Veraneando con superventas
Tiempo de verano. La gente hace la maleta y mete dentro lectura abundante (novelas, principalmente) para llevarse al mar o a la monta?a, al desierto o a la jungla. Todos piensan -y casi todos se equivocan- que, en las dos o tres semanas que permanezcan lejos de casa, encontrar¨¢n el tiempo y la tranquilidad que les niegan tanto la cotidianidad y las cadencias de trabajo como la cada vez m¨¢s esclavizante sensaci¨®n suscitada por Internet y las redes sociales de que hay algo ah¨ª afuera -a veces a la distancia de un tuit- que merece nuestra atenci¨®n, y que termina convirti¨¦ndose en una apremiante demanda que nos impide prest¨¢rsela por mucho tiempo a esa pieza ya casi arqueol¨®gica que es el libro. Ocurre un fen¨®meno parad¨®jico: a medida que aumenta el espacio del ocio se reduce el tiempo que destinamos a la lectura ociosa. Antes, incluso, encontr¨¢bamos el sosiego necesario para volver a leer los libros que una vez nos arrebataron, los que seguimos citando cuando nos preguntan por nuestro lejano descubrimiento de los poderes de la literatura. Hoy la relectura -que era tambi¨¦n un m¨¦todo eficaz de "leernos" a nosotros mismos, de ponderar nuestro crecimiento y nuestras transformaciones- es cada vez m¨¢s rara. Releer, se dir¨ªa, es una p¨¦rdida de tiempo. Y, adem¨¢s, nos esperan los otros 80.000 t¨ªtulos que se publican en Espa?a cada a?o. Deprisa, deprisa.
En la revista 'Bookforum' se preguntan qu¨¦ tienen en com¨²n, pongamos, ciertas novelas de Virginia Woolf y Danielle Steel
Un gran porcentaje de las novelas que eligen los vacacioneros son best sellers, un concepto cada vez m¨¢s elusivo y lleno de matices que suele traducirse por superventas. En un instructivo art¨ªculo publicado en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista norteamericana Bookforum, Ruth Franklin se pregunta (sin llegar a respond¨¦rselo) qu¨¦ es lo que tienen en com¨²n autores muy dispares desde el punto de vista literario que, en un momento u otro, han colocado sus obras en ese impredecible palmar¨¦s, inventado a finales del XIX (cuando el libro de masas se convirti¨® en un fen¨®meno frecuente), que es la lista de best sellers. Qu¨¦ tienen en com¨²n, pongamos, ciertas novelas de Virginia Woolf y Danielle Steel; qu¨¦ cualidad hermana -al menos como inquilinos temporales de esas listas- a Juan Salvador Gaviota (Richard Bach, 1970), con El extranjero (Albert Camus, 1942) o El c¨®digo DaVinci (Dan Brown, 2003). O, por mirar m¨¢s cerca: ?qu¨¦ tienen en com¨²n -m¨¢s all¨¢ del hecho de pertenecer a la categor¨ªa de "mejores vendedores"- novelas como Si t¨² me dices ven... (Albert Espinosa, 2011), El tiempo entre costuras (2009, Mar¨ªa Due?as), Los enamoramientos (2011, Javier Mar¨ªas) o Juego de tronos (1996, George R. R. Martin), convecinas en alguna de las listas de "m¨¢s vendidos" que se publican esta semana en Espa?a?
Responder a esas preguntas requerir¨ªa un prolijo examen de algunos de los asuntos m¨¢s apasionantes con que hoy se encuentran los cr¨ªticos (y, tambi¨¦n, los expertos en mercadotecnia editorial). Y desencadenar¨ªa otras nuevas: ?en qu¨¦ consiste el principio activo y (bastante) misterioso que hace que libros de muy distinto valor literario se conviertan en best sellers? ?Ten¨ªa raz¨®n Andr¨¦ Malraux cuando afirmaba que m¨¢s all¨¢ de los 20.000 ejemplares vendidos de un libro "literario" comienza el "malentendido"? Pero, sobre todo, una pregunta que afecta a la recepci¨®n y procesado de la literatura: ?qui¨¦n decide el canon literario en el siglo XXI, con centenares de miles de "cr¨ªticos" -que ya no surgen del hasta ahora hegem¨®nico grupo de los "varones blancos muertos"- pontificando incesantemente en sus blogs o a trav¨¦s de las redes sociales acerca de los libros que leen?
En todo caso, este verano vuelvan a meter su novela en el equipaje o ll¨¦vensela en su tableta lectora (tengan cuidado con la arena). Y, si les gusta, recomi¨¦ndesela a sus amigos, aunque no goce de la estima de los cr¨ªticos. O aunque la desprecien, por resultar poco lucida comercialmente, los expertos en mercadotecnia.
Babelia
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