La segunda muerte de Jorge Sempr¨²n
Aunque frecuente contador de historias relacionadas con su etapa de clandestinidad comunista en el Madrid de los cincuenta y su expulsi¨®n -junto a Fernando Claud¨ªn- de la direcci¨®n del Partido Comunista a mediados de los sesenta, Jorge Sempr¨²n rara vez rememoraba ante los amigos su estancia en el campo de Buchenwald. Los motivos que le obligaron a elegir durante muchos a?os para seguir viviendo la renuncia a la recreaci¨®n literaria de su estancia como interno 44.904 del lager pr¨®ximo a Weimar eran probablemente los mismos que proteg¨ªan en la vida cotidiana la intimidad de esos recuerdos, transfigurados mas tarde en una obra l¨²cida, veraz y conmovedora.
Por esa raz¨®n me result¨® desconcertante escuchar la respuesta de Sempr¨²n, designado ministro de Cultura por Felipe Gonz¨¢lez en julio de 1988, a una pregunta m¨¢s bien trivial que le hice en su despacho oficial acerca de su reciente nombramiento, dirigida a rememorar medio serio medio en broma el contraste entre los tiempos de la clandestinidad y los actuales. No podr¨ªa entrecomillar sus palabras pero s¨ª recuerdo el argumento de su soliloquio sobre la sensaci¨®n, nunca desvanecida desde su salida de Buchenwald, pero todav¨ªa m¨¢s presente en esos d¨ªas, de tener la muerte a sus espaldas como permanente compa?¨ªa. El dramatismo de fondo de Sempr¨²n no estaba re?ido con el sentido del humor ni con el gusto por las bromas del que era un genial cultivador Domingo Domingu¨ªn, el mejor amigo imaginable en su estancia madrile?a. En cambio, resultaba incompatible con la insoportable concepci¨®n de la pol¨ªtica como instrumento para el enriquecimiento personal, la satisfacci¨®n de la vanidad o el medro social, propios de la transformaci¨®n en simple profesi¨®n de la vocaci¨®n p¨²blica.
Su dramatismo no estaba re?ido con el sentido del humor
Nunca recibi¨® el reconocimiento exigible en t¨¦rminos pol¨ªticos y literarios
Sempr¨²n nunca lleg¨® a recibir en Espa?a el reconocimiento que hubiera sido exigible en t¨¦rminos pol¨ªticos y literarios. Si el origen dolorido y las metas transformadoras de una pasi¨®n pol¨ªtica forjada en la lucha contra el fascismo internacional y contra el franquismo le hicieron un extra?o en un planeta de t¨¦cnicos secularizados en ingenier¨ªa social, la extraterritorialidad de su condici¨®n ciudadana -a caballo entre Espa?a y Francia- tampoco permite su encaje en el estereotipo exigido por los admiradores de la caspa carpetovet¨®nica. Vivi¨® en Par¨ªs desde la primera juventud hasta la muerte y se hizo universalmente famoso con una obra escrita en franc¨¦s; sin embargo, nunca renunci¨® a la ciudadan¨ªa espa?ola, ni siquiera cuando se lo exigieron para ingresar en la Academia francesa. El pr¨®logo de Jorge Sempr¨²n al documentado libro de Evelyn Mesquida sobre La Nueve (Ediciones B, 2008), esto es, la compa?¨ªa de la Divisi¨®n Leclerc formada por antiguos combatientes republicanos que entr¨® en Par¨ªs a la cabeza de las fuerzas aliadas no s¨®lo reivindica el papel desempe?ado durante la Segunda Guerra Mundial por decenas de miles de espa?oles que combatieron al nazismo en la resistencia y como guerrilleros sino que adem¨¢s ve en su lucha antifascista "uno de los primeros elementos de la actual comunidad europea"
Jorge Sempr¨²n sol¨ªa citar la frase de Scott Fitzgerald seg¨²n la cual la se?al de una inteligencia de primer orden es la capacidad de tener dos ideas opuestas al mismo tiempo y, a pesar de ello, ser capaz de seguir funcionando. En su caso las contradicciones atravesaron su existencia diacr¨®nicamente pero tambi¨¦n de forma sincr¨®nica para potenciar su creatividad. Nacido en el seno de una familia de la alta burgues¨ªa (su abuelo materno, Antonio Maura, fue ennoblecido por Alfonso XIII) que se comprometi¨® con la Segunda Rep¨²blica, hijo del embajador en La Haya durante la guerra, estudiante refugiado en Par¨ªs desde 1939, joven maquisard bajo la ocupaci¨®n nazi, torturado por la Gestapo e internado en el campo de Buchenwald, militante del PCE desde la liberaci¨®n, miembro del Comit¨¦ Central desde 1954 y del Bur¨® pol¨ªtico desde 1956, expulsado oficialmente del partido en 1965, ministro de Cultura de Felipe Gonz¨¢lez en la monarqu¨ªa parlamentaria... La reflexi¨®n te¨®rica, la vocaci¨®n literaria y la militancia pol¨ªtica se disputaron a lo largo de su vida la pugna por constituirse en su se?a de identidad principal, sin lograr ninguna de ellas desplazar nunca enteramente a las dem¨¢s. A partir de los treinta a?os, las relaciones entre el revolucionario y el escritor adoptaron la compleja estructura que articula a un autor con sus hom¨®nimos: aunque en ese juego de espejos Federico S¨¢nchez fue durante su etapa de clandestinidad comunista una proyecci¨®n de Sempr¨²n, muchos compa?eros de la militancia comunista siguieron considerando a?os despu¨¦s a Sempr¨²n como una invenci¨®n de Federico S¨¢nchez.
En Adi¨®s, luz de veranos (Tusquets, 1998), Sempr¨²n lanz¨® un emocionante mensaje que aclara en la medida de lo posible la cuesti¨®n de su identidad. Despu¨¦s de mencionar el cementerio de Biriatou, que sirvi¨® de referencia a un bell¨ªsimo poema del Unamuno exiliado por la dictadura de Primo de Rivera titulado Orhoitz Gutaz (Acordaros de nosotros), Sempr¨²n evoca el peque?o pueblo fronterizo sobre el Bidasoa, como "patria posible de los ap¨¢tridas" y como lugar para perpetuar su ausencia. Estoy convencido -afirma- de que la monarqu¨ªa parlamentaria, vistas las circunstancias hist¨®ricas, es hoy d¨ªa el mejor sistema posible para garantizar la democracia, "la mejor forma de desarrollo de la res p¨²blica". Sin embargo, concluye Federico S¨¢nchez, esa convicci¨®n es compatible con el deseo de ser enterrado en el peque?o cementerio de Biriatu "con mi cuerpo envuelto en la bandera tricolor -rojo, gualda, morado- de la Rep¨²blica" que simbolizar¨ªa "la fidelidad al exilio" y a su dolor.
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