Ciudad del Retiro
El hombre hab¨ªa empezado su minuciosa investigaci¨®n por el extremo de la caseta opuesto a m¨ª. Se dedicaba a preguntar a los vendedores qu¨¦ libro pod¨ªa resultar m¨¢s adecuado para regal¨¢rselo a su hermana. Cuando el asunto lleg¨® a mis o¨ªdos, estaba rechazando a S¨¢ndor M¨¢rai, por h¨²ngaro. Despu¨¦s me toc¨® a m¨ª. Me contempl¨® largamente, dubitativo, y por fin aventur¨® que por espa?ola, quiz¨¢ le resultar¨ªa m¨¢s pr¨®xima a la persona objeto de su regalo. Le pregunt¨¦ c¨®mo era su hermana. "Pues... Ps¨¦", vacil¨®. Y a?adi¨®: "Ella s¨®lo se dedica a lo suyo. Los hijos y eso". "Pero algo le gustar¨¢, so?ar¨¢ con algo. Usted tiene que saberlo". Reconozco que yo me hallaba algo molesta porque minutos antes me hab¨ªa unido al elogio que el dependiente realizaba de M¨¢rai, y encarecidamente le hab¨ªa rogado al reacio cliente, por mi cuenta y riesgo, que se llevara La mujer justa; con nulo resultado, como ya les he dicho. As¨ª que cuando, despu¨¦s de repasar todos mis libros, dijo: "No, no creo que mi hermana... Ella, no s¨¦", y se larg¨®, me volv¨ª hacia mis anfitriones en la caseta y rug¨ª, rencorosa: "Es mentira. No tiene hermana. Es un profesional de la tabarra".
"Las dedicatorias a los cr¨ªos peque?os y a beb¨¦s me conmueven especialmente"
Adoro firmar libros en la Feria del Retiro por muchas razones, pero una de las m¨¢s notables es porque ocurren an¨¦cdotas como ¨¦sta. Otra: se me acerc¨® una joven, en sus veintimuchos, pertrechada ya en un cauto cuerpo de mediana edad, y me pregunt¨®: "Este libro", se?alando el ¨²ltimo, que es una novela negra con unos cuantos cr¨ªmenes, "?tiene emociones?". Imprudente, respond¨ª: "S¨ª, claro". Ella: "?Ay, no!". Y se fue.
Hay quien se coloca a un lado de la cola, repasa los libros y prorrumpe, en voz muy alta: "Este lo empec¨¦ y no pude con ¨¦l". Por el contrario, a menudo llegan clientes, de dos en dos -en general, mujeres-, y una le cuenta a la otra, como si yo no estuviera delante: "Ella escribi¨® este libro por esto y por lo de m¨¢s all¨¢, y luego escribi¨® este otro por lo de m¨¢s ac¨¢ y lo de entremedias". Y as¨ª convence a su amiga para que compre algo m¨ªo.
Suceden tambi¨¦n cosas bell¨ªsimas: las dedicatorias a los cr¨ªos de pocos a?os e incluso a beb¨¦s que est¨¢n todav¨ªa en el vientre de su madre me conmueven especialmente y hacen que me sienta un poco en el futuro; los maridos vergonzosos que hacen ver que ellos no son el verdadero fan, pero que son implacablemente descubiertos por su divertida esposa, que paga, se lo regala y pide: "Anda, ded¨ªcaselo, que ¨¦l no se atreve".
Algo maravilloso me sucedi¨® el primer domingo de firmas. Me abord¨® una pareja formada por dos hombres un pel¨ªn m¨¢s j¨®venes que yo: "Nosotros nos acordamos m¨¢s de ti que t¨² de nosotros, y te hemos tra¨ªdo un regalo", anunciaron con una gran sonrisa. Hab¨ªan le¨ªdo en alguna parte que no conservo ning¨²n ejemplar de ?Oh, es ¨¦l!, mi primer libro, en la edici¨®n de Anagrama, que tiene una portada deliciosamente pop. "Te vamos a regalar el que nos dedicaste en 1986". As¨ª lo hicieron. Por aquel tiempo, yo ya sol¨ªa a?adir mi mantra -"Sed felices"- a mis dedicatorias, y ellos, que hab¨ªan empezado lo suyo cinco a?os atr¨¢s, en adelante lo fueron incluso m¨¢s, hasta cumplir 30 a?os de vida en pareja que ahora cuentan. Me dijeron que aquella vez, al irse de la caseta, uno le hab¨ªa dicho al otro: "Anda que, si nos separamos... ?qui¨¦n se lo va a quedar?". Y el otro: "T¨², no te preocupes", con una generosidad que forma parte de lo que les mantiene juntos y felices.
Total, que me dedicaron el libro muy cari?osos y con la frase: "25 Ferias despu¨¦s". Les jur¨¦ que ese libro va a ser para m¨ª como los collares para Tutankamon, y que lo voy a llevar conmigo en todos mis viajes, porque estoy segura de que da suerte.
Por ¨¦sta, y por muchos otros sucedidos, me gusta mucho disfrutar del privilegio de firmar en la Feria del Libro de Madrid, en esa verde ciudad de las sorpresas que llamamos parque del Retiro.
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