Alemania en Espa?a
CUANDO EN 2009 la Academia Sueca galardon¨® la obra de Herta M¨¹ller, en Espa?a, como en otras partes, el desconcierto fue grande. ?C¨®mo era que una autora rumana, exiliada a los 34 a?os en Berl¨ªn, recib¨ªa un Premio Nobel para la literatura alemana? Felizmente, la literatura no pregunta por nacionalidades, y la alemana —como expresi¨®n creativa y sistema de referencias— siempre ha tenido lugar dentro y fuera de Alemania: Kafka y Rilke vivieron en Praga, Joseph Roth ven¨ªa de la actual Ucrania, Canetti era b¨²lgaro, Max Frisch suizo, Elfriede Jelinek y Peter Handke son austriacos. Adem¨¢s, gran parte de los austriacos y suizos publican en Alemania, pues all¨ª est¨¢n las editoriales importantes.
En Espa?a, la literatura alemanamantiene su prestigio y una presencia s¨®lida en elmercado (aunque se traduce quince vecesm¨¢s del ingl¨¦s). Y desde la ca¨ªda del Muro, en 1989, la narrativa sobre temas alemanes goza de una creciente atenci¨®n. Esta se diferencia por su origen geogr¨¢fico. Por autores nacidos en el lado oriental u occidental del pa¨ªs, y por los que provienen de otras culturas. Los escritores socializados en la antigua RDA, los descendientes de padres turcos, h¨²ngaros o sirios, tienden a apostar literariamente m¨¢s alto y por contenidos politizados: Wolfgang Hilbig con sus negras burlas del estado de vigilancia; Kathrin Schmidt con sus exuberantes cuadros hist¨®ricos; Clemens Meyer con su realismo sucio; Feridun Zaimoglu con sus barrocas tragedias familiares, todos ellos configuran la fracci¨®n combativa, vigorosa, experimental de la literatura de Alemania. Las grandes ventas, en cambio, suelen ser de autores germano-occidentales, altamente profesionalizados, como Julia Franck y Daniel Kehlmann, que tapan con su ¨¦xito comercial las escrituras m¨¢s elaboradas, ir¨®nicas y l¨²cidas de sus colegas germano-occidentales, como Andreas Maier, Michael Roes o Sibylle Lewitscharoff. Aun as¨ª, con toda su pujanza y calidad, la literatura de la Alemania reunificada no ha alcanzado la repercusi¨®n internacional que tuvieron losmaestros de la ¨¦poca de posguerra, unos cuantos a¨²n en activo: G¨¹nter Grass, Christa Wolf, Alexander Kluge o Hans Magnus Enzensberger; ni lleg¨® a igualar el impacto social de los escritores de la generaci¨®n del 68, como W. G. Sebald, Botho Strauss o Wilhelm Genazino.
En los ¨²ltimos a?os, en Espa?a est¨¢n recibiendo una inesperada atenci¨®n los cl¨¢sicos. Y no s¨®lo los del XX, comoMann, con descubrimientos magn¨ªficos de los a?os veinte, treinta y cuarenta—como Alfred D?blin, Hugo Ball, Erich K?stner, Gertrud Kolmar y Hans Keilson—, sino los de la ¨¦poca cl¨¢sica y rom¨¢ntica. Por sus notables resultados de traducci¨®n destaca la reedici¨®n de las dos partes de Fausto, de Goethe, igual que los dramas de Schiller y varias de las sabias, delirantes novelas de Jean Paul. Aunque tal vez lom¨¢smemorable sea que se hayan empezado a editar a los largamente olvidados creadores posrom¨¢nticos, como Eduard M?rike, Franz Grillparzer o Adalbert Stifter (estos dos ¨²ltimos, austriacos, por cierto).
?AleMan¨ªa! Alemania en la Feria del Libro de Madrid. www.goethe.de
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