Misrata se hace fuerte contra Gadafi
"Nos tiran con todo... con misiles Grad. A veces no llegan, a veces nos superan", explican los rebeldes de la ciudad
La camioneta que conduce Mahmud Shaush tiene el parabrisas delantero reventado a balazos. El vidrio trasero directamente ha volado. El retrovisor cuelga sin espejo. Es un antiguo veh¨ªculo de la polic¨ªa de Muamar el Gadafi, ahora en manos de los rebeldes. Tambi¨¦n Mahmud ha cambiado de cometido: de vender telas ha pasado a un puesto de mando en el frente. A su lado, un Kal¨¢shnikov y la alfombrilla de rezar. Todo se ha trastocado en Misrata, la ciudad del Occidente libio que resiste desde hace tres meses el feroz asedio del dictador. Mahmud no est¨¢ de buen ¨¢nimo. La artiller¨ªa gadafista mat¨® ayer a siete compa?eros, vecinos como ¨¦l, que nunca hab¨ªan cogido un fusil y que ahora se turnan para recibir la lluvia de morteros. "Gadafi est¨¢ completamente loco", musita, mientras avanza a toda velocidad, sorteando las zanjas abiertas en la autov¨ªa y derrapando en los desv¨ªos sin asfaltar. A la guerra no se va en l¨ªnea recta.
La ruta concluye en Dafniya, a unos 25 kil¨®metros de la ciudad. Es el frente occidental, y hasta ahora el m¨¢s activo. Hasta aqu¨ª han reculado las tropas de Gadafi, que hace tres semanas estaban en el coraz¨®n de Misrata. Tres contenedores llenos de arena sirven de plataforma para seis camionetas encaramadas sobre un terrapl¨¦n. Todas van provistas de bater¨ªas antia¨¦reas que apuntan al oeste. "Son de 14,5 mil¨ªmetros. Alguna de 23. Es lo m¨¢s potente que tenemos", comenta Ahmed, administrativo en una empresa inmobiliaria. Nadie sabe decir el alcance que tienen. Ahmed y sus compa?eros recibieron cuatro d¨ªas de instrucci¨®n militar. "En realidad es aqu¨ª donde estamos aprendiendo", dice.
Las tropas gadafistas est¨¢n apenas a cuatro kil¨®metros. Pueden verse con prism¨¢ticos, parapetadas tras unos contenedores rojos. "Esta ma?ana han estado disparando", explica Yusuf, conductor de camiones. Tambi¨¦n ayer, y mataron a un periodista libio e hirieron a cinco combatientes. "Pero la OTAN atac¨® a medianoche. O¨ªmos los aviones y las bombas, que sacud¨ªan el suelo".
Decenas de carcasas de morteros rodean la posici¨®n rebelde. "Nos tiran con todo, tambi¨¦n con misiles Grad. A veces no llegan, a veces nos sobrepasan. Tambi¨¦n nos disparan por los lados. Muchas veces tiran al azar. Ellos tienen mejores armas y m¨¢s medios, incluso instrumentos de visi¨®n nocturna", prosigue Yusuf. Lo sorprendente, de hecho, es que no haya m¨¢s muertos entre los rebeldes, que no paran de encomendarse a Al¨¢ y a la coalici¨®n internacional. "Ellos hacen lo que pueden, supongo. Nos han dicho que no avancemos".
Tampoco podr¨ªan. Los gadafistas han minado la zona. Pero el ¨¢nimo en el frente no decae. Con las cabezas cubiertas con kufiyas, se?a de identidad de los combatientes, los m¨¢s j¨®venes no paran de bromear. Todos lamentan no haber podido ver el partido Barcelona-Manchester. El Bar?a levanta pasiones en la Libia rebelde.
De repente, el eco de un morterazo. Luego otro. Al grito de "Al¨¢ es grande", los combatientes responden con dos r¨¢fagas de ametralladora. "A veces nos disparamos como para decir que aqu¨ª seguimos", dice Ahmed. "Eso nos sube la adrenalina y ya no pensamos en la familia".
A unos 40 kil¨®metros hacia el sur, atravesando de nuevo trincheras y contenedores, se despliega el frente de Abdrauf. Hasta ahora hab¨ªa estado tranquilo, pero el viernes una avanzadilla rebelde fue alcanzada por los misiles gadafistas. "Hab¨ªan salido a inspeccionar aquella granja", dice Mahmud, el vendedor de telas, se?alando a una gran nave junto a un peque?o bosque. "Pero los detectaron". Fue ah¨ª donde murieron sus siete compa?eros.
Las tiendas de los combatientes se extienden en la colina. Junto a la barricada que corta la carretera, la Media Luna Roja ha instalado un hospital de campa?a. A lo lejos, una segadora avanza por un trigal como si la guerra no fuera con ella, y un reba?o de ovejas pasta con placidez.
La escena surrealista la proporciona un anciano con chilaba marr¨®n, que habla a gritos en un mont¨ªculo, con una caja de cart¨®n en la cabeza para protegerse del sol. "En Misrata estamos incomunicados, pero hemos descubierto que aqu¨ª s¨ª hay se?al telef¨®nica", explica Mahmud. "Se ha corrido la voz, y algunos llegan hasta aqu¨ª para intentar hablar con la familia en Tr¨ªpoli". Cuando termina su llamada, el anciano se acerca. "Bienvenida. Tendr¨ªa que ver esto en marzo, lo bonito que est¨¢, todo verde. Aqu¨ª venimos con las familias, a pasar el d¨ªa", comenta. "Espero que pueda volver en otro momento, cuando Misrata est¨¦ liberada". Y esconde despu¨¦s la cara, porque sus ojos se han llenado de l¨¢grimas.
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