Tarjeta amarilla, casi roja
Dos de cada tres espa?oles (66%) simpatizan con lo que se conoce como Movimiento 15-M, del que un 74% subraya su car¨¢cter pac¨ªfico. ?C¨®mo no van a simpatizar si el 81% piensa que quienes lo promueven tienen raz¨®n, en l¨ªneas generales, en las cosas por las que protestan y el 84% considera que lo que estos "indignados" plantean son cuestiones que afectan al conjunto de la sociedad y no solo a unos pocos? Dos de los planteamientos centrales del Movimiento 15-M encuentran un respaldo pr¨¢cticamente un¨¢nime entre nuestra ciudadan¨ªa. Un 83% cree que desde que empez¨® la crisis quien realmente manda en el mundo (y por ende en Espa?a) no son ya los Gobiernos sino lo que gen¨¦ricamente se designa como "los mercados". ?Puede extra?ar entonces que se sumen a la reclamaci¨®n de una "democracia real", es decir, de aquella prometida -y tan r¨¢pidamente olvidada- refundaci¨®n del capitalismo que iba a restituir al cuerpo pol¨ªtico esa soberan¨ªa ahora aparentemente secuestrada por un variopinto c¨²mulo de agencias e instituciones financieras?
En segundo lugar, el 90% cuestiona fuertemente el modo en que est¨¢n organizados y funcionan nuestros partidos pol¨ªticos y reclaman su reforma en profundidad para que presten m¨¢s y mejor atenci¨®n a lo que piensa el ciudadano medio. Ahora, la triste impresi¨®n dominante en nuestra sociedad -e incluso tanto entre votantes del PSOE como del PP- es que uno y otro partido solo representan sus propios intereses como organizaciones: ¨²nicamente un 19% piensa, en cambio, que representan realmente los intereses de la mayor¨ªa de los ciudadanos. La ciudadan¨ªa coincide as¨ª con los "indignados" en mostrar a la clase pol¨ªtica una contundente tarjeta amarilla que si no ha pasado ya a ser roja es probablemente por la inequ¨ªvoca identificaci¨®n de los espa?oles con su sistema democr¨¢tico, a pesar de la imagen escler¨®tica y distante que este ahora les presenta. Pero el aviso est¨¢ dado.
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