Fecha l¨ªmite: 2016
El pasado 1 de mayo, en el downtown de Los ?ngeles, el domingo por la tarde transcurr¨ªa con la peculiar rutina -esa mezcla de pesadez del aire y lentitud de las horas- con que transcurren los domingos por la tarde en todas las ciudades del mundo, aunque con un ingrediente propio: los diversos elementos del paisaje urbano conformaban un escenario que ya se acercaba mucho al proporcionado por la pel¨ªcula Blade runner. Es explicable, pens¨¦, pues al fin y al cabo no faltan tantos a?os para llegar al 2019 del filme, y muchos estamos de acuerdo en que Blade Runner fue una de las m¨¢s acertadas aproximaciones al futuro que se hicieron en el siglo XX. ?nicamente ocho a?os antes de llegar a la fecha se?alada. Es verdad que no hay replicantes, ni coches voladores, ni audaces expediciones espaciales (y en cambio s¨ª tel¨¦fonos m¨®viles e Internet, algo que no previ¨® Philip K. Dick, el inspirador literario de la pel¨ªcula de Ridley Scott, y que, por cierto, tampoco vislumbraron Aldous Huxley y Georges Orwell en sus respectivos pron¨®sticos); sin embargo, en nuestro mundo se perfila con creciente nitidez aquella confusi¨®n de lenguas, de razas, de arquitecturas, aquella combinaci¨®n de sofisticaci¨®n tecnol¨®gica y pobreza espiritual, de experimentos cient¨ªficos ilimitados y carencias morales tambi¨¦n ilimitadas. Y no hab¨ªa duda de que Los ?ngeles hab¨ªa sido una elecci¨®n adecuada.
Ese a?o se producir¨¢ la gran cat¨¢strofe: la econom¨ªa china sobrepasar¨¢ a la de Estados Unidos
La tarde del domingo 1 de mayo se consum¨ªa, pues, como tratando de acercarse al gui¨®n de Blade runner en las calles semivac¨ªas del downtown angelino. Al contrario de la pel¨ªcula, en la que llueve todo el tiempo, luc¨ªa un sol radiante pero, por lo dem¨¢s, todo parec¨ªa preparado para la deshumanizaci¨®n anunciada en el choque brutal de los brillantes rascacielos y los edificios desahuciados, y en el gesto lent¨ªsimo de multitud de home-less que deambulaban alrededor de los grandes aparcamientos al aire libre, antes de sumergirse en extra?as tiendas de campa?a confeccionadas con bolsas de basura. Para hacer m¨¢s veros¨ªmil la representaci¨®n anticipada de Blade runner donde, que yo recuerde, no aparece un solo libro, en Main Street, cerca del hotel en el que estaba alojado, me top¨¦ con una librer¨ªa que se llamaba The Last Bookstore in Los Angeles. El amigo que me acompa?aba, nacido en la ciudad, me inform¨® de que se trataba de algo literal y de que aquella, en efecto, era la ¨²nica librer¨ªa que no hab¨ªa sucumbido al efecto de las grandes superficies comerciales.
El decorado era casi perfecto, en su intenci¨®n bladerunneriana, cuando en la propia Main Street se oyeron exclamaciones procedentes de algunos bares en los que reluc¨ªan gigantescas pantallas de televisi¨®n: as¨ª me enter¨¦ de la muerte de Bin Laden. Con mi amigo, un americano muy anglosaj¨®n pero poco nacionalista, entramos en uno de ellos para contemplar la imagen de Obama, p¨¢lido y serio, mientras hac¨ªa el anuncio. Hubo unamago de entusiasmo por parte de un grupo de blancos que beb¨ªan cerveza, e incluso uno de ellos se puso a entonar un patri¨®tico U-S-A, como si contemplara un espect¨¢culo deportivo; en general, sin embargo, los parroquianos se mantuvieron come didos y en silencio. Me dio la impresi¨®n de que, para los mexicanos y para los negros, el anuncio tampoco era nada del otro mundo.
