Una generaci¨®n se despide
La socialdemocracia ha terminado por constituirse en gestora aplicada de los designios conservadores. Llamando "mercados" a lo que antes denominaba "capitalismo", hace lo mismo que criticaba a la derecha
Como resulta bien f¨¢cil constatar, cuando un grupo de personas de una cierta edad se re¨²nen con cualquier motivo y surge en la conversaci¨®n el tema de la juventud actual, lo m¨¢s normal es que se reiteren una serie de t¨®picos que, por lo general, inciden en la apat¨ªa vital de aquella, en la indiferencia de las nuevas generaciones hacia lo p¨²blico o en su falta de inter¨¦s por cualquier otra cosa que no sea su bienestar material o su propio provecho, t¨®picos que, en todo caso, revelan una enorme distancia y extra?eza hacia los j¨®venes por parte de quienes los sostienen.
Parece claro que la l¨®gica con la que nuestros j¨®venes se inscriben en la propia biograf¨ªa y, m¨¢s all¨¢, en la historia ha variado radicalmente. En cierta ocasi¨®n, refiri¨¦ndome en una clase de doctorado a la idea de que, en el fondo, la funci¨®n que cumplen determinados acontecimientos sociales o pol¨ªticos es la de constituir el referente simb¨®lico, imaginario, de toda una generaci¨®n, que se reconoce como tal precisamente por su protagonismo en dichos acontecimientos, se me ocurri¨® preguntar a los estudiantes cu¨¢l era para ellos ese acontecimiento que les hab¨ªa marcado, por el que cre¨ªan poder definirse, que reflejaba mejor el momento en que sintieron irrumpir en el mundo. Confieso que lo que m¨¢s llam¨® mi atenci¨®n fue la declaraci¨®n de un estudiante, para quien, sin el menor g¨¦nero de dudas, el acontecimiento que hab¨ªa significado un cambio radical en su vida y en la de su generaci¨®n era la aparici¨®n de la tarifa plana de acceso a Internet.
La 'tercera v¨ªa' se ha apuntado a la teor¨ªa del fin de las ideolog¨ªas, que es una cosa de derechas
Lo m¨¢s 'rojo' que sale de sus labios son difusas expresiones tipo "cohesi¨®n social"
El referido estudiante sab¨ªa a la perfecci¨®n que esta, como cualquier otra novedad tecnol¨®gica, constitu¨ªa un elemento puramente formal, susceptible de ser puesto al servicio de causas absolutamente antag¨®nicas o de vehicular contenidos de muy variado tipo. Pero no parec¨ªa importarle. En primer lugar, porque cre¨ªa constatar la emergencia de unas formas de socialidad (en concreto, v¨ªa redes sociales) in¨¦ditas hasta el presente y, en esa misma medida, susceptibles de habilitar modos ciertamente nuevos de relaci¨®n entre las personas. Pero sobre todo, en segundo, porque lo m¨¢s relevante de su desplazamiento de perspectiva era que impugnaba de manera radical los mecanismos heredados -b¨¢sicamente, los relatos m¨¢s o menos ¨¦picos- de construcci¨®n generacional. Y lo hac¨ªa desactivando el supuesto seg¨²n el cual la participaci¨®n en un acontecimiento ejemplar por alg¨²n motivo legitima hist¨®ricamente a una generaci¨®n, en la medida en que la convierte en modelo o referencia para las venideras, supuesto que precisamente la generaci¨®n de sus mayores ha contribuido a dinamitar de manera decisiva.
Porque no parece que los miembros de esta ¨²ltima -ella s¨ª tan presuntamente idealista y preocupada por la construcci¨®n de un mundo m¨¢s justo- est¨¦n en condiciones de impartir demasiadas lecciones a nadie. A modo de apresurada ilustraci¨®n: los miembros de la misma m¨¢s concienciados pol¨ªticamente (y, en consecuencia, bien de izquierdas: los de derechas eran todos apol¨ªticos), que tanto -y con tanta vehemencia- denostaban a la socialdemocracia porque, seg¨²n ellos, no era otra cosa que la gestora del capitalismo en ¨¦poca de crisis, no tuvieron mayor problema en abandonar sus radicales convicciones juveniles y ponerlas al d¨ªa abrazando las posiciones del reformismo socialista cuando este devino la fuerza pol¨ªtica progresista hegem¨®nica. Ahora silban, mirando al techo, mientras asisten al espect¨¢culo de contemplar c¨®mo, sin otro cambio que la mera sustituci¨®n de la palabra "capitalismo" por la palabra "mercados", lo que anta?o criticaban es exactamente lo que parecen estar haciendo en este momento los suyos.
