El descanso del maestro
Ante su coronaci¨®n de hoy, Contador contempla el triunfo de Kiryienka
En crescendo rossiniano, como dicen en Italia; movimiento tras movimiento, y ya llevaba siete, Contador, el maestro, estaba transformando el Giro en una sinfon¨ªa, pura fuga, variaci¨®n y contrapunto, escuela Bach. La afici¨®n, que con el tiempo ha aumentado, crescendo paralelo al de la m¨²sica, hasta casi desbordarse de sentimiento, esperaba impaciente el movimiento de ayer, el de Sestriere, el que deber¨ªa ser el octavo (recuerden los anteriores: Tropea, el inesperado, fugaz; Etna, el sorprendente; los templados de Grossgl?ckner; Zoncolan, donde la pasi¨®n; Gardeccia; el allegro del Nevegal, y el imperial de Macugnaga, donde la amistad), y algo especial, aunque quiz¨¢ menos musical, una traca al menos. Sin embargo, el maestro dio un paso atr¨¢s; dej¨® el papel pautado, el atril y la batuta; ocup¨®, por as¨ª decirlo, una butaca en la primera fila del auditorio y se dedic¨® a escuchar el concierto de sus compa?eros de pelot¨®n en la subida a Finestre, la de los 29 tornantes, como dicen en Italia; las 29 curvas de herradura, los siete kil¨®metros sin asfaltar y las laderas pobladas de espectadores que, como dicen en Italia, esperan como indios ver pasar al s¨¦ptimo de caballer¨ªa y sus trompetas.
"Me gusta ir solo. As¨ª gano seguro", dice el bielorruso tras su dura fuga
Vieron pasar un coro de esclavos verdiano; oyeron el vuelo de un moscard¨®n, una jaula de grillos; tambi¨¦n, a un hombre libre, un Glenn Gould, por ejemplo, que, en vez de piano, hizo sonar m¨¢gicamente una bicicleta. Y vieron a Contador contemplar, complacido, una composici¨®n tan as¨ª a la espera de ser coronado hoy en Mil¨¢n, su segundo Giro.
El lamento de los esclavos que marchan orgullosos se llevaba oyendo toda la semana. Tambi¨¦n, las ¨®rdenes de sus amos. No hab¨ªa ciclista, ni el mejor clasificado ni el ¨²ltimo, que, cuando se le daba la oportunidad, no cantara lo agotado que le hab¨ªa dejado la acumulaci¨®n de puertos, las horas de traslados, el cansancio alojado en los huesos. No hubo tampoco director que no les recordara que el Giro no hab¨ªa acabado a¨²n; que, en realidad, no estaban cansados; que ten¨ªa que meterse en la fuga, hacer un ¨²ltimo esfuerzo. "No puedo m¨¢s, pero a¨²n me piden m¨¢s", resum¨ªa Vicioso, ganador de una etapa y ayer, por obligaci¨®n, en la fuga. "No puedo m¨¢s", repet¨ªa el eco en las grupetas en las que se intentaron organizar los supervivientes para burlar el fuera de control. Andr¨¦i Tchmil, el amo del Katiusha, dijo: "A Purito [el l¨ªder, el int¨¦rprete ayer del vuelo del moscard¨®n, un zumbido repetido en media docena de ataques hasta que pudo irse y terminar tercero] le han faltado una cuarta o una quinta semana para mejorar su quinto puesto o ganar una etapa". Y Purito: "Qu¨¦ pronto has olvidado, Andr¨¦i, que has sido ciclista...". Detr¨¢s, la media docena de corredores que luchaban por quedar segundo, o mejor joven, o por equipos, o por entrar entre los 10 primeros, en pura cacofon¨ªa por el cansancio profundo, hicieron de jaula de grillos con ataques inacabados, fugas a ninguna parte, resistencia. Contador, a su espalda, contemplaba. Kiryienka, por delante, actuaba.
Kiryienka gan¨® a lo Kiryienka. Como en el monte Pora hace tres a?os. Porque es el m¨¢s duro de los duros. Tras recorrer a m¨¢s de 40 por hora los 200 primeros kil¨®metros en una fuga de 13, los 44 ¨²ltimos, los de los puertos, los hizo solo. "Me gusta ir solo. As¨ª gano seguro", dijo el solista, el bielorruso que vive en Pamplona, ama el orden espa?ol y detesta el caos italiano, que interpret¨® como nadie, ligero de pedalada, al ritmo de su coraz¨®n, las dos subidas. Cuando se qued¨® solo, el pelot¨®n estaba a 6m 15s. Cuando termin¨®, victorioso y emotivo, se puso las gafas para ocultar las l¨¢grimas al se?alar al cielo y homenajear a Tondo, su compa?ero en el Movistar, "al que le gustaba el ciclismo, sufrir y hasta ganar". Contador lleg¨® a 5m 58s.
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