El dudoso porvenir del sexo placentero
En este pa¨ªs las familias numerosas disfrutan de indudables beneficios. El ordenamiento jur¨ªdico no prev¨¦ para ellas, es cierto, deducciones en el impuesto sobre la renta o en la adquisici¨®n de una vivienda, pero s¨ª articula algunas ayudas que favorecen su acceso no a bienes tan ramplonamente econ¨®micos como los mencionados sino a otros de naturaleza intangible, delicadamente inmaterial. Quiz¨¢ la m¨¢s importante de estas ventajas sea el descuento a que tienen derecho en la entrada al zoo: puede variar de una comunidad aut¨®noma a otra, pero en algunas puede llegar a alcanzar hasta un interesante 30%, siempre que, en taquilla, el cabeza de familia no olvide exhibir el carnet que acredite la condici¨®n que justifica esta generosa rebaja. Imagino esas parejas j¨®venes que dudan si a?adir un hijo m¨¢s a los que ya tienen, conscientes de las cargas que lleva aparejadas de por vida, y que, a la vista de los incentivos p¨²blicos -la evocaci¨®n de una resplandeciente ma?ana familiar en el zoo- se deciden al final a "intentarlo" con la mejor voluntad. Recuerdo muy bien una de esas jornadas con mi familia: corr¨ªan mis hijos con gran excitaci¨®n de una jaula a otra y yo, con expresi¨®n distra¨ªda, me detuve ante una en la que dormitaba una pareja de osos panda. Me vinieron a las mientes los documentales, regularmente emitidos en televisi¨®n, que airean el extra?o comportamiento sexual de estos osos en cautividad y destacan la desolaci¨®n del equipo t¨¦cnico del zoo al comprobar cada d¨ªa que esa pareja, tra¨ªda con gran sacrificio de Asia, parece incapaz de copular y reproducirse, aunque aparentemente no tienen otra cosa mejor que hacer. Prefieren dormir o ramonear antes que practicar sexo. La cautividad inhibe insuperablemente en ellos la atracci¨®n sexual incluso en periodo de celo. Me pregunt¨¦ entonces, ante la pareja durmiente, si el problema del sexo en cautividad es exclusivo de los osos panda o si, en el g¨¦nero humano, podr¨ªan encontrarse situaciones que recuerden el escenario del zoo.
La naturaleza m¨¢s que madre es madrastra pues s¨®lo estimula lo que conviene a la especie
El matrimonio cumple importantes funciones evolutivas. Con su habitual derroche, la naturaleza puso un inmenso placer en la uni¨®n sexual para asegurar la conservaci¨®n de la especie. Ya se sabe que la naturaleza m¨¢s que madre es madrastra pues no se preocupa por el bienestar individual del hombre sino que s¨®lo estimula lo que conviene a la especie -la reproducci¨®n en los d¨ªas del apogeo biol¨®gico de la pareja- y abandona al citado individuo a la vejez y la muerte una vez cumplida la misi¨®n evolutiva. Como el acto sexual est¨¢ tan gratificado por la naturaleza, todo el mundo lo busca; pero como muchas veces se verifica su finalidad biol¨®gica y nace descendencia, la sociedad invent¨® el matrimonio como instituci¨®n pr¨¢ctica para el cuidado de la prole en el tiempo en que ¨¦sta no puede valerse por s¨ª misma. Esta era la idea, pero determinados acontecimientos han introducido algunas alteraciones en el esquema inicial.
Algunos antrop¨®logos sostienen que el matrimonio es una instituci¨®n creada cuando la esperanza de vida del hombre era de treinta a?os. Matrimoniaban pronto, con quince o veinte a?os, pero uno de los dos dejaba este mundo poco despu¨¦s, quiz¨¢ ¨¦l mor¨ªa en la guerra o ella durante el parto, y el sup¨¦rstite dispon¨ªa de alg¨²n tiempo, no mucho, para echar de menos al finado y venerar su memoria antes de seguirle con celeridad en el descanso eterno. Ahora la gente se casa -cuando se casa- m¨¢s tarde, pero la esperanza de vida llega hasta los ochenta o a¨²n m¨¢s, lo que supone cincuenta largos a?os juntos, y entonces..., en fin, a algunos les sobreviene el s¨ªndrome del oso panda y el matrimonio se resiente.
Otro golpe que ha recibido ¨²ltimamente esta hist¨®rica instituci¨®n procede de la alianza urdida entre romanticismo y tecnolog¨ªa. El romanticismo nos ha convencido del car¨¢cter constitutivo de la felicidad: nada nos es exigible si contradice el imperativo de ser felices. Y por otra parte, tener hijos es para muchos un ingrediente importante de la autorrealizaci¨®n personal. Los m¨¦todos anticonceptivos extendidos en los a?os cincuenta y sesenta del siglo pasado contribuyeron a liberar el sexo de la reproducci¨®n. Ahora, contratando vientres de alquiler y otras t¨¦cnicas similares, la ciencia nos ofrece las oportunidades de una reproducci¨®n liberada de las promiscuidades del sexo. Pero, ay, esto podr¨ªa tener desastrosas consecuencias evolutivas. ?Han pensado nuestras eminencias cient¨ªficas en ello?
Porque la naturaleza puso el placer como aliciente de la reproducci¨®n sexual, pero, en la medida en que el hombre escinde t¨¦cnicamente la reproducci¨®n del sexo, cabe suponer que la madrastra responder¨¢ a esta provocaci¨®n retirando su espl¨¦ndida gratificaci¨®n al acto sexual, por lo que hemos de temer que la especie humana sufrir¨¢ no tardando penosa mutaci¨®n y los ¨®rganos involucrados en la reproducci¨®n, sobrevenidamente in¨²tiles a esos efectos biol¨®gicos, perder¨¢n tama?o, virtuosismo y operatividad. ?Es esto lo que queremos legar a las generaciones venideras? ?Una humanidad capona y minimizada? Se produce el contrasentido de que conocidos sex symbols, como Ricky Martin o Miguel Bos¨¦, que han conseguido fama y dinero por su capacidad de generar deseo entre sus fans, est¨¢n contribuyendo a extinguir en la especie el sexo placentero al recurrir a t¨¦cnicas que lo hacen inane para la evoluci¨®n.
Bien est¨¢, por supuesto, preocuparse por el calentamiento global, los destrozos de los bosques en Amazonia o la rica variedad de flora y fauna en el fondo marino: sobradas razones hay para ello. Pero el porvenir del placer sexual es sombr¨ªo y alguien deb¨ªa alzar su voz. Porque una cosa es que el oso panda en cautividad se muestre esquivo para la c¨®pula, sobre todo si aumenta la esperanza de vida tambi¨¦n para la pareja osuna, y otra que, incluso fuera de la jaula, se sienta definitivamente inapetente. Lo primero es un fracaso del matrimonio -lo que siempre es de lamentar- pero lo segundo un cataclismo de la especie.
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