Con el ¨²nico y escaso consuelo de pensar que de los herederos de quienes formulaban tan despiadadas cr¨ªticas (que eran, no se olvide, los comunistas) nadie dir¨ªa que han corrido mejor fortuna, abandonados por su antiguo electorado, incapaces de gestionar la creciente desesperaci¨®n social, paralizados, por lo que se ve, ante la disyuntiva de atender a los lamentos -cuando no gritos desgarrados- de los desfavorecidos o a los franciscanos trinos de la sostenibilidad (eludo referirme, para no distraer la atenci¨®n del eventual lector de este papel, a la indesmayable atenci¨®n que asombrosamente esa izquierda de la izquierda sigue prestando a los espejuelos del nacionalismo, en tantas ocasiones eficaz baratija ideol¨®gica de la derecha).
Siendo esto, sin duda, lo m¨¢s grave, no habr¨ªa que dejar de se?alar otro aspecto -menos evidente tal vez pero no por ello menos importante- en el que la izquierda sedicentemente reformista o socialdem¨®crata parece asimismo haber terminado por constituirse en gestora aplicada de los designios conservadores. Me refiero al plano de las ideas. Tras d¨¦cadas (como poco, desde Daniel Bell) de repetici¨®n por parte de estos ¨²ltimos sectores de tesis como la de que las ideolog¨ªas hab¨ªan tocado a su fin, que la distinci¨®n entre derecha e izquierda hab¨ªa quedado superada por la evoluci¨®n misma de la sociedad o que los grandes relatos de emancipaci¨®n y cualesquiera propuestas ut¨®picas hab¨ªan dejado de tener sentido, tesis todas ellas sistem¨¢ticamente replicadas desde el progresismo a base de enfatizar la imprescriptible necesidad de la pol¨ªtica que tienen los desheredados (constituye, en definitiva, la ¨²nica herramienta a su alcance para la transformaci¨®n de lo existente), ahora resulta que la socialdemocracia parece haber hecho suyas tambi¨¦n a este respecto las tesis conservadoras que tanto denost¨®.
As¨ª, eran los partidarios de la presunta tercera v¨ªa laborista quienes presentaban, como si de una revoluci¨®n en materia de ideas se tratara, tesis como la de que no hay problemas de derechas y de izquierdas, sino soluciones de uno y otro signo. Y era uno de nuestros m¨¢s prestigiosos l¨ªderes progresistas quien se acog¨ªa al proverbio chino "gato blanco, gato negro, lo que importa es que cace ratones" para ilustrar su convencimiento de que el criterio m¨¢s importante por el que se debe regir un pol¨ªtico en el desempe?o de su actividad, por encima de cualquier otro relacionado con valores o con ideolog¨ªa, es la eficacia. Es cierto que en determinados momentos -especialmente en campa?a electoral- los pol¨ªticos de izquierda suelen amagar como si todav¨ªa dispusieran de un discurso te¨®rico propio, espec¨ªfico, con el que castigar a su adversario pero, en cuanto se ven instados a concretarlo, lo m¨¢s rojo que sale de sus labios son difusas expresiones tipo "cohesi¨®n social" y similares ("valores de progreso", por ejemplo), expresiones que repiten como un mantra en cuanto se les coloca un micr¨®fono cerca. En definitiva, que aunque no se le pueda discutir a la derecha el copyright de la tesis del fin de las ideolog¨ªas, hay que reconocer que, tambi¨¦n en materia de ideas, los socialdem¨®cratas actuales han sido los m¨¢s eficaces gestores de aquella.
D¨¦jenme que termine este texto aludiendo a un dato, que acaso a alg¨²n lector pueda parecerle meramente anecd¨®tico (y pensar que lo traigo aqu¨ª por mera deformaci¨®n profesional), pero que a m¨ª me parece absolutamente revelador de las contradicciones a las que me he venido refiriendo hasta aqu¨ª. Nuestras autoridades ministeriales, auton¨®micas y acad¨¦micas en general, formadas en su inmensa mayor¨ªa por antiguos profesores no numerarios de los a?os setenta y ochenta (los c¨¦lebres PNN), llevan aplicando desde hace a?os en la Universidad espa?ola unas pol¨ªticas que est¨¢n dando como resultado unos alt¨ªsimos niveles de precariedad entre el profesorado m¨¢s joven, por no hablar de las dificultades que esas mismas autoridades ponen a la posibilidad de nuevas contrataciones, sistem¨¢ticamente frenadas con el argumento -casi tan sagrado como el de los mercados, antes referido- del costo cero, ahora reformulado como la crisis. ?Resultado? La paradoja sangrante de que dentro de no mucho tiempo habr¨¢ en la Universidad espa?ola tantos profesores con contratos precarios como PNN hab¨ªa hace casi 30 a?os.
El problema, como se deja ver, no es que seamos un tap¨®n para la siguiente generaci¨®n: el problema es que hemos dejado vac¨ªa la botella. El d¨ªa en que los que vienen detr¨¢s tomen la palabra nos van a poner a caldo.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona y premio Espasa de Ensayo 2010 por su libro Amo, luego existo.
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