Las carrozas de Chueca
Una de las fiestas m¨¢s esperadas en Madrid todos los a?os es la del Orgullo Gay. Todo el mundo acude al barrio de Chueca, de todas las condiciones sociales y sexuales, y Chueca se deja o¨ªr y sentir con sus carrozas y su aire de libertad. Seguramente este barrio ha llegado a ser lo que es hoy, cosmopolita y vanguardista, desenfadado y alegre, por haberse convertido en el coraz¨®n del mundo gay, como el barrio de Castro en San Francisco, por poner un ejemplo algo lejano, zonas donde uno sabe que va a encontrar una vida relajada, caf¨¦s bonitos, las ¨²ltimas tendencias en ropa, zapatos y peluquer¨ªa, gente que vaga en una existencia sin tantas paredes ni aristas. Pero Chueca me gusta m¨¢s que Castro porque tiene m¨¢s vida, es m¨¢s natural, no se ha dejado dominar por la sofisticaci¨®n. Hay m¨¢s mezcla y una muestra de los ejemplares de nuestra sufrida sociedad casi al completo: ancianos, ni?os, familias de heteros y familias gais, todo tipo de nacionalidades y colores, parados y otros que ganan una pasta gansa.
Chueca me gusta m¨¢s que Castro porque es m¨¢s natural, no se ha dejado dominar por la sofisticaci¨®n ?Por qu¨¦ no pasearse por la calle en tanga independientemente de la ca¨ªda de los gl¨²teos?
Desde que esta plaza se convirti¨® en bandera arco¨ªris las casas se reformaron, los locales se modernizaron, los pisos subieron de precio y se revalorizaron y se hizo conocida fuera de nuestras fronteras. Se convirti¨® en marca internacional. Chueca viaja por el planeta como una tentaci¨®n m¨¢s para venir a Madrid. Visitar el Museo del Prado y tomarse una copa en Chueca es obligado para cualquier turista, gay o no, porque Chueca no es un a?adido a la ciudad, no es un invento, sino que est¨¢ completamente incrustada en el pueblo y la vida corriente, y eso la envuelve en un gran encanto.
Nadie puede negar que la fiesta del Orgullo atrae a muchos visitantes y muchos euros. Hace caja. Por eso no se entiende la pol¨¦mica del ruido y la fracasada parafernalia de los auriculares para escuchar la m¨²sica. Esta celebraci¨®n ha hecho tanto por ese barrio y por Madrid que bien se puede soportar un rato de jolgorio una vez al a?o. Y adem¨¢s jam¨¢s me he tropezado con nadie que se queje, m¨¢s bien todo lo contrario, los madrile?os siempre est¨¢n deseando lanzarse a la calle para divertirse. Y a los que no les gusta no les molesta que lo pasen bien otros. Las verbenas y fiestas populares de San Isidro, San Antonio de la Florida, la Paloma... han resurgido para, precisamente, hacer pueblo, calle, tradici¨®n. Necesitamos olvidarnos juntos de los problemas y reconocernos en lo b¨¢sico.
Porque todo el mundo tiene ganas de dejar de ser formal y de desmadrarse. Qu¨¦ liberaci¨®n dejar de ver el cuerpo propio y ajeno como algo serio y solemne como si estuvi¨¦semos mirando un retablo. ?Por qu¨¦ no divertirse con ¨¦l poni¨¦ndose en los pies unas plataformas de medio metro, volantes y plumas? ?Por qu¨¦ no echarle narices y pasearse por la calle en tanga independientemente de la ca¨ªda de los gl¨²teos? Es algo que va m¨¢s all¨¢ del sexo y que tiene que ver con exponerse, con curarse de una vez por todas del pudor y del miedo a uno mismo y a los dem¨¢s. Es perder susceptibilidad y ganar en comprensi¨®n.
Tampoco se entienden las quejas por la acampada de Sol del 15-M. Se hizo circular hasta la saciedad que la plaza estaba dando una mala imagen de Espa?a en el extranjero. Ya sabemos c¨®mo est¨¢ la imagen de nuestro pa¨ªs por ah¨ª fuera. Precisamente en esos d¨ªas viaj¨¦ por varios pa¨ªses europeos y de lo ¨²nico que se hablaba con admiraci¨®n era de lo que ocurr¨ªa en la Puerta del Sol. El 15-M tambi¨¦n se ha convertido en una buena marca, envuelta en frescura, indignaci¨®n, atrevimiento y frases ingeniosas. Una de mis preferidas es: "el secreto est¨¢ en la masa". En cuanto a los comerciantes que bordean la plaza, y a quienes se les atribuyen mil quejas, seguramente nunca habr¨¢n vendido tantas botellas de agua, ni bebidas, ni comida, ni loter¨ªa (a un indignado acampado le toc¨®). Cuanta m¨¢s gente, m¨¢s posibilidades de vender.
Y ahora, para desengrasar, tenemos la visita de Benedicto XVI, el papa. ?Otra vez? Da la impresi¨®n de que no sale de la piel de toro. Viene tanto que ya no es noticia, y si no es noticia y no nos proyecta hacia las dimensiones siderales del consumo cat¨®lico, ?de qu¨¦ sirve el dineral que nos cuesta Su Santidad? Para el que no pueda pasarse sin verle, Roma est¨¢ aqu¨ª al lado. De paso podr¨¢ disfrutar de una de las ciudades m¨¢s hermosas y alegres del mundo.
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