A partir de este momento, y durante los d¨ªas siguientes, las pantallas de televisi¨®n norteamericanas -y las de todo el planeta- vomitaron, como es sabido, im¨¢genes relacionadas con la muerte de Bin Laden, una ceremonia de monopolio visual solo equiparable, precisamente, al acontecimiento con que esa muerte se relacionaba: los atentados del 11 de septiembre de 2001. No obstante, con anterioridad a la explotaci¨®n de esa historia macabra, las televisiones americanas estaban muy ocupadas con otra historia no menos apocal¨ªptica pero que, al principio, me resultaba misteriosa. En hoteles, bares y restaurantes los televisores propon¨ªan una fecha, 2016, acompa?ada de una anotaci¨®n inquietante: deadline. Como en la actualidad no es necesario mirar la televisi¨®n para que, gracias a las omnipresentes pantallas, la televisi¨®n te mire a ti mientras est¨¢s comiendo, bebiendo o simplemente paseando por el vest¨ªbulo de tu hotel, pronto logr¨¦ hacerme una cierta idea de lo que ocurrir¨¢ en el a?o 2016 seg¨²n un ej¨¦rcito de analistas, soci¨®logos, polit¨®logos y economistas que se exhib¨ªan en preocupadas tertulias: ese a?o se producir¨¢ la gran cat¨¢strofe y la econom¨ªa china sobrepasar¨¢ por primera vez a la norteamericana. El desastre. El ¨²nico d¨ªa que, en la habitaci¨®n del hotel, escuch¨¦ con atenci¨®n un programa de la CNN destinado al asunto comprob¨¦ que el deadline era, como se subtitulaba el reportaje, "el fin del imperio americano en el mundo". Me sorprendi¨® que durante casi dos horas los analistas que interven¨ªan solo se mostraran tremendamente preocupados por el factor econ¨®mico y que apenas entraran en juego consideraciones acerca de la libertad, la cultura o la moral. Al parecer el papel de China como el Gran Acreedor -de todos nosotros pero especialmente de los estadounidenses- hab¨ªa debilitado cualquier resistencia ante un modelo que compagina, con toda naturalidad, el m¨¢s incontinente de los capitalismos con el totalitarismo pol¨ªtico. Desde hac¨ªa tiempo nadie se atrev¨ªa a denunciar este hecho, como temiendo la furia del Gran Acreedor.
No obstante, creo que tambi¨¦n es una hipocres¨ªa atribuir a China la proposici¨®n de un futuro mucho m¨¢s inclinado a la codicia que a la libertad. De ser cierto que hemos aceptado un mundo casi exclusivamente moldeado por el factor econ¨®mico poco podr¨ªamos reprocharle a China, a no ser el v¨¦rtigo de su voracidad, vinculado a la rotundidad de la miseria de la que part¨ªa. No han sido los chinos, sino los occidentales, quienes han forjado, a trav¨¦s de sus pol¨ªticos y sus medios de comunicaci¨®n, la imagen de una humanidad esclava de la supremac¨ªa absoluta del mercado. Hay un s¨ªmbolo totalmente elocuente de esta tiran¨ªa en nuestra grotesca antropomorfizaci¨®n de ese dios ¨²nico. Hoy he le¨ªdo en el peri¨®dico "el mercado celebra el ascenso de Keiko Fujimori en los sondeos"; y no hay d¨ªa que no sea informado de los sentimientos y emociones de la divinidad: el "mercado sufre", el "mercado est¨¢ ansioso", el "mercado juzga"... Fuera de estos sentimientos y emociones nada parece contar. China, el Gran Acreedor, lo ¨²nico que va a hacer es llevar este desvar¨ªo -el aut¨¦ntico deadline- a las ¨²ltimas consecuencias.
El a?o 2016, por tanto, no es, seguramente, tan decisivo como sugieren todos esos analistas. En realidad la frontera crucial es la que viene marcada por la venta del alma mediante un trueque siniestro: libertad por mercado (hasta hace poco se alegaba que ambos t¨¦rminos se complementaban). Si hemos cruzado irreversiblemente esta frontera el mejor a?o para vernos reflejados es 2019, el de Blade runner, con una humanidad que duda de su condici¨®n humana, y en una ciudad que ha dejado de tener ciudadanos para albergar seres acorralados por el miedo y la rapacidad.
Rafael Argullol es escritor.
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