Goethe, ilusionista de cielos
Johann Wolfgang von Goethe (1749- 1832), Goethe a secas, es sin duda el autor alem¨¢n por excelencia, al igual que Cervantes es el espa?ol. En castellano contamos con excelentes traducciones de sus obras m¨¢s se?eras: Poes¨ªa y verdad, Las penas del joven Werther, Fausto o Las afinidades electivas; tambi¨¦n, con una magn¨ªfica traducci¨®n del inagotable volumen que re¨²ne sus conversaciones con Eckermann, considerado por Nietzsche "el mejor libro alem¨¢n que existe".
En el a?o 1945 el esforzado Rafael Cansinos Assens escribi¨® una completa biograf¨ªa de Goethe y tradujo unas supuestas Obras completas para la editorial Aguilar en un lenguaje todav¨ªa decimon¨®nico; hoy se traduce a Goethe con cuentagotas, con temor a que otras obras suyas s¨®lo interesen a los germanistas. Ser¨ªa deseable, eso s¨ª, una gran edici¨®n completa y rigurosa de su poes¨ªa.
El juego de las nubes
J. W. Goethe
Ilustraciones de J. W. Goethe
y Fernando Vicente
Traducci¨®n de Isabel Hern¨¢ndez
Nordica. Madrid, 2011
124 p¨¢ginas. 16,50 euros
De cuando en cuando aparecen rarezas goethianas como este breve tratado sobre nubes y meteorolog¨ªa que rese?amos. La madrile?a editorial Nordicalibros lo publica con bellas ilustraciones luminosas y algunos dibujos del propio Goethe, quien asimismo cultiv¨® el arte de la pintura; viaj¨® a Italia para mejorar su destreza, mas luego de algunos intentos infructuosos decidi¨® que carec¨ªa de talento; aunque dej¨® unas bellas acuarelas de trazos delicados y rom¨¢nticos que lo cuestionan. Lo que Goethe no consegu¨ªa plasmar con los pinceles lo expresaba con la palabra como poeta, pero tambi¨¦n trataba de comprenderlo como cient¨ªfico al observar la "grandiosa Naturaleza" en todas sus formas y facetas. La mirada del poeta hallaba un complemento id¨®neo en la del cient¨ªfico. A Goethe, ejemplo de hombre curioso, vital y optimista, le atra¨ªa la ciencia, otra de sus grandes pasiones junto al amor y la literatura: nada hubiera deseado m¨¢s que pasar a la posteridad como un gran cient¨ªfico. Pero su idea de ciencia fue muy particular: consideraba la Naturaleza como un todo animado y el mundo como un organismo vivo que respira y se transforma sin cesar (algo as¨ª como la voluntad de Schopenhauer, su admirador, o el c¨¦lebre planeta Solaris de Stanislaw Lem). A Goethe lo fascinaba Spinoza, quien proclam¨® que Dios y la Naturaleza son lo mismo; esgrimiendo el nombre del jud¨ªo anatemizado, se declaraba pante¨ªsta y reiteraba que "Todo es Uno": el coraz¨®n humano late al un¨ªsono con el n¨²cleo ¨ªntimo del universo. En mayor o menor escala, lo mismo en los astros que en las plantas y los seres humanos, rigen principios comunes, formas y s¨ªmbolos que delatan la verdad m¨¢s evidente de todas: la vida es perpetuo cambio y transformaci¨®n, lo igual se atrae y los opuestos se separan y el todo busca su acomodo en el equilibrio de los contrarios. Ideas e ilusiones semejantes constituyeron la base de los diversos trabajos cient¨ªficos de Goethe, de su Teor¨ªa de los colores o de sus intentos de establecer una metamorfosis de las plantas a partir de una "protoplanta" ideal. El gran hombre dedic¨® media vida a estudiar la naturaleza y a meditar sobre sus observaciones: recolectaba plantas, minerales y piedras, le interesaba la anatom¨ªa (descubri¨® el hueso intermaxilar en los seres humanos), med¨ªa las temperaturas y observaba los cielos mientras pasaba los d¨ªas entre experimentos crom¨¢ticos o de qu¨ªmica y f¨ªsica. ?Corroboraban los resultados mensurables sus bellos pensamientos sobre afinidades, armon¨ªas y discordias universales? Su portentosa imaginaci¨®n se encargaba de que as¨ª fuera.
El juego de las nubes -en excelente traducci¨®n- re¨²ne estudios de campo de Goethe sobre las nubes y el estado de los cielos. El poeta los tom¨® entre los a?os 1820 y 1825, durante algunos de sus viajes a los balnearios de moda. Son pl¨¢sticas descripciones del incesante juego cambiante de los cielos y que ilustran bien el m¨¦todo cient¨ªfico de Goethe: "Atenerse a lo m¨¢s cierto para llegar cuanto antes, poco a poco, a lo incierto". Y lo incierto era lo que ¨¦l imaginaba: un duelo de titanes c¨®smico; la lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Y la electricidad, como "alma del mundo", gobern¨¢ndolo todo, el latigazo que despide el trueno de J¨²piter antes de lanzar el agua de Neptuno sobre Gea adormecida, que respira y transpira como una mortal.
En su estudio meteorol¨®gico Goethe recog¨ªa cuanto en la ¨¦poca se sab¨ªa de esta ciencia en ciernes; y mientras discurre sobre la eficacia de los bar¨®metros, term¨®metros y man¨®metros, sostiene tambi¨¦n que las nubes se asemejan a organismos vivos cuyos movimientos y formaciones responden a la atracci¨®n de la tierra, que podr¨ªan corresponderse con s¨²bitos cambios de humor tel¨²rico. Un bello y curioso tratado, que hoy parece m¨¢s cercano a la imaginaci¨®n que a la ciencia, testimonio del esforzado mago de la naturaleza que fue Goethe, en este caso, un ilusionista de cielos.
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