Con el rostro por delante
Como en un juego de cartas. Repartir y ganar amigos. Una singular forma de ofrecer respeto y amistad sacando del bolsillo la propia identidad reflejada en una fotograf¨ªa. Las cartes de visite (las tarjetas de visita) popularizaron la fotograf¨ªa gracias a Andr¨¦ Adolphe Eug¨¦ne Disd¨¦ri, un desconocido pintor y fot¨®grafo franc¨¦s, quien patent¨® en 1854 una c¨¢mara de ¨®ptica m¨²ltiple, de ocho objetivos, con la que logr¨® con la misma placa varios peque?os retratos. Toda una revoluci¨®n.
Hacerse una fotograf¨ªa era un lujo, y caro. Con la nueva c¨¢mara, el proceso se abarat¨® y la tarjetoman¨ªa invadi¨® Europa. Aquel que aspirara a ser alguien en la sociedad de mediados del siglo XIX deb¨ªa tener su retrato impreso. El m¨¦todo Disd¨¦ri alcanz¨® una enorme popularidad. Una fotograf¨ªa costaba en 1862 100 francos, mientras que por 25 retratos-tarjeta con dos poses se cobraban 30 francos, y ¨²nicamente 70 francos por 100 tarjetas con cuatro poses. El negocio fue de los que hicieron ¨¦poca y proliferaron los profesionales del retrato especializados en vender fotos de personajes prominentes, ricos, famosos o, incluso, delincuentes.
Nobles, arist¨®cratas, pol¨ªticos, artistas, escritores, la colecci¨®n de Alarc¨®n es rica en personajes que son a la vez amigos
Para fijar esa vieja estampa del tiempo se han unido un escritor costumbrista-realista, Pedro Antonio de Alarc¨®n (Guadix, Granada, 1833-Madrid, 1891), y una colecci¨®n de cartes de visite coleccionadas por el autor de Diario de un testigo de la guerra de ?frica. 120 tarjetas conforman la exposici¨®n Una imagen para la memoria. La carte de visite, seleccionadas de entre las 500 que guarda la biblioteca de la Fundaci¨®n L¨¢zaro Galdiano, donadas en 1997 por el ¨²ltimo antepasado del escritor, Miguel Valent¨ªn de Alarc¨®n. "Recopilar estas tarjetas es fruto de la curiosidad", comenta Elena Hernando, directora de la Fundaci¨®n L¨¢zaro Galdiano, quien cogi¨® al vuelo la idea de asociar la exposici¨®n con la edici¨®n de este a?o de PhotoEspa?a, dedicada al retrato.
Juan Antonio Yeves, director de la biblioteca de la fundaci¨®n y comisario de la muestra, lleva meses husmeando entre papeles para dar con las se?as de identidad de infinidad de personajes con poso hist¨®rico. En el despacho del palacete neorrenacentista de Parque Florido, la sede del Museo L¨¢zaro Galiano en Madrid, entre el sill¨®n ajado y la librer¨ªa vitrina que fueron propiedad de Alarc¨®n, Yeves comenta con pasi¨®n el itinerario de esta exhibici¨®n, de la que recalca que no es una colecci¨®n de fotograf¨ªas, sino "el ¨¢lbum de los amigos del escritor".
Reivindicaci¨®n a la vez de la azarosa vida del autor granadino que evolucion¨® de las ideas liberales y revolucionarias a posiciones m¨¢s tradicionalistas. Sus fotos recuerdo se ligan con episodios como los de la cuerda granadina, su grupo de amigos gamberros, luego trasplantados a Madrid, o las de los generales de la guerra de ?frica de 1859, O'Donnell, Zavala, Ros de Olano, Prim. En el criterio de selecci¨®n de las tarjetas de visita, Yeves ha escogido los rostros de aquellos que tuvieron un trato cercano con Alarc¨®n. Por ejemplo, la carte de visite del papa P¨ªo IX se ilustra con el texto del escritor cuando fue recibido en audiencia en Roma el 2 de enero de 1861: "Tiene 69 a?os. Es alto, fuerte, su apostura revela a un tiempo una marcial franqueza y una infinita bondad". Cuenta que se cayeron bien, tanto que el Papa le despidi¨® con un castizo "vaya usted con Dios".
Las tarjetas de visita se daban, pero tambi¨¦n se compraban en los estudios de los fot¨®grafos. Posiblemente, Alarc¨®n no conociera de primera mano al emperador de Francia Napole¨®n III, ni a su mujer, Eugenia de Montijo, pero se permiti¨® hacer una valoraci¨®n pol¨ªtica de su persona y coleccionar su tarjeta de visita, adquirida en Par¨ªs: "Negando como negaba al pueblo sus derechos pol¨ªticos, que al menos son una cosa digna por lo inmaterial, Napole¨®n III ha reconocido los derechos de los animales, y perd¨®nenme la expresi¨®n, aunque os parezca dura. Napole¨®n estaba dando de comer al pueblo hace tres a?os como se da de comer a las bestias, el obrero no busca trabajo, se lo da el emperador, el pan no sube para el obrero; cuando sube, los ricos pagan el exceso de precio y el obrero sigue comiendo barato, as¨ª trabaja como un buey y as¨ª se le da el pienso, este remedio emp¨ªrico no hace sino aumentar el materialismo grosero de aquella raza. Es decir, Napole¨®n ha convenido con la vil filosof¨ªa de la plebe en que lo esencial de esta vida se reduce a comer bien".
