?Qui¨¦n es el peligro?

Las excusas enarboladas por el consejero Puig para desmantelar a porrazos la protesta de la plaza de Catalunya son inanes.

No hab¨ªa problemas de higiene, como comprobaron los miles de ciudadanos que pasaron estos d¨ªas por ah¨ª: el consejero ni siquiera pudo concretarlos. El futurible azar peligroso de la hipot¨¦tica victoria del Bar?a es un cuento infantil. Y el riesgo de la presencia de violentos se compadece mal con la pr¨¢ctica de una ¨²nica, solitaria, detenci¨®n.

El consejero mont¨® una operaci¨®n in¨²til: a las pocas horas los acampados restablecieron su desorden creativo, con todos sus utensilios. Una operaci¨®n desmesurada, aparentemente de humilde fregona, que se sald¨® con 121 heridos: ?121! Ese saldo revela su ineficacia. El caos lo cre¨® su orden de intervenir, no la juventud acampada, albergue mejores o peores argumentos. Un pol¨ªtico que crea problemas en vez de resolverlos merita para el Nobel de la Ineficiencia.

Las im¨¢genes (y los testimonios) que le desmienten le acompa?ar¨¢n de por vida. Si el presidente Mas las ve, lamentar¨¢ que haya ridiculizado a la Generalitat, desprestigiado al cuerpo de Mossos e indignado a todos los que a¨²n no estaban indignados.

El consejero exhibe un inquietante c¨®ctel de valores: el nacionalismo radical, la exaltaci¨®n de la violencia administrativa (traducida como "contundencia"), el orden como bien supremo y la minusvaloraci¨®n de los derechos democr¨¢ticos; por suerte, no defiende el monopartidismo ni la econom¨ªa dirigida. Pero ni siquiera se discute eso, sino su torpeza y peligrosidad social.