El poder tribal ancestral frena la modernizaci¨®n del Estado
Los yemen¨ªes trazan sus ancestros hasta los Bani Hamdan, una tribu cuya existencia se remonta a varios siglos antes de nuestra era. Sin embargo, diferencias entre los hijos de Yashim bin Yubran bin Nawf bin Tub¨¢ bin Zayd bin Amro bin Hamdan dividieron el pa¨ªs entre los descendientes de Hashed y los de Bakil a partir del siglo III antes de Cristo. Al principio hab¨ªa otras tribus, pero los esfuerzos del im¨¢n Yahya, que gobern¨® con poder absoluto en la primera mitad del siglo XX, lograron reducirlas a esas dos grandes confederaciones.
La mayor¨ªa de los clanes familiares yemen¨ªes entroncan su linaje con una de ellas. La confederaci¨®n Bakil, a la que pertenecen las tribus Abu Luhum o Nihm, es la m¨¢s numerosa, pero la Hashed, que en la actualidad dirige el jeque Sadeq al Ahmar y a la que tambi¨¦n pertenece el presidente Saleh, es la m¨¢s influyente. Ello se debe en buena medida a que se han implicado m¨¢s en la pol¨ªtica. De hecho, Saleh cont¨® con el respaldo del padre de los Al Ahmar, el jeque Abdal¨¢, para hacerse con el poder en 1978.
Las tribus fueron en sus or¨ªgenes un proto-Estado que organizaba la vida colectiva de sus miembros. Pero sus c¨®digos y valores chocan con los del Estado naci¨®n. Muchos analistas consideran que sus estructuras frenan el desarrollo y que la modernizaci¨®n exige su desmantelamiento. Sin embargo, en Yemen la tribu se ha convertido en un concepto pol¨ªtico.
Ante la ineficacia de las instituciones y la corrupci¨®n de las ¨¦lites gobernantes, los yemen¨ªes recurren a su tribu para lograr los servicios que necesitan sea un pozo en una aldea o puestos de trabajo para los j¨®venes. De ah¨ª la legitimidad que alcanzan los jefes tribales que por sus recursos econ¨®micos o pol¨ªticos son capaces de ofrecer servicios.
Hasta ahora las tribus coexist¨ªan con el Estado. Los acontecimientos de los ¨²ltimos meses han exacerbado la rivalidad entre ambos. Por un lado, la excesiva concentraci¨®n del poder en manos de la familia del presidente ha reducido el reparto de prebendas. Por otro, la inevitable (aunque lenta) modernizaci¨®n de la sociedad y los medios de comunicaci¨®n tambi¨¦n ha mermado la autoridad de los jeques.
En realidad, solo el noroeste del pa¨ªs y la zona de Maareb siguen bajo control tribal. En el sur, que pas¨® 23 a?os bajo un sistema comunista, e incluso en algunas zonas urbanas del norte, su peso es muy marginal.
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