Cuando Alarc¨®n escrib¨ªa los libros de sus viajes sab¨ªa que estos deb¨ªan ilustrarse y esa era la raz¨®n de que comprara algunas de las tarjetas de visita que luego llevaba a sus ¨¢lbumes. Era un negocio pr¨®spero y los fot¨®grafos hac¨ªan caja vendiendo los retratos. Aunque Alarc¨®n en contadas ocasiones recurr¨ªa a ellos, a ¨¦l le daban, sin pedirlo, cientos de tarjetas de visita, tal y como contaba en un art¨ªculo: "En el mismo coche viajaban un caballero y una se?ora j¨®venes y reci¨¦n casados que iban a Ancona, donde el marido ten¨ªa sus estados y familia. Y digo sus estados porque el marido es como si dij¨¦ramos un conde reinante. Ya tengo en el bolsillo su retrato...". No le volvi¨® a ver en la vida.
Nobles, arist¨®cratas, pol¨ªticos, artistas, escritores, la colecci¨®n de Alarc¨®n es rica en im¨¢genes. De todos recibi¨® su tarjeta y a muchos los tuvo por amigos. Yeves los ha identificado uno por uno viendo ¨¢lbumes -un coleccionista le llev¨® 2.200 fotos para ayudar en la labor detectivesca-, revistas o grabados. Muchas se muestran con textos de Alarc¨®n sacados de su correspondencia, como en la carta, fechada el 31 de diciembre de 1867, en la que Alarc¨®n escribe a Juan Valera para felicitarle por su casamiento. "Mi querido amigo, sea enhorabuena y por muchos a?os... Dios le d¨¦ a usted prontito fruto de bendici¨®n y ver¨¢ usted lo que es bueno. A trabajar, don Juan, ver¨¢ usted ahora cu¨¢n fecundo es el tiempo, y todas las horas que perd¨ªa preguntando a los m¨²sicos de los bailes y a las cortinas de los gabinetes c¨®mo se llamar¨ªa su futura compa?era de usted, las podr¨¢ dedicar ahora a las musas, de quien nunca es rival ni se muestra celosa una compa?era discreta como s¨¦ que es la de usted".
Un fotomontaje hecho por Disd¨¦ri muestra a los personajes que acud¨ªan a su estudio en Par¨ªs. Es un mosaico de los espa?oles ilustres, en el que aparecen entre otros la reina Mar¨ªa Cristina, Narv¨¢ez, la condesa de Montijo, la duquesa de Alba, Prim, Ventura de la Vega y, en primera fila, Alarc¨®n.
La admiraci¨®n del escritor por el general Prim, duque de Reus, firmado por Nadar, uno de los mejores fot¨®grafos de su tiempo, queda patente en estas l¨ªneas enviadas a su amigo Juan Valera: "Imposible es que te defina la manera que tuvo el conde de Reus de pronunciar su discurso. Al principio le interrumpieron vivas y aclamaciones; al final, todo el mundo lloraba, todos llor¨¢bamos, mientras que el gran batallador, al pie de los estribos del corcel, parec¨ªa transportado a los d¨ªas de Jaimes y Berengueres". O cuando conoce al compositor Rossini: "Cu¨¢l ser¨ªa mi sorpresa, mi turbaci¨®n y asombro al verme a dos pasos de ¨¦l. Ver a Rossini delante del piano equival¨ªa a ver a Mirabeaux en la tribuna, a Napole¨®n a caballo o a Lord Byron escribiendo".
Los mejores fot¨®grafos de su ¨¦poca firman las tarjetas de visita. En ellas se reconoce el estilo art¨ªstico de Nadar, el preciosismo de Laurent o Gustave Le Gray, de Alexandre Kent, de Pedro Mart¨ªnez Hebert, y, por supuesto, el de Disd¨¦ri. La moda de las peque?as tarjetas de visita termina hacia 1880. Los nuevos formatos de retratos se hacen m¨¢s grandes y vistosos.
Los ¨¢lbumes de tarjetas de Pedro Antonio de Alarc¨®n son su memoria m¨¢s ¨ªntima, "no tanto una colecci¨®n de celebridades, sino de sus amigos", afirma Yeves. "Con ellas se puede ver lo que significaba socialmente la fotograf¨ªa, qui¨¦n las compraba o c¨®mo funcionaba el coleccionismo". Alarc¨®n dio en el clavo cuando reflej¨® su estado de ¨¢nimo al observar su retrato al ¨®leo. "... Tal vez pienso que ma?ana, /cuando de mi edad lozana / rastros queden solo en ti, /dir¨¢n mi vejez ufana / a mis hijos: as¨ª fui. / Tal vez pienso que alg¨²n d¨ªa / (cuando Dios llamarme quiera) / buscar¨¢ tu compa?¨ªa / esta dulce esposa m¨ªa, / para decir: as¨ª era. Tal vez pienso que quiz¨¢, / al cabo de muchos a?os, / nadie te conocer¨¢, / y un extra?o a otros extra?os / dir¨¢ al verte: qui¨¦n ser¨¢ / y que, al comprarte, atra¨ªdo / por lo antiguo de tu traje / o por tu buen colorido, / les dir¨¢: este personaje no debe de haber existido".
'Una imagen para la memoria' se inaugura, dentro de PhotoEspa?a 2011, el pr¨®ximo d¨ªa 29, en la Fundaci¨®n L¨¢zaro Galdiano de Madrid.
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