepancias.
Hay organizaciones, y sobre todo hay relaciones, que huyen sistem¨¢ticamente de toda discrepancia, instal¨¢ndose en una ficticia pax romana que crea una ilusi¨®n de permanente bienestar. Pero las organizaciones (y las relaciones) que optan por este camino, se estancan y acaban muriendo de inanici¨®n. En primer lugar, porque renunciando a contrastar opiniones e ideas se renuncia tambi¨¦n al crecimiento. Y en segundo lugar, porque esta pax romana no es natural, y la organizaci¨®n (o relaci¨®n) se acaba asentando en una asfixiante hipocres¨ªa que es claramente desmotivante.
El debate de ideas es el motor de crecimiento personal y organizativo. Y renunciar a ¨¦l para evitar los conflictos es firmar la sentencia de muerte de la empresa o la relaci¨®n. Como afirm¨® Joseph Joubert, "es mejor debatir una cuesti¨®n sin resolverla, que resolver una cuesti¨®n sin debatirla".
Adicionalmente hay que tener en cuenta que la ficticia pax romana, cuando se rompe, lo hace de forma agresiva y descontrolada, pues salen a la luz sentimientos escondidos y reprimidos durante tiempo. Hay un efecto p¨¦ndulo, y pasamos en un instante de la paz a la guerra, sin un punto intermedio.
Volver a retomar el camino
"No porque hayas hecho enmudecer a una persona la has convencido" (Joseph Morley)
El conflicto en una discusi¨®n proviene siempre de una reacci¨®n emocional. As¨ª pues, si hemos ca¨ªdo en ¨¦l, y queremos solucionarlo, debemos resolver las emociones.
En lugar de enzarzarnos en interminables defensas de nuestros argumentos, busquemos qu¨¦ nos ha separado en el terreno emocional, e intentemos superarlo. Lo podremos hacer si somos capaces de expresar estas emociones. No es un di¨¢logo f¨¢cil. Requiere que se lleve a t¨¦rmino en serenidad, no en pleno fragor de la batalla. Requiere muchas veces tambi¨¦n una preparaci¨®n previa: avisar al otro que queremos tener este tipo de conversaci¨®n, para que venga emocionalmente preparado y no ponga por delante todos sus mecanismos de defensa.
Y hemos de saber que no siempre lo podemos lograr. Dos no se entienden si uno no quiere. Pero es bueno tener la iniciativa, y probarlo, porque la mayor¨ªa de nosotros s¨ª queremos entendernos con los dem¨¢s